La Zarza de Moisés

Aquí tuve la fiebre.
Grandes selvas se extienden ante mí:
eran zarzas y ardían,
eran ardiente espino, pero no se quemaban.

Yo conocí estos templos en toda su pujanza,
conocí el santuario con doscientas vestales,
las ofrendas magníficas y las túnicas blancas
que daban un sonido de timbal y trompetas
a todo el escenario.

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La Zarza de Moisés (La soledad constante)

(A Víctor Hugo)

Si uno sólo quedara, ése quisiera ser:
porque el discernimiento hace grande lo grande
y sólo en el orgullo es posible lo bello.
Deslizarse en el tiempo como leño en el agua,
subir por la cascada que desovan los puentes
y abrirme en un abismo: oscura flor proterva
a quien nadie reclama, que todo desconoce…
Desconocer mis ojos si ojos tales tuviera
(porque ni de mí mismo la confianza quiero).

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La Zarza de Moisés (Cantidad del fracaso)

Las cosas no las sabes hasta decir su nombre
y aunque los nombres sean más bellos que la vida
la vida es lo que existe, no el nombre de las cosas,
y aun algunas suceden sin saber pronunciarlas.

Poco sabes entonces de los hechos reales:
tus palabras son pocas para tantos mensajes
que lanzan los sonidos, que aprisionan colores,
que reclaman perfumes, matiz, sabores, tacto.

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La Zarza de Moisés (Mapamundi)

Recorro con el dedo los parajes lejanos,
los glaciares del norte, las pampas argentinas,
las soberbias montañas y las arenas finas
donde tienden su sueño los cansados humanos
en busca del sosiego de las playas marinas;
y de pronto me veo tocando con las manos
el paraíso entero con sus frutos paganos:
las manzanas de Tántalo y las murallas chinas.

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