Aquí tuve la fiebre.
Grandes selvas se extienden ante mí:
eran zarzas y ardían,
eran ardiente espino, pero no se quemaban.
Yo conocí estos templos en toda su pujanza,
conocí el santuario con doscientas vestales,
las ofrendas magníficas y las túnicas blancas
que daban un sonido de timbal y trompetas
a todo el escenario.