Ama, amor
mientras yo estoy lejos.
Dentro de mí sostengo tu rostro inigualable
y le doy eternidad.
Creces en mí. No cambias.
Sólo el amor da el rostro de lo eterno.
Besa otras bocas
tan bellas como la mía
mientras estoy lejos.
Poemas chilenos
Aquí estamos las madres negras
petrificándonos
como un raro ejemplar
de otras edades.
Sin que estas palabras
puedan cambiar
las decisiones de los hombres
que mantienen los pueblos
en la sombra.
Aquí estamos las mujeres poderosas
rodeadas de atormentadores
reducidas a cenizas
por la mano del hombre.
El hombre es un animal que ríe
o es un animal que llora
pero ¿cuándo es
un hombre que piensa?
Pues así como vamos
harán de este mundo
la arquitectura del fin.
Los partidos políticos
que levantan pedestales
de un movimiento sí y de otro no.
Ha pasado un siglo.
Un día alguien levantará
una piedra abandonada
para estudiar
el pasado del mundo.
Y ahí debajo, ensombrecido
estará mi poema.
Nadie sabrá repetirlo.
Sobre la tierra, nuevos hombres
nuevos sonidos, nuevos poetas
van trabajando y cantan.
Es necesario que el día
nos contemple los huesos
Elevemos el amor desnudo
al sol que está naciendo
Yo no tengo miedo de mostrar
el cuerpo que nos habita
a los que pasan
y adivinan
nuestra miseria
Faz a rostro yo te digo
que en mí ya no existe
ningún maravilloso secreto
Porque el día
descubre el fondo
de las palabras que mienten
No me relaciono con el desastre
ni con la muerte.
Soy un as-pájaro que come vida
adaptado a diámetros de luna y sol.
Una mujer pacífica en un mundo de batallas.
Hay tanta cólera en la mente de los hombres
¿Cuándo van a comprender que hay
un camino distinto
para llegar a los grandes poderes?
La mamá le decía que era su joya.
Una noche el enano comenzó a sospechar, sobre todo cuando ella le vertía oro derretido sobre el cuerpo.
El enano se hacía el dormido. Levantaba un solo párpado, pues el otro se le había quemado.
i. Dejemos pasar el infinito del Desierto de Atacama
ii. Dejemos pasar la esterilidad de estos desiertos
Para que desde las piernas abiertas de mi madre se
levante una Plegaria que se cruce con el infinito del
Desierto de Atacama y mi madre no sea entonces sino
un punto de encuentro en el camino
iii.
Allá va la que fue mi amor, qué más podría decirle
si ya ni mis gemidos conmueven
a la que ayer arrastraba su espalda por las piedras.
Pero hasta las cenizas recuerdan cuando no era
nadie y aún están los muros contra los que llorando
aplastaba su cara mientras al verla
la gente se decía «Vámonos por otro lado’
y hacían un recodo sólo para no pasar cerca de ella
pero yo reparé en ti,
sólo yo me compadecí de esos harapos
y te limpié las llagas y te tapé, contigo hice agua
de las piedras para que nos laváramos
y el mismo cielo fue una fiesta cuando te regalé
los vestidos más lindos para que la gente te respetára.
Abandonados no verían las llanuras sino sólo un vocear recorriendo los
valles alucinante creciendo como si un chillido les partiera hecho añicos
sobre sus pastos
i. Porque un crío era Chile chillando por el pasto
ii. Por eso todos se partían estremecidos sintiendo sus chillidos
iii.
Ahora Zurita —me largó—ya que de puro verso y desgarro te pudiste
entrar aquí, en nuestras pesadillas; ¿tú puedes decirme dónde está mi
hijo?
—A la Paisa
—A las Madres de la Plaza de Mayo
—A la Agrupación de Familiares de los que no aparecen
—A todos los tortura, palomos del amor, países chilenos y asesinos:
Canté, canté de amor, con la cara toda bañada canté de amor y los
muchachos me sonrieron.
De duelo los pastos de Chile
Tu madre nunca se perdonaría
por esos pastizales malditos
De duelo hasta el viento crepitaba sobre los quemados pastos de estas
llanuras desplegadas fantasmales secándose como si fueran hojas que
el aire se llevara
i.
Verás un mar de piedras
Verás margaritas en el mar
Verás un Dios de hambre
Verás el hambre
Verás figuras como flores
Verás un desierto
Verás el mar en el desierto
Verás tu odio
Verás un país de sed
Verás acantilados de agua
Verás nombres en fuga
Verás la sed
Verás amores en fuga
Verás el poco amor
Verás flores como piedras
Verás sus ojos en fuga
Verás cumbres
Verás margaritas en las cumbres
Verás un día blanco
Verás que se va
Verás no ver
Y llorarás
Se encumbró entonces el océano
y nuestras pupilas miraban el portento
sin todavía creerlo
Escuchamos de nuevo las rompientes, las
infinidades de islas
subiendo igual que estrellas sobre el cielo
Allí está el Pacífico hombre, allí, encima,
de nuestras cabezas
y no lo crees y tus ojos lloran
y no puedes entenderlo y tus ojos lloran
todos los que amamos son el mar
Todo lo que amamos es el mar
América es un mar con otro nombre
i. Los desiertos de atacama son azules
ii. Los desiertos de atacama no son azules ya ya dime
lo que quieras
iii. Los desiertos de atacama no son azules porque por
allá no voló el espíritu de J.Cristo que era un perdido
iv.
Ay ése es el amor que hemos llorado tanto … se
largan los ríos que se aman … partiendo
Cauce abajo … arrojándose sobre las praderas
que lloraban mirándose … Nosotros somos las
montañas que lloraron mirándose dicen los ríos
que las llamaban … arrastrándolas
Borrascosos … tras las largas praderas que los
vientos subían … Quiénes nos subieron el dolor
de esas montañas se van diciendo las inmensas
praderas del cielo … Somos todos los pastos de
este mundo les contestan largándose los ríos
que se aman … abiertos … tirados … rompiéndose
Irredentos Chile entero lloraba los amarillos pastos que se iban perdien-
do en plena noche sin luz con todas estas llanuras clamando los nuevos
pastos de la madrugada
i. Y qué si redimidos nosotros fuésemos los pastos de la madrugada
ii.
Amor mío: guárdame entonces en ti
en los torrentes más secretos
que tus ríos levantan
y cuando ya de nosotros
sólo que de algo como una orilla
tenme también en ti
guárdame en ti como la interrogación
de las aguas que se marchan
Y luego: cuando las grandes aves se
derrumben y las nubes nos indiquen
que la vida se nos fue entre los dedos
guárdame todavía en ti
en la brizna de aire que aún ocupe tu voz
dura y remota
como los cauces glaciares en que la primavera desciende.
Te hablan ahora las rompientes de tu vida
Te cuentan de las falsas Itacas,
del naufragio en costas remotas
de tu cansancio doblándote hacia las olas
Te dicen que más allá está el final
de la tierra
que allí el mar se derrumba, que tu mar
amado se derrumba y que los barcos
nunca han vuelto
Te hablan en tu propia noche los temores
Que suenen entonces como algo que se
despierta estos poemas
como algo que está en tí, como algo que cruce el mar y se despierta.
No eran esos los chilenos destinos que
lloraron alejándose toda la playa se
iba haciendo una pura llaga en sus ojos
No eran esas playas que encontraron sino más bien el clarear del ciclo
frente a sus ojos albo como si no fuera de ellos en todo Chile espejeando
las abiertas llagas que lavaban
i.
Y era tu cara el borde de estos cielos,
el manto mío de las estrellas.
Al mirar hacia arriba no vi nada
sino tu permanencia, las pinturas
de tu rostro, la deriva de tus antepasados
inundando las altas nubes. Esos son los ríos que se abren.
Como en un sueño, cuando todo estaba perdido
Zurita me dijo que iba a amainar
porque en lo más profundo de la noche
había visto una estrella. Entonces
acurrucado contra el fondo de tablas del bote
me pareció que la luz nuevamente
iluminaba mis apagados ojos.
En calle Bandera
??entre la Compañía de Jesús y Huérfanos??
La urbe se agita
Mientras la multitud extravía inspiraciones
una hoja blanca se balancea eléctrica
aferrada a un cable telefónico
Con la estampida de las 12 p.m.
se precipita pálida
bajo las suelas rápidas del transeúnte
A eso del ocaso
detrás de un kiosco yace la hoja
a t e r r a d a
Su faz luce una mancha pop:
helado de frutillas
que escurre sobre el dibujo naif
de una familia tomada de la mano
Un bubble gum lacre su pecho
el escupitajo a sus pies
a-firma la civilidad cotidiana
Desde entonces
las vagabundas hojas sueñan
en campos virginales
ducharse desnudas bajo la luna
ausentes del shock capitalino
y de todos los edificios cómplices
que noche a noche
bostezan
con sus melenas de neón.
Soñé
que yo era un ave de otro planeta
Desperté pajareando
con las alas entumecidas
y con una veintena de bípedos
curiosos mirándome
(abajo la Capital de ojos brumosos)
tras los barrotes del zoológico.
(Incluido en el CD Poemas de Ida y Regreso,
Dúo Urbe-Provincia, Leutún, 2002).
Me cansé de pelear con los ególatras
¡Viva yo!
*
Cuando se juntan dos cobardes
algo no va a ocurrir.
*
VANIDAD
El que esté libre de culpa
que no se mire al espejo.
Dos palomas observan vitrinas
En el paseo peatonal
Se escandalizan de los maniquíes
Aprietan sus carteras añosas
Se miran
Suspiran
Y se dirigen al Banco del Estado de Chile
A cobrar la jubilación.
(Incluido en el CD Poemas de Ida y Regreso,
Dúo Urbe-Provincia, Leutún, 2002).
A C R I E O N N E E G S T s e a n t r i e e i m p b l s a a n l A T L A S tr o o a p t o n q a u u i g t a o Quiero conocer a mis nietos.
Lucy es la hermana mayor.
Se fue a Buenos Aires y allá se quedó. En sueños
jugamos a que yo la visito
o que ella despacito por los Andes
para no despertar la nieve.
La Pampa es grande
y la cruzo dentro de una carta
allí me apersono
le cuento que mamá es ‘más’ abuela
(ella más tía en consecuencia)
que el Metro cruza en cruz el centro
y nadie se persigna
que los valses pa las cármenes
ni las cuecas del dieciocho
son lo mismo.
Porque escribo estoy así Por
Qué escribí porque escribí ′es
Toy vivo′, la poesía
Terminóo con-
migo.
huero V a c u o
gastado e in-nútil ejer-
Cisio: «el adjetivo mata, Matta…!’
Fri-volidad ociosa, tediosa y
Esporádica
-hasta un cierto punto:
;
sobrevivo a una muerte
que podría vivirse.
Está mal hecha
La Mujer está mal hecha
dice la letra
de una cumbia
colombiana.
ESPANTOSA SENSACIÓN
cuando te consta y es evidente
que esa poesía que escribiste hace no mucho
también está mal hecha
La Poesía está
mal
hecha.
A la Gente Pobre se le comunica
Que hay Cebollas para Ella en la Municipalidad de Santiago.
Las Cebollas se ven asomadas a unas ventanas
Desde el patio de la I. Municipalidad de Santiago.
Tras las ventanas del tercer piso se divisan
Unas guaguas en sus cunas y por las que están un poco más abajo
Se ve algo de las Cebollas para la Gente Pobre.
el super poeta zurita se pasea
como un cristo bizantino por las calles de santiago
con el habla (mordiéndose la lengua)
casi perdida
erguido
el superpoeta es objeto, o tal vez víctima,
por dos veces
de sendos artículos en la dominical columna
del padre valente, crítico literario
del diario el mercurio, periódico serio observe las aliteraciones que giran en torno
a la r
no sólo es poeta, el superpoeta zurita
además, lo parece
se alucina se ilumina le observa el aura a la geografía de la faja
utopifica , como quien dice/ de alguna manera/
el superpoeta zurita
Se yergue a mayor altura que el cristo
de elqui de parra, el zuper poeta surita
zurita zurita
atiruz atiruz
neruda neruda
aduresn aduren
Se pajea/ se quema y se t ajea/ las mejillas.
A lo lejos se escucha un canto,
vago y tembloroso, lejano, lejano…
Una voz de niña, que en él va llorando,
vibra cono un dulce timbre puro y claro.
Solo y triste marcho
por este camino que guardan los álamos.
Veinte ciudades de hombres me separan de ti,
pequeñita que llenas mi corazón tan grande.
Entre nosotros dos, la distancia enemiga
aleja nuestros cuerpos, ávidos de estrecharse.
La lejanía yergue sus muros invisibles,
en donde nuestras manos vanamente golpean.
Ya nuestro amor no es nada sino un recuerdo, y una
claridad imposible sobre la vida mía.
ya todo nos separa, ya nos aleja todo,
y entre nosotros corre, como un río, la vida.
Pasas junto a mi lado como si no pasaras,
y yo no me detengo para verte pasar.
Nadie lo sepa, amada, y a pesar del espacio
que nos separa, hablemos con baja y lenta voz
de aquel amor que yace, como un niño dormido,
sobre mi corazón, sobre tu corazón.
Tú eras una divina mujercita pequeña;
cabellera de sol, grandes ojos de sombra.
Cuando seamos viejos, todo este amor enorme
se irá por los caminos y brotará en los huertos,
y será una ilusión muy lejana y deforme
que enturbiará la paz de nuestros ojos muertos.
A la tarde, soñando con lo que ya no se ama,
mascaremos recuerdos de amor en el tabaco,
y el amor temblará como una débil llama
en nuestra carne vieja y en nuestros rostros flacos.
Organillo sonoro de la música vieja,
¿Qué poema doliente se estremece en tu voz?
Esa canción amarga que se acerca y se aleja,
¿es un suspiro largo, o es un supremo adiós?
¿Qué quimera brutal, vieja y desconocida,
allá en tu pecho engendra esa trémula voz?
Yo no sé donde está mi camino de rosas,
Ni ese ancho cielo suave que miraron mis ojos,
qué mano despiadada, sobre el camino en sombras
echó siembra de abrojos?
Hoy que el ayer no existe, se me ha muerto el gozoso
tiempo de las auroras fragantes y encendidas.
Mujer, la de esos besos, la de esos largos besos,
la de esos besos breves, húmedos y calientes,
la del regocijado sonreír en la sombra
que iluminó la vaga blancura de sus dientes:
la de la casa humilde, con ventanas humildes,
en la calleja oscura, soñolienta y callada:
la que entre beso y beso me lo decía todo,
aunque entre beso y beso no me decía nada:
la del mirar risueño, la del reír risueño,
la del querer ardiente, violento y extenuante;
la que vivió conmigo, con nosotros, con ella,
esa noche de amor corta, como un instante;
la que turbó el solemne silencio de esa noche
con la voces amargas y dulces del pecado;
la que dejó en mis brazos, en mi ser, en mi vida,
eso que es el recuerdo de que nos han amado.
No, Señor Jesucristo ¡Yo no soy como todos!
yo pronuncio tu nombre con honda devoción.
Aunque arrastre mi cuerpo sobre todos los lodos,
alzo como una hostia roja mi corazón.
Y la elevo hasta Ti, hasta tu crucifijo
que aún guarda las heridas de la Santa Pasión.
Dulce y buen Garcilaso, pastor de églogas tristes,
dame tu don secreto de hacer suave el sollozo.
Préstale a mi Amador la voz acongojada
que ante el verde campo gemía Nemoroso.
Que en mis oídos suene su zampoña bucólica,
y llegue a mi alma el eco de aquel acento suyo
que en la campiña hacía llorar a las zagalas,
mientras las vacas mansas velaban el crepúsculo.
Llegó la triste noche oscura;
pasó la lluvia y no llegaste.
Para endulzar tanta amargura
no habrá miel rubia que me baste!
Llegó la noche, pasó la lluvia
Y no llegaste.
Después nos quisimos, es cierto,
y hasta casi olvidé ser triste;
pero esa amargura no ha muerto;
junto a tu fiel recuerdo existe:
Vino la lluvia, se fue la lluvia
Y no viniste.
Como el sendero blanco porque vuela mi verso,
eres tú, toda llena de cosas lejanas.
Llevas algo de extraño, de sutil y disperso
como el polvo que dejan atrás las caravanas.
Amas la lejanía y eres la lejanía.
No has soñado jamás con la paz de tus lares.
Madres de los poetas que en el pasado han sido,
vengo a hablar con vosotras de vuestros hijos tristes.
Carne doliente, en vuestras entrañas han dormido
y no los conocisteis.
Madres de los poetas que en el presente son,
con vuestra eternidad de ternuras y arrullo
calmaréis a los mares y al viento arrasador,
pero no al dolor suyo.
¿Qué he de hacer con mi voz sino cantarte siempre,
sino decirte siempre que eres bella y que te amo?
Toda mi poesía, oh Amada, no es más que eso:
el vasto nombre ardiente de amor con que te llamo.
Estás en mis cantares, bella y eterna y sola,
mostrando tu divino modo de ser hermosa.
Morena de ojos negros, como la noche negra
desde donde han venido mis temblorosos pasos.
Morena, la romántica, la pequeña, la risueña,
cuyo cariño duerme como niño, en mis brazos.
Dulcemente morena, como la sombra humilde
de tus livianos rizos en tus leves ojeras.
Y la noche terrible se te entrará en los huesos.
(Acaso en nuestras horas de amor lo presentiste).
En tu morada oscura, la canción de mis besos
pondrá un temblor de almohada sobre la tierra triste.
Mi espíritu a tu lado velará sin descanso,
disipando las nieblas oscuras de la muerte.
Voy hacia ti, mujer, después de alguna ausencia,
llenos de mis sonrisas y mis palabras suaves.
Me tenderé a la clara sombra de tu presencia,
y te diré otra vez eso que tú ya sabes.
Eso que tu ya sabes, pero que aún no entiendes,
eso que tu ya sabes y nunca entenderás.
Estoy solo en la vasta soledad de la tarde,
solo entre todo el mundo; junto a la vida, solo.
Caen sobre el camino polvoriento del parque
las hojas de oro.
Tú cruzas el camino, como yo, solitaria,
envuelta en una pálida claridad otoñal.