Estoy aquí

y no encuentro la palabra justa.
Soy el mal poeta,
con la luna, el amor y la muerte
rodeándome de constelaciones.

Enfrente
pasa sojuzgado mi pueblo
-un grito en brazos.
Pasan clínicas de infertilidad
y condecoraciones internacionales,
y llegó a esta hora de mala poesía
de par en par cerrada,
el tiempo justo para mezclarme
a vírgenes titulares, arcángeles
campesinos, máscaras ceremoniales.

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La ola

Recuerda el tiempo que en la playa sola,
al ver la ola
que alumbraba el sol,
tú me dijiste que la mar un día
se acabaría
antes que tu amor.

Hoy que te busco por la playa sola,
no está la ola
que alumbraba el sol;
las olas mueren y tu amor no existe;
¡qué mal supiste
comparar tu amor!

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Montañas I

Con el vaso en la mano, mirando las montañas,
le acaricio el lomo a mi perro.

Estas montañas nuestras
del interior,
casi olvidadas de tan familiares,
casi invisibles de tan vistas,
no es seguro siquiera que no sean
enseres en un sueño.

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Montañas II

Me gusta acariciarlas siguiendo con los ojos
morosamente
sus líneas abruptas,
mientras en sus dorsos la luz
de modo imperceptible
va del verde al azul
al violeta.

Me gusta acariciarlas con los ojos,
como acaricio
el lomo de mi perro con la mano
libre.

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Ofrenda

A los grandes muertos,
al linaje glorioso,
a los que ven más allá de la muerte,
ofrendo.

Sitting Bull, águila.
Moctezuma, príncipe.
Netzahualcoyotl, poeta..
Cuauhtemoctzin, tigre.
Caupolicán. Manco Capac,
a los grandes muertos,
a todos ellos
a los que no conozco, a los muertos oscuros
al alma de la raza,
ofrendo.

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Pasajero

Subes al impertérrito ferrocarril de la vida
y en cada estación te bajas
para dialogar con el hastío
y en cada túnel de la noche sueñas de prisa
porque
aún en la oscuridad
flotan pensamientos.
Al principio,
cuando querías devorarte el mundo
en un instante
no cerrabas los ojos en los túneles.

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Parece

Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que transito sin desplazarme en cuerpo,
ya vencido, ya huidizo, como niño regañado.
La pestilencia de los espíritus diminutos
me provoca repugnancia.
Sólo quiero la mordedura rápida de la víbora,
sólo quiero alejarme del retorno y no ver
máscaras ni osamentas caminando sin rumbo.

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Ofrendártelo todo

Morir de pie descalzo tirado sobre la hierba no
doblegada
por el huracán más iracundo.

Descansar horizontalmente
erguido.
En fin, correr dormido en línea entre tus sábanas
albas
en las noches más frías del invierno.
Arrancarte los cabellos de raíz y quemarlos en una
hoguera
de rosas rojas perfumadas malolientes.

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Las esquinas

Las esquinas son aladas
de plumaje de cemento y de greda
vigilantes en los bornes de las calles.
Son incluso divertidas
porque no se pueden ocultar
y se desdoblan casi nunca solitarias.
Las esquinas de que yo hablo
no son las de mis manos
y no tienen una flor entre los dedos.

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Poesía amarga

La tarde, espantosamente fría,
y se me viene este atragantamiento
de impresiones y de burdas sospechas.
Heme aquí aherrojando en pedazos
la poesía amarga
encerrado en el estupor impúdico,
sórdido,
porque me llega todo de golpe
como embestidas a mansalva
de risa y de llanto.

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Esos árboles desnudos

Qué perverso es el invierno con los árboles
desnudos y ateridos, agraviados
por la exaltación de los vendavales;
forzados a contorsionarse, extravagantes,
entre los aplausos infatuados de la lluvia,
con faroles de inoportunos ademanes
que los celan en las umbrosas avenidas
y silencios quebrajados por el llanto
de los seres traicionados.

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Cástor y Pólux

Como bellas estatuas gemelas.
Los nombres se entrelazan sin recato.
Desnudos,
bien sé que la locura os posee igualmente,
que las mismas salvajes laderas os recorren
los cuerpos adorables, oscurísimos cuerpos
donde el rizado vello se vuelve en contra mía
con el olor del ámbar y del lirio silente.

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De la sed

Quitadme incluso el mar;
incluso el apretado cauce de los arroyos,
las acequias ruidosas de insectos, los estanques
donde los peces muerden la soledad del agua;
quitadme la tormenta,
los carriles de lluvia resbalando en el vidrio,
el rocío que preña de gotas los jarales,
la humedad de la noche lastimando los trigos.

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Dios es un matemático

Mientras más viejo
se muere menos:
matemática pura.
Dios es un matemático
prolijo, previsible,
y la naturaleza el libro
que se le quedó abierto,
olvidado,
con pájaros inocentes
escapando del destello,
engañados como las flores
de un espejismo;
como los peces efímeros
vagando en una tierra
infecunda,
como los días que se mueren
a la hora señalada
todos los días,
cuando el sol es un reloj
agonizante allá en la vida,
que apunta prosternado
hacia el ocaso.

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Como golpes de campana

Repican como golpes de campana tus pesares,
llamando a funerales espectrales.
Son fantasmas que aúllan estridentes,
recorriendo los misales de tus ritos en la bóveda
celeste.
Son las hostias que tragaste compulsiva
en las noches torturadas de tus rábidos insomnios,
mientras buscas en los golpes de campana
tus demonios.

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Los dos

A veces te quiero tanto
que te llamo sin hablarte
con ese silencio impenetrable,
el más ignominioso
de los silencios.
A veces tú no me quieres tanto
que me llamas impaciente
con aquel grito terrible,
el más fuerte de los silencios.

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Cansancio

Tengo sueño de la cabeza a los pies,
un sueño abundante e intenso
para pensar que dormido
vago por el mundo
detrás de una quimera, descalzo,
a rostro descubierto.

Tengo de ti, de mí y de todos
algunas cuantas verdades ocultas
que no quiero penetrar;
pero sólo es apariencia
porque yazgo inquieto
bajo tantos velos de barbarie.

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Estoy contento

Estoy contento donde estoy contento
esperando que pase el tiempo
que pase sin verme, por el costado
sin posarse en mis rostros
en todos mis rostros distintos
en mis cuerpos degradados.

Tengo cubiertos los oídos de silencios
tengo el dedo que levanta una cruz en mi boca
y la lengua recogida como la resaca.

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Nosotros

Afuera llueve noches frías
como los muertos,
acongojadas en los rincones;
y nosotros con los pies tibios,
perpendiculares sobre otros cuerpos,
los ojos entreabiertos de culpa
y ávidos de menesteres.

Afuera caen profundamente heridos
los incorruptos y mujeres
que marchitas se prometen;
hay beodos dormidos en la opacidad
de los muros y de las nubes que viajan
muy lejos de las tragedias,
y nosotros en las azoteas,
inexistentes,
reparando en nuestras confesas
almas perdidas.

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Destino

Destino,
¿qué nombre es el tuyo,
cruel y despiadado,
que te enfrentas, altivo,
a la humanidad?
Destino,
que nos niegas el pan y la sal,
que desafías a nuestras vidas,
a nuestros horizontes,
al latido de nuestras venas.

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Obsesiones

Tengo un sentimiento tan confuso
que puedo inventar caballos encabritados
para lanzar en estampida hacia ti,
y luego bailar afectuoso
sobre sus cadáveres sudantes.
Pero me encuentro ridículo moviéndome
de aquí para allá y de allá para acá
asido a tu cintura.

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Todos los días

Todos los días
llama a mi puerta el desconsuelo…
Estoy vacía y su eco resuena
por todos los rincones de mi vida.
Se estremece mi sangre
que es un hilo de hielo
al faltarme el calor de tu presencia.

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Amanecer

A Gastón Figueira

La mañana irisada, como fino cristal
se curvó sobre el ancho campo reverdeciente.
A la abismal succión del azul transparente,
agriétase la carne de un ansia germinal.

Y a la blondez purísima de su desnudez tierna,
la mísera corteza se nos cuartea en congoja,
y un sollozo nos sube desde la honda cisterna
en sombra donde el párpado su penitencia moja.

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