Tumulto

Me empiezan a desbordar los acontecimientos
(quizá es eso)
y necesito tiempo para reflexionar
(quizá es eso).

Se ha desplomado el mundo.
Toca el Apocalipsis.
Suena el despertador.

Los muertos salen de sus tumbas,
mas yo prefiero estar muerto.

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Arte poética

Empeci / Nada sima (: hoyo profundo, abismo) infancia hasta
los huesos.
Residuos mondos, Ultimo amor o adveni / Miento. Pulidos ros-
tros, inexactos o exactos equivalentes de la
memoria.

Superficie de enquistada taracea. Quienes los robados can-
tos, los ajenos frutos entre los que no soy
Dios,
sino abismado espectro / límite extremo / salvada o insal-
vable distancia: semejanzas, coincidencias.

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Memorial / Septiembre (III)

Revelada convergencia, soledad el horizonte o su más
extendido cielo abejado de cegados

nom
bres: Presencia asombro, saldo germinal los ros-

tros sublimados luengo inverso recorrido hasta su
cumbre.
Prójima de tan andina lejanía, creciendo bosque en
tu neblina; hilado viento, silencio ardiente idio-
ma del recuerdo.

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Poemas eromáticos / II parte (II)

Toda tu presencia / insoslayables cielos vacíos / hondo vuelo
del grito alejándose de sus deslumbradas escamas / Tu cuerpo
se curva en-
Volviendo al cerrado diálogo entre dos sombras:
quemados filos lentamente nudo, insospechado ruido que pre-
Cede al derrumbe / Añorada víspera:
(‘una de las divisiones
que para el día establecieron los romanos, y que correspon-
día al crepúsculo de la tarde’)
sin frutos ni alejado dulce sitio,
zarpazo, último y sin vuelta de la tuerca que el llanto ahoga.

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Primeras referencias (VII)

Oh larga y finita línea de mis dioses / memoriales rostros /
lapidados consejos: d e f i n i t i v a Mente / Silencios.

sume
duele
Un ámbito de greda / eterna noche / les con centra
y
forma

El misterio es vuestro término último / Suprema zona o ves-
tigio {: huella
reliquia)
Tampoco en el misterio
tocarán fondo.

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Segundas referencias (II)

Contextos habituales, anuncios por palabras, palabras
de toda especie / conjunto de caracteres y costumbres que
establecen la semejanza /
caso
suceso
asunto /
el fin del juicio o el juicio final. No el grito y su garganta
sino su esquina peligrosa:
la incandescencia, tránsito que nos abre cada signo.

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Terceras referencias (VII) Epigra / fe

Te levantas / eres aún ese niño idiota corriendo ciega-
Mente tras extendidas manos nunca ami-
gas / con el mismo amor o su esperanza caes en el sue-
ño / das la nota en los lugares / cerca o lejos irrum-
Pes en el inconformismo de las grandes ceremonias /

‘La poesía ha sido seguramente un
pilar del techo que cobija tu demencia’ /

Se te levantan los muertos de entre los vivos con ente-
ra parsimonia / y sueles danzar para matar agravios
nunca inferidos / se te negó la tierra la larga tierra
/ la orgía de tu mar y su obstinado rito y aún te la-
dran desde la otra orilla / Inmenso charco / los perros
del odio / pero retornas ciego cada día al inventario
de tus primeros pasos
‘En estos itinerarios que a menudo
he seguido, hasta la sorpresa se me ha hecho familiar;
ya no trepo los helechos y las rocas sino entre los
fantasmas de mis recuerdos.’
¡Oh prebendas las de la muerte sumergida en los actos!

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No es ciego Amor

No es ciego Amor, mas yo lo soy, que guío
mi voluntad camino del tormento;
no es niño Amor, mas yo que en un momento
espero y tengo miedo, lloro y río.

Nombra llamas de amor es desvarío,
su fuego es el ardiente y vivo intento,
sus alas son mi altivo pensamiento,
y la esperanza vana en que me fío.

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A ARNESTO

Quis tam patiens ut teneat se?

(JUVENAL)

Déjame, Arnesto, déjame que llore
los fieros males de mi patria, deja
que su ruïna y perdición lamente;
y si no quieres que en el centro obscuro
de esta prisión la pena me consuma,
déjame al menos que levante el grito
contra el desorden; deja que a la tinta
mezclando hiel y acíbar, siga indócil
mi pluma el vuelo del bufón de Aquino.

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A CLORI

Sentir de una pasión viva ardiente
todo el afán, zozobra y agonía;
vivir sin premio un día y otro día;
dudar, sufrir, llorar eternamente;

amar a quien no ama, a quien no siente,
a quien no corresponde ni desvía;
persuadir a quien cree y desconfía;
rogar a quien otorga y se arrepiente;

luchar contra un poder justo y terrible;
temer más la desgracia que la muerte;
morir, en fin, de angustia y de tormento,

víctima de un amor irresistible:
ésta es mi situación, ésta es mi suerte.

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Amor! (¡Amor!)

Oh, eterno amor, que en tu inmortal carrera
das a los seres vida y movimiento,
con qué entusiasta admiración te siento,
aunque invisible, palpitar doquiera!

Esclava tuya, la creación entera
se estremece y anima con tu aliento;
y es tu grandeza tal, que el pensamiento
te proclamara Dios si Dios no hubiera.

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Cuando el ánimo ciego

Cuando el ánimo ciego y decaído
la luz persigue y la esperanza en vano;
cuando abate su vuelo soberano
como el cóndor en el espacio herido;

cuando busca refugio en el olvido
que le rechaza con helada mano;
cuando en el pobre corazón humano
el tedio labra su infecundo nido;

cuando el dolor, robándonos la calma,
brinda tan solo a nuestras ansias fieras
horas desesperadas y sombrías,

¡ay, inmortalidad, sueño del alma
que aspira a lo infinito!, si existieras,
¡qué martirio tan bárbaro serías!

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El viajero

La barcarola de Los Cuentos de Hoffmann:
sólo esta melodía quedó en la memoria del viajero
cuando echó a andar sin más finalidad que sacudirse
el tedio de estar vivo.

Luego de recorrido paso a paso
el gran bosque de ciervos que va de Alaska a Punta del Este,
con su bastón de fibra
y con el gran sombrero tejido a ciegas por indios
los dedos iluminados por rayos puros de luna bajo el río,
decidió concentrar su viaje sobre castillos y bellas estatuas,

y emprendió, así, la última etapa de su peregrinar,
que consistía, y consiste todavía –porque el viajero
ni ha terminado de andar, ni conoce el cansancio o el sueño-
en ir y volver a pie, incesantemente,
desde Lisboa hasta Varsovia, y desde Varsovia hasta Lisboa,
silbando la Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann.

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Ololoi

¡Ololoi!…

Para Américo Lugo

Yo, que conservo con vista anodina,
cual si fuesen pasajes de China…
tú, prudencia, que hables muy quedo,
y te abstienes, zebrada de miedo;
tú, pereza, que el alma te dejas
en un plato de chatas lentejas;
tú, apatía, rendida en tu empeño
por el mal africano del sueño;
y ¡oh tú, laxo no importa!

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Quisqueyana

Mientras combate hermano contra hermano,
la savia tropical fecunda amores,
y cuaja frutos y burila flores,
sin aprensión de invierno ni verano.

Mientras riega la sangre loma y llano,
espíranse de valles y de alcores
voluptuosos arrullos gemidores
que no interrumpe el grito del milano.

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Subjetiva

¡Así es mejor!-Porque de ti atraído
con ímpetu febril, te amo de veras;
por eso no te he dicho que te amo;
y aún pesárame hermosa que lo sepas.

Por eso no he venido a deshacerme
en ruego vil ni en desmayada queja,
porque temo, no tanto tus desdenes,
como tu blanda y fiel correspondencia.

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Visita a la Isabela

Habían hecho la jornada
a lo que fue la Isabela,
con la unción del mahometano
que camina hacia la Meca.

Viejo propósito ha sido;
concierto que desde Iberia
formaron, y cumplen hoy
como devota promesa.

Vienen a ver los lugares
en que sus deudos murieron,
bajo el yugo abrumador
de ocupaciones plebeyas.

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Azul en el ombligo

Pocas cosas
más elocuentes que los silencios de las gárgolas,
cuando las noticias meteorológicas
confirman una tendencia imparable
de fatuos relámpagos,
si flamean las rodillas y la lengua demanda peces,
pues no es extraño que sean
otros labios cercanos
quienes cultiven la semilla robada a la noche,
su madurez preinstalada
como voz que rebota por dentro
-aún lectora tardía-,
y sale al paso del trueno
o crece en elasticidad.

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Erupción nasal

Un buen día, las cosas
se fueron por otros derroteros,
y el vientre se te quedó
tapizado de polvo y de desidia.
Las circunstancias que envolvieron
tu embelesamiento
te colocan en el umbral de un prodigioso
y complejo retablo, donde las palabras
curan la pasión
como cualquier otra deformación profesional.

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Falo de ayer

Profanas candelas te conducen
permanentemente a callejones sin salida,
huecos donde pierden el perfil las caricias
y la sombra aborrece la salada fluidez
de la almendra.
Básicamente
es el viento quien esta tarde
pone el dedo en la llaga,
consciente
de su poder evocador de bramidos y naufragios,
cuando empieza a narcotizarte
la rutina, y los sonetos
no aportan un grano de arena al espejo
que se encorva al final del pasillo.

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Lunar en el hombro

Someramente
queda devastada y amarga la memoria
como el interior de una flor
donde un sátiro
ha descubierto los rápidos pespuntes del agua.
Un silencio dramático
camina por los vasos comunicantes del exterminio,
por los senderos
donde nuevos amantes desarrollan
su lenguaje de ruina, escarnio y trance.

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Mazorcas y no bocas

Es preciso romper
el tabú de la intangibilidad de la poesía,
ungir con óleo amarillento
sus llagas tendidas, inmediatas,
y que cese el goteo de las horas
en el patio.
Versos
entendidos como un arte de seducción
indisoluble de sus paisajes, extraviados
por el mapamundi de los acontecimientos.

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Monotonía del tacto

Nada, o muy poco,
trae consigo esta lluvia.
Un almanaque
de recuerdos que has logrado convocar, envilecido,
en lo magnético y lo geométrico
del pequeño jardín,
bien medido, bien rimado.
(Cada teoría tiene
su arquetipo,
al que presta su justa encarnadura la fatiga,
la ebriedad,
el terciopelo
de algunas rosas).

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Músculo débil, jazz

Al cabo de los años
seres milagrosos e inexplicables
se te han hospedado en la memoria,
más allá de las apariencias,
más allá de las convenciones sociales.
Ellos son, a menudo,
el fondo mismo de «los inconvenientes»,
los álamos que han dejado
su pompa y su circunstancia al margen
y te inyectan el deseo
de inmortalizar los viejos héroes
del día.

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Tirón de orejas

Poco a poco
has tenido que ceder a la tentación de los recuerdos,
a la tenue posibilidad de huir y revelarte
con alguna garantía de éxito.
Éxito
para sacudir el árbol veneciano
de la pasión que engendra la armonía,
la combinación nómada de las rosas,
la cristalización de una época;
en cierto modo,
un baile de palabras,
un juego de labios,
prácticamente nada.

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Tragando polvo

Instalado en vivencias «ex aequo»,
juras
y perjuras
no dejarte llevar por un entusiasmo
demasiado radical.
El descenso hacia los fondos del abismo arrastra
el hollín, el nácar y la blonda
de aquellos valores del pasado.
(La belleza olvidada en alguna estación).

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Vísceras sin sueño

Puestos a desmitificar
los elementos románticos que acompañaron
aquella pequeña historia,
deberías obligarte a vaciar de recuerdos
las calles sombreadas por la lluvia
y el cansancio.
Libre al fin
de la tarea harto fatigosa
de encajar perfectamente en los axiomas aprendidos,
sometido al número siete,
palpita muy cálido el corazón.

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Pálida pupila

Como continentes inexplorados,
transfigurados por la mirada,
los ojos visten, hasta el infinito,
la dialéctica desnuda
de la nostalgia.
Embates de deseo que a veces te acercan
al borde de la sima,
a esa pulpa iluminada donde resucitan
los temblores más inverosímiles.

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