Érase un pueblo muy desgraciado
de cuyos lares huyó la paz:
en ese pueblo mandaba un indio,
que bien un indio puede mandar.
Los padres curas de aquella tierra
atesoraban riqueza tal,
que su avaricia contó por cuentos
lo que lograron atesorar.
Érase un pueblo muy desgraciado
de cuyos lares huyó la paz:
en ese pueblo mandaba un indio,
que bien un indio puede mandar.
Los padres curas de aquella tierra
atesoraban riqueza tal,
que su avaricia contó por cuentos
lo que lograron atesorar.
Toma niña, este búcaro de flores;
tiene azucenas de gentil blancura
lirios fragantes y claveles rojos,
tiene también camelias, amaranto
y rosas sin abrojos,
rosas de raso, cuyo seno ofrecen
urnas de almíbar con esencia pura,
que en sus broches de oro se estremecen.
Nuestra senda regada está de llanto,
el placer del placer es el suicidio,
detrás de la ilusión está el fastidio
y detrás del fastidio el desencanto.
Lleno yo de fastidio y de quebranto,
sin fuerza ya contra la suerte lidio,
y muerto para el mundo, sólo envidio
a los muertos que guarda el camposanto.
I
Arcanidad terrible de la vida,
destino lleno de rigor sin nombre,
infancia entre las sombras escondida,
aprieta sin piedad, que das en hombre.
No esperes con tu golpe furibundo
avasallar mi soberano aliento:
es grande mi tormento como el mundo;
pero el alma es mayor que mi tormento.
Espíritu de fuego sagrado y rutilante,
tu voz la voz domina de ronca tempestad,
y soles mil coronan tu frente de gigante,
y brilla en tu mirada exscelsa majestad.
Señor, tú eras antes que todo lo creado,
antes que fuera el tiempo, Señor ya eras tú,
el ser de gloria lleno tú solo te lo has dado,
tú solo te formaste de tu espléndida luz.
Feliz yo que tendido boca arriba,
sin amo, sin mujer, sin nada de eso,
ni me duelo de Job, ni envidio a Creso,
ni me importa que el diablo muera o viva.
Indiferente a lo que el docto escriba,
en holganza constante me esperezo,
y después de roncar, canto el bostezo,
y después de cantar, Morfeo me priva.
Asomado al balcón, vi que pasaba
un gran entierro, su cortejo ingente
con pompa funeral, muy lentamente
invadiendo tres calles desfilaba.
Y más tarde pasó… ¿pasó?… ¡volaba
otro entierrillo rápido, impaciente;
iba el muerto en arcaz, hasta indecente,
y nadie al muerto aquel acompañaba.
I
Una soberana horrible
entre las sombras impera,
y su reinado es tranquilo
como el de la nada extrema.
De sombras es su ropaje,
de sombras en su diadema,
do en vez de piedras preciosas
negros puntos se condensan.
I
Niño de blondos cabellos,
süaves como la sonrisa
del querub,
que para jugar con ellos
descienda mansa la brisa
del azul.
Tienes la faz agraciada
brilla en tu frente preciosa
el candor,
y tu boca inmaculada
húmeda es, cual de la rosa
el botón.
Es del dios de las aguas el tridente;
es de Moisés la milagrosa vara;
es del salvaje la ligera jara;
es la espina dorsal de un pretendiente;
es la momia de tísico escribiente;
es la segur que al golpe se prepara;
es lanza que Telefo no empuñara;
es un timón delgado, pero ingente.
Generoso en la copa, ruin en todo;
ronca la voz, inyecta la mirada,
párpados gruesos, faz abotagada
y siempre crudo cuando no beodo.
Perdida la razón, goza a su modo,
y nunca estar en su razón le agrada;
que el vino es todo, la razón es nada,
y sólo vive al empinar el codo.
Allá en los tiempos remotos,
en la genésica edad,
cuando mamaba Tancredo
solamente a su mamá;
errabunda y amarrida
la indeclinable Verdad
viajó en desnudez completa,
enseñando, como Adán,
un espectáculo sin
el signo gramatical.
En ese ropaje impúdico
nadie la quiso aceptar,
y despechada huyó entonces,
como huyó don Sebastián.
¡Hurra, cosacos de sotana! ¡Hurra!
Méjico os brinda opíparo festín,
y sus palacios y sus templos sean
de vosotros magnífico botín.
I
¡Hurra! venid, abortos de Loyola,
un Crucifijo es mucho capital;
¿veis esa linda tierra?
Su maldad cuenta el cínico, la abulta;
su aliento es miasma, su sonrisa hielo;
porque ocultar pretende con anhelo
el rudo arpón que el infeliz sepulta.
Y sus maldades el devoto oculta,
de santidad cubiertas con el velo;
pero al subir en éxtasis al cielo,
su negro corazón al cielo insulta.
Ciego que ve, hambriento que mantiene;
burro en la chilla, en la opulencia mula;
abate al pobre, al poderoso adula,
y es enano o titán, según conviene.
La vanidad que mata lo sostiene;
y como falso su conciencia anula;
si tiene una virtud la disimula,
y finge poseer lo que no tiene.
El lápiz en la oreja prisionero;
su fortuna, el real que está a su frente;
si la pierde, baraja displicente
y cambia de lugar el majadero.
Pierde o gane, regaña al compañero,
marca las dobles con destreza ingente;
echa un forro con ánimo valiente
y debe a todos; pero paga cero.
I
De invierno era noche. La luna bañaba
con luces divinas su casto ropón;
el éter cerúleo su toldo bordaba
de estrellas temblantes de tenue fulgor.
Con hilos de escarcha tejió el horizonte
un lienzo precioso de blanco ormesí,
que en nieve trocaba las crestas del monte
y en líquido aljófar del campo el tapiz.
En púlpito lujoso encaramado,
pobreza el fraile con fervor predica,
y las ventajas del ayuno explica,
diciendo que la gula es gran pecado.
El hambriento poeta desdichado
encomia en su zahúrda triste y chica,
el lujo, los placeres y ia rica
mesa, que tiene gusto delicado.
De proyectos preñada la mollera,
punto en la banca y en la vida cero,
y más tacaño mientras más fullero,
si gana miente, si perdió exagera.
Amistad… gratitud… eso es… ¡quimera!
que sólo por jugar ama el dinero,
y por llevarse el oro del montero
jugara hasta el honor, si honor tuviera.
Sin libros, sin afán de ciencia rancia,
tiene el tonto la ciencia de la vida;
corre en pos de fortuna apetecida,
y premia la fortuna su constancia.
Lleno el sabio de in folios y arrogancia,
buscando la verdad todo lo olvida;
errores mil en su cabeza anida,
y muere maldiciendo su ignorancia.
Érase un usurero dromedario,
de fina garra y de talento romo,
y no sé cómo al viejo estrafalario
ocurrióle volar sin saber cómo.
Provisto de dos alas de buen cuero,
por llevar adelante su tontera,
fue a la cocina, se subió al brasero,
dio un brinco, y… ¡tras!… rompióse la mollera.
I
Yo soy el verdugo. El hombre, ¡mi hermano!
hirviendo de ira un ogro me cree;
¡a mí! ¿a la imagen de Dios soberano,
al que hizo del orbe monarca también?
Baldón y desprecio circundan mi vida,
el hombre me llama infame Caín;
del bien que hago al hombre el hombre se olvida,
y me odia, me huye: el hombre es así.
I
Te saludo, santuario del reposo,
como al Monle sagrado el pasajero;
bendito seas, oasis misterioso,
de bienandanza asilo verdadero.
Ojalá que a la sombra de este añoso
árbol, encuentre la quietud que espero,
y un instante siquier torne a la vida
un alma por el vicio carcomida.
Ni el regio manto de oriental monarca
ni el pendil de la virgen pudorosa,
ni la falda irritante y vaporosa,
do el pensamiento al corazón embarca;
nada, soldados, la belleza abarca
que atesora la enseña tan preciosa
tremolando en las filas orgullosa;
porque de gloria su camino marca.
Triste como Jesús allá en el huerto,
impaciente cual virgen casadera,
y brujo como indígena hechicera,
hago papel de sordo en el concierto.
Con la esperanza que alimenta un muerto,
y desnudo como una calavera,
ya rujo con rugidos de pantera,
porque estoy como Job en el desierto.
¿Te faltaba, Señor, alguna estrella
que colgar en el éter tachonado?
¿o un ángel que sentar en el sagrado
solio brillante donde el sol destella?
¿Me diste acaso una ilusión tan bella
para así destruirla despiadado?
¿o del hombre que gime desgraciado
no llega a tus oídos la querella?
Siempre al azar, como la suerte ordena,
vagaste por el páramo infecundo,
¡pobre rama que el noto furibundo
hizo rodar por la caliente arena!
Ninguno comprendió tu horrible pena,
que nunca hablaste de tu mal profundo;
y fue tu adiós al asqueroso mundo
una sonrisa de desprecio llena.
Muchachas sin camisa ni tomines,
concepciones de honrada figonera,
que no saben mover una tijera,
ni remendar siquiera calcetines;
pero armadas de lazos y botines,
pretenden sacudir su pobre esfera
aprendiendo posturas de bolera,
y a cantar como en ópera y maitines;
luego que esas chicuelas relamidas
se conviertan en hembras pretenciosas,
Primas Donas, con puff, marisabidas,
y nieguen a sus madres haraposas…
para los ricos sobrarán queridas,
para los pobres faltarán esposas.
Al cortarse un usurero
las uñas, exclamó Lino:
Va a perder este grosero
lo único que tiene fino.
Recortadas, las tiró
saliéndose a poco rato;
vino su gato, las vio,
y le dio hipertrofia al gato.
*
Entraba un recién casado
al taller de un peinetero,
y oliendo a cuerno quemado
se paró muy asustado
a sacudir el sombrero.
Mariquita Siempre-viva
una noche resbaló;
y aunque cayó boca arriba
el vientre se le inflamó.
*
El marido de Violante
no estudia: pero es pasante.
*
La doncella Vasconcelos
murió llena de dolor
alumbrando dos gemelos…
era doncella de honor.
Aquí yace Blas Quiroga,
¡hasta el entierro hizo droga!
*
Dicen que divina fue
la invención del matrimonio;
con tal invención, a fe,
mucho ha ganado el demonio.
*
La hermosa doña Ventura
descansa aquí boca arriba,
porque cuando estaba viva
le agraciaba esa postura.
El trapacero Canuto
hace un año que murió:
pagó a la parca tributo…
—Fue lo único que pagó.
*
Tú que el dedo no te mamas
espero que me dirás:
¿por qué a las mujeres, Blas,
algunos les llaman damas?
Mi cuerpo un armazón de vil basura
mi espíritu una sombra de tristeza;
mi corazón un cáliz de amargura,
y un ánfora de sueños mi cabeza
donde guarda delirios la locura.
I
Si la indolencia es tu norte,
alma loca y atrevida;
si no te importa la vida,
nada perderla te importe.
Deja que la muerte corte
mi esqueleto baladí;
porque extranjera ¡ay de ti!
en el mundo en que no cabes,
lo que te falta no sabes,
pero tú sobras aquí.
I
¡Ay infeliz de aquel que en torpe sueño
ama a la virgen que soñando ve,
y al despertar de su febril beleño
sueña que existe lo que sueño fue!
Y pierde ¡ay! su venturosa calma,
y corre ciego de una sombra en pos,
y busca un alma que comprenda su alma
cual se comprende la virtud y Dios.
Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.
En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.
Es muy lindo sorber trago tras trago
y beberse botella tras botella,
y adormirse en el seno de una bella
y devolver halago por halago.
¡Ruja la tempestad! Terrible estrago
cause a mi expatria su maldita estrella.
La muerte imprima por doquier su huella,
mientras yo mis caprichos satisfago
llámese a la tontera patriotismo,
truene el cañón con estampido sordo
y cargue el diablo con el diablo mismo.
Entre la sombra del dolor me hostigo
sin que una luz ante mis ojos radie,
y bostezando mi existir maldigo
sin creer en nada, sin amor a nadie.
Para mí la esperanza está perdida,
nada me importa mi futura suerte,
ni tiene objeto mi cansada vida,
que al conizón se anticipó la muerte.
Hay una hora de Gólgota en la vida;
hora fatal, en el infierno suena,
hora en que Dios a padecer condena,
hora en que el mundo con desdén olvida.
El hombre entonces con el alma herida
maldice al hombre, de rencor se llena,
baja su frente que rugó la pena
y ni quiere llorar su fe perdida.
I
Me diste un ángel ¡Dios mío!
era su faz peregrina,
un lampo de luz divina
en mi horizonte sombrío.
Su espíritu celestial
brotó de mi corrupción,
como la santa oración
del labio de un criminal.
Tú despertaste el alma descreída
Del pobre que tranquilo y sin ventura,
en el Gólgota horrible de la vida
agotaba su cáliz de amargura.
Indiferente a mi fatal castigo
me acercaba a la puerta de la parca
Más infeliz que el último mendigo,
más orgulloso que el primer monarca.
Coplero a quien inspira el desencanto,
trovador sin futuro y sin amores,
sobre la tumba de mis sueños canto
al colocar mi búcaro de flores.
Odia el mundo mi canto descreído,
el estigma social tiznó mi frente…
cárabo del dolor, cada gemido
me concita el sarcasmo de la gente.
I
El mundo es comedia,
no sé quien lo dijo,
pero es una farsa
de risa y gemidos,
en que hacen primeros
papeles los pillos.
Aquel que de honrado
se precia, por digno,
no pasa en la vida
jamás de borrico.
Todo está color de tumba:
egoísta el firmamento
ha escondido las estrellas
entre nubarrones densos.
Disfruta, noche callada,
la paz de los cementerios;
y mientras que tú reposas,
yo saturado de tedio,
de bilis y de cansancio
dormir ¡oh noche!
La ciencia es, niños, de virlud asiento,
raudal que no se agota,
corona del estudio y el talento,
fúlgido sol que en el espacio brota,
dando calor y vida al pensamiento:
limpio fanal de blanca trasparencia,
emanación ingente
de sublime, sin par, omnipotencia;
porque es fecunda cual de Dios la frente;
porque forma su luz de Dios la ciencia.
Es una virgen. Su mirar de cielo
brilla en la noche como brilla el día;
al venturoso aumenta su alegría,
al desgraciado sirve de consuelo.
Va con el mártir a remoto suelo,
visita al preso en la mansión umbría,
acompaña al guerrero en lid bravía
y al náufrago infeliz tiende su vuelo.
I
Ha terminado la creación sublime
el Ser que habita en la sublime altura:
al virgen seno de la tierra oprime
blando corsé de sin rival verdura.
Rico traje talar de ricas flores
cubre a la tierra que bendijo el cielo,
y fantásticas gasas de vapores
a su faz virginal forman un velo.
I
Tiende, noche, tu lóbrego manto,
y en un mar de tinieblas, al sol,
ahoga, noche, que quiero mi llanto
esconder en tu negro crespón.
Ya no quiero ni gloria, ni amigos,
ni esperanza, ni amor, ni virtud;
quiero sólo quedar sin testigos;
quiero sombra; detesto la luz.
Es la vida risa y llanto;
y los hombres, a fe mía,
son locos que en romería
marchan para el camposanto.
Y veo con placer profundo
que los cuerdos son tan pocos,
que es un hospital de locos
todo el ámbito del mundo.
I
Bajo la sombra de saúz añoso
frente a un albergue rústico apartado,
se hallan, un joven de naciente bozo,
y un viejo descreído, mutilado.
Los surcos de la frente marchitada,
las escépticas frases que congelan,
la irónica sonrisa y la mirada
del viejo, su pasado nos revelan.