A Nati Revuelta
Toda mi vida ha sido un desastre
del que no me arrepiento.
La falta de niñez me hizo hombre
y el amor me sostiene.
La cárcel, el hambre, todo;
todo eso me ha estado muy bien:
las puñaladas en la noche,
y el padre desconocido.
A Nati Revuelta
Toda mi vida ha sido un desastre
del que no me arrepiento.
La falta de niñez me hizo hombre
y el amor me sostiene.
La cárcel, el hambre, todo;
todo eso me ha estado muy bien:
las puñaladas en la noche,
y el padre desconocido.
A Daniel
El juego está marcado desde el comienzo.
El niño, con esa oscura intuición de niño,
lo sabe,
y entra en la vida
haciendo de policía o de bandido,
o de ambos alternativamente
si es un niño complicado.
A Raúl Luis
Cuando un entierro con dos máquinas solas
pasa y nadie se fija, yo tiemblo, me estremezco,
palpito; siento miedo de ser un hombre.
Pero me sobrepongo.
Algo muy importante acaba de suceder en el mundo
y empiezo a tararear el himno nacional.
Los pactos entre bandidos y caballeros no funcionan
y llevan a la cárcel al caballero.
El bandido nunca se hará caballero
pero el caballero termina convirtiéndose en bandido.
Polemizar con Calvino
costó a Servet la vida.
Los dos eran protestantes,
pero Calvino era el jefe.
Olvidar es grato
pero peligroso:
la cárcel y la muerte
están llenas de seres olvidados.
Un poema puede ser
una máquina de la emoción
o una máquina de la inteligencia.
(La emoción pasa).
A Rufino Fernández
y María Luisa Mardones,
mis suegros.
Yo recuerdo, cuando muchacho,
que las hojas de los árboles caían
rápidas en el cien para significar
el paso de los años. Un gran viento
las batía, algunos copos de nieve,
y las hojas caían
sin angustia.
Cada vez que oigo hablar de un amigo
alq ue van a hacer ministro,
alguien borra una parte de mi vida.
Me quedo solo en el parque Aguirre
con aquella camisa Mc Gregor que jamás llegué a tener,
conversando en la noche con nadie.
Te devuelvo tus manos, tus muslos, tu silencio,
todo lo que fue bello entre los dos
y, como tal,
quedará para siempre en la fotografía.
Me quedo con once calcetines por casar, sin refrigerador
ni junta pra la olla de presión, sin el reloj;
y el canje de los libros, pendiente;
y mis dudas sobre el radio.
Ya esto se acabó. Vestido de rey
él sigue tomando baños de sol en la terraza,
y un periodista extranjero, alguien
desconocedor de las magias del difunto,
diría equivocadamente que a pesar de sus achaques
el enfermo resiste. Pero tú y yo, Señor,
sabemos que esto se acabó,
que todo ha terminado, que los pronósticos
se cumplieron.
tuve los mapas del alma en la mano
el capitán flint cortó seiscientas cabezas
entre arrepentidos y mujeres amables
perro negro llegó a las cientoveinte
una noche de puro delirio pensando en su madre lejana
pero zarpamos buscando
el horizonte las púas del mediodía
había también un barril con manzanas
dejamos atrás al ciego pew
que adivinaba el adiós en las manos
el pobre capitán con venas de oro
buscando la ruta el horizonte
el otro olor de la vida
contra mis ojos he sido un traidor
delaté el rumbo de los sueños
una nave que cobró el largo de plata
para que siempre quedara lejos mi madre también
en el barco se cometieron atrocidades
pero lo peor fue en la isla
nunca hubo joyas no podían existir
en la promesa que brilla en la palabra
yo conocía el mapa del alma
quisieron cercenarme la espalda de volar
cuando llegamos a la isla
querían un barril eterno de manzanas
para esconderme y soñar
una espada
que alguien clavara sobre mi asombro y mi lengua
yo que sabía las rutas del corazón
por el mar que todavía me entusiasma
tengo en los párpados la sangre que derramaron buscando
mi silencio al no haber tesoros
ahora sólo escucho y hablo al aire
enloquecido en una costa inútil
que el capitán flint con su cuchillo afirma
es el sueño esperado
con diez mosquetes en la garganta.
pero era esto el horizonte díganme si era esto
era esa levedad en todo el corazón y en la distancia que muerde
pero si ha sido tanta espera ves
dice la abuela en su sombra de huesos
pero si yo me morí tanto
y no comí para dejarles en el mantel las flores
y ahora todos se van se han ido hacia la nieve peligrosa
díganme que voy mal enrumbada
que estos cantos ya son la esperanza
y que el campo que arde es puro espejismo
para que mi ceniza no me envenene más
pero era este al fin el fulgurante sueño
era tanto maldito trapecio en la penumbra
y este viento con cara de perro apaleado
y la pared agonizante que se confunde con mis huesos
mi padre lo soñaba
marañón
lo masticaba como insulto marañón
y en las sábanas podridas del país
lamentaba su sangre en la arboleda
él que vino de lo remoto y sabe
que las fugas resultan infinitas
ah qué tierra de tan pasmosa desproporción decía
donde la ceiba puja junto al marañón
y espinas en la piel misma de los hombres
ah qué país para no tener nada
al cabo de los círculos del agua
el marañón del aire que te seca el rostro y las palabras
y los hijos de vientre enceguecido
y los amores palpitantes
y hasta el deseo empozado que el marañón aborta
ah qué país para que cubra mi esperanza
yo que bruñí las armas y velé
dijo mi padre antes de ser abandonado
y quedarse con tres inmensos palmos de mar en el hocico
díganme que es mentira respondan que llegamos
que el páramo me engaña
que la mentira no es la flor preciada del cantero
que el marañón no se metió en las aguas
para que todos callen para que todos se muerdan
la boca que esperaba el futuro para besar.
no quiero estar solo no cierro los ojos no quiero
estar solo sabiendo
que hay multitud risueña
en el pie siento estar solo en el borde gris de las pestañas
todos los días cae un tejado contra mi sombra
a veces es lunes a veces los elefantes
mastican mis dedos en la calle
no quiero estar solo y herido
hace miles de días hay arena en mi cuerpo
el disparo el choque las rajaduras decentes
que trataron de hacerme me han herido
no quiero estar solo amor mío mi alta
tiñe tu cabeza de esperanza
haz como si me vieras
ríe
desnuda otros peces junto a mí
porque cuando el cuarto se llene de cigarros
la madrugada triza los cuerpos
y nunca más comeré de tu cuerpo.
además de las malas profesoras
nos ofrendaste una amarga pupila
yo vi los dedos de jim morrison
apagando las velas de parís
el corazón de jim morrison
cayó en las cataratas del niágara
no hay saliva que lleve al olvido
nadie guía gratuitamente al olvido
y después de aquel sueño
qué podremos soñar
qué respiramos qué
luego de tanto puro y mal fulgor
cuál puede ser la noche del desvelo
el ojo que no llora porque ve
el sueño que se sueña sumergido.
uno es el hombre bah uno es el hombre
el que siempre quiere otra abeja
uno es el hombre suda se pone calzoncillos
acaricia hijos y naranjas
sale en las fotos junto a los ángeles del aire
y por la noche dice palabrotas
uno es el hombre madre mía un ser social
insólito insistente insatisfecho
un robinsón que vende las islas
una alimaña que necesita viernes
y que alza el brazo y mortifica
y siempre quiere diplomas y almuerzos
el agua el paramecio la rama quemada
miran a esta criatura y dicen ah llorando
uno es el hombre ese tierno enemigo
con huesos y con manos para soplarse la nariz
no pudieron inventar otra cosa.
anduve tanto tiempo tropezando con ropas ajenas
me volvían tan torpe los sonidos
hice tanto caso a las llamadas al alma
que decidí dejar la ventana abierta una vez
primero entraba el mar
navíos extraviados de oscuridad grifos
cartas que nunca más tuvieron ojos
puñetazos de agua contra arrecifes lejanos
y mi hermano sandokan oliendo el cielo de la mañana
como me acostumbré a contar el día
por la voz que cargaba el amanecer
seguí mirando el precipicio y la lluvia
bocabajo con legañas feliz
enfermo o escribiendo vendiendo el aire de la ventana
hasta que una noche murió mi niñez
no pude crecer más
el reino perdido es la justificación
no hubo más aire en los ciruelos
con el cielo pegado en la cara moría
impávido esperando
entró de día y mi sombra era suya
hablamos como viejos piratas
hizo cuentos de cuevas y madres que nunca tuvo
hasta que le hablé de mi madre
porque mi madre quería las ventanas abiertas
siempre ponía algo de cielo en la pupila izquierda
en la mano que jamás apagaba el cigarro
y dormía hacia el este para esperar señales
como hago yo esperando o esperándola
otra vez con todos sus dientes
para montar cisnes o que las nubes nos inviten
a buscar sombras cuando la ventana decida
hasta después de aquel vuelo magnífico
me miro un dedo y sirve para otra cosa
echo sangre entre los dientes delanteros
no he crecido buscando sombras en la oscuridad
de asesinos de generales de niños perdidos
de gente con el culo tan alto
que vigilan la entrada de aire en mis encías
aunque no cierre la ventana más
apoyado en la almohada de la ilusión
un dedo en el cielo y otro que toca un cadáver.
hay tanta soledad en una esquina
tan poco silbido en esa esquina
hay tanto frío que mis ojos se arrugan
buscando su modo de mecerse
todos tenemos una tela
la red insoportable de desnudarse
todos compramos una esquina del techo
para cazar lo inesperado
el amor las fogatas el disfraz de civil
nos hacen parecernos a la araña
que siempre rumia la madrugada siguiente
pero no te conviertas en mosca
pero no enarboles la espuma del corazón
todos tenemos una esquina
una red en la casa
esperando esperando esperando
ciegamente sin ojos
cruzando los dedos por si dios
se compadece y cae
su lomo devorado.
a la hora de lamer encendidos
como un motor fuera de borda
confundiendo sus ojos con el amanecer
lamiendo ríspidamente rompiendo el silencio
saben qué son las escaleras
no bajan la cabeza
no inclinan el color porque conocen los muros
miran las lunas desafinando
esta gata de menos de un pie
que se acomoda limpiamente en un zapato
busca a su madre busca a dios lame
los dedos que le doy busca a su madre y la mía
negra de madrugada que nos cae
hasta estornuda sin calostro
a la hora difícil se ríen del payaso
que inventamos para cubrirnos el rostro
cuando alzan el cielo te están mirando
beben desde la luna cuando tú tienes sed
la gata negra que viene junto a mi sien
abre sus dientes de diminuto hombre
sabe que soñé siempre panteras
y lo aprovecha de asteroide hirsuto
no canta no hace caso tiene un muro
en la memoria de los cinco sentidos
no dice buenos días está
sólo está
alza las patas
a la sombra total de la luna.
mirándolo bien el potro le devora el corazón
pero no parece precisamente esa víscera
pudiera ser una pradera incendiada
algo que recuerda a una mujer que soñaba
junto a una ventana en la calle viladomat
a la derecha el humo se convierte
en una viejecita que rezonga
el animal parece ser mordido por su víctima
que se niega a entregarse totalmente
brillan los ojos de la bestia
y en los del hombre se derraman estrellas
o tal vez unas pupilas que escondía con cierto egoísmo
perversidad
mucha perversidad
y por encima llueve lástima
que hace crecer un pasto en derredor
como un país perdido o una linterna
o tal vez son felices
uno metiéndose de esa manera en el otro
siendo ahora la misma sustancia
esa entrega que le negaron los hombres
con el hacha terrible de la moralidad
la sangre que se advierte es una esencia
como el rumor de un agua que atravesaron juntos
y en el horizonte hay una madre que huye
con una bandera que no reconozco
cuando hayan terminado la acción
es posible que el caballo escriba una carta
un acto asqueroso de contrición
donde culpe al joven por descuidarse tanto
y más tarde la hierba estallará
y las flores parezcan lejanamente desoladas
todo para que no se recuerde la sangre
para que olvidemos pronto la agilidad de la alegre mandíbula
y aquella madre que parece gritar en los límites
deje de verse cubierta por otro incendio.
grité el nombre de mi madre y me acusaron
me subía mi amor por los orificios y tres viejas
sospecharon de mis intenciones
aullé bajo la luna y nadie sabía
que nunca levantaría la mano delante de la hoguera
grité llamando a mi hermano
y me pusieron grilletes en la memoria
tenía un padre que no usaba corbatas
porque perdía lentamente el cuello
telefoneé a mi hijo y oyeron la llamada
sólo le iba a avisar que el gato molestaba
un pobre gato negro con poca sombra
un gato parecido a un amigo de provincias
pero alguien tenía una mano en la planilla
donde se me acusaba de gritar
y alzar los brazos miércoles alternos
desde entonces no llamé a nadie tras el hombro
mi madre quedó muerta de incomunicación otra vez
el hijo viene y susurra
una insatisfecha trae mi esófago sobre un cojín
para tratar de colocarlo en su sitio
y nadie sabe que el grito perdura
dentro de cada diente en los dedos
pero nadie sabe que un alarido
es también el amanecer.
tus dedos en la pizarra rosamaría ojos de náufraga
y las tres bárbaras con corazones de chocolate
maría isabel en el precipicio
donde se me acabó el labio con cari
supe encontrar un río
lo respiraba antes del alba
raíces y teresas que anunciaron su cuerpo en el agua
marías tempranas y hasta nombres de olvidos
me pusieron un dedo en el pecho
al lobo al inocente al que desató a mayra
del esqueleto donde la ahorcaron después
más allá del crepúsculo me hallaron
con unas alas que espantaban
otra la beatriz trepando en los muslos
y carmen recostada con sus tristes diabluras
quita la hoja de parra puta
muerdo abdómenes de adolescentes
quita el laurel de mi aurícula y encuentra
digo como llorando haciéndome el bueno
las anas que no recordé que recuerden
el sol que quise poner en sus pezones
ellas tendrán derecho a mi entierro
las de nombre inacabable las de blúmer rojo
la que quería ser la incógnita
hay una vez un prado detrás de la muerte
no son la vida
dedos
margarita o mercedes no fueron amanecer
frente al mar que todo lo tuerce
nora no salta las alambradas del corazón
pude resucitar
se abrió una puerta en el décimo piso
del crepúsculo en la vieja ciudad
estaba ella como animales corriendo
como los dolores que tuve siempre en los labios
estaba aguantando la luna
era el pedazo que le faltaba a mi moneda
la luz y la sombra la herida antigua
que vuelve siempre a ser cascada.
y eran tantas las rocas que luego
de tocar este sol y otros desconocidos
aprendí a ver
pero perdí cada pupila
y había tanto mar en mi pecho
una ola era distinta a la altura
entré decidido al oro de los peces
buscando hablar con dios y casi lo logro
en las tardes de paz cuando la espuma se tiende
en las olas pequeñas que nunca asustan
en el cangrejo casi morado que huye
de los pies de las olas pequeñas
salgo a respirar con mis algas
y miro una ciudad desierta
salgo en la voz espumosa del cangrejo
a ver si me salva ver vivir
porque aprendí que la vida era sólo
un alga adormecida dentro de mí
nunca había quien cambiaba un latido
por palabras y entusiasmo
lo oía de lejos
ahogado y fosforescente
violeta
metido en los huesos de la costa
que sostenían una penumbra llamada país
abría mis ojos a la espuma
escuchaba cantos maldiciones
la luz del horizonte me avisaba
la hora de regresar al abismo
yo inventé el pájaro de grandes garras
yo puse en mi espalda las cuevas del oro
yo me cambiaba el nombre para que me besaran
en mi camino dije
que ninguna otra roca podría abrirse
y abrí rocas diversas de refugio
yo soy simbad el agua que destella
en las olas de marzo haciéndote el loco
yo soy simbad la sombra del cangrejo
que visita los bordes de la noche
no tengo más oro que el sueño
nunca he sabido qué es un rubí
ni un diamante ni la vida
esa ciudad murió la asesinaron
porque buscaban o prometieron como yo
que el mar era posible.
si vas a nacer antes de mí
guardándole horizontes al sol
si alimentaras los pájaros
si de pronto te cortas las venas
dos horas antes de lo previsto
no salgas nunca con las vísceras
los dedos se manchan uno se vuelve insolente
sangra la acera también
si vas a poner el vientre contra un muro
primero fija el precio
el alma de estos tiempos se llena de herrumbre
con tanto salvaje que pasa al costado
si vas a regresar de alguna historia
trata de no volar sobre la ciudad
queda alguien siempre con mosquetes
y ojos en la ventana para bajar los sueños
trata de soltar la ropa sobre el mar
si vienes nuevamente abre los ojos
quítate los pezones de la cara
la muerte acecha y los tarados que aúllan
el desafuero y la falta de huellas
ya nadie tiene amígdalas felices.
Esta mujer es mía
mi instinto de animal
no me permite prestársela a un amigo.
No la comparto
ignoro si me presento ahora
como un monstruo ante ustedes
pero no cedo, no la doy
no le permito que entregue a nadie más
su corazón que a mí.
Y te busqué por pueblos,
Y te busqué en las nubes.
José Martí
Ángela, me dabas fiebre
me moría recorriendo tu cuerpo lleno de sobresaltos
y palabras inimaginables a tus catorce años.
Tengo un ala crecida
le pongo
hilos para que tiemble
le cuelgo títere del brazo
para que se alce
le hago vestidos de plumas
escenografías
para que pierda el miedo y eche a volar.
pero es un ala tonta o quizás
un ala muerta que nació
de la extensión de un pie
y no sabe romper la desconfianza.
Marilín en esta ciudad hay muchos hombres
infinidad de hombres colosales
magníficos gigantes. los hay de piedra
y también por supuesto de carne.
no sé cómo mirarlos y ellos no me ven
ni siquiera sospechan que los palpo
los desvisto pero
llevan coches maletas
a mucha prisa.
dejaré de saludar a todas aquellas
personas que no sean honradas
y mataré sus pájaros.
no pediré perdón aunque se ofendan
aunque exijan que las reconozca.
cuídense de los peligros del aire y de sus aspas
están cortando.
hay más belleza aquí que en ningún sitio
no olviden
en todas parten hay mucha belleza:
traigo un tiraflechas para matar lo feo.
el día se está perdiendo azul
tecleo y tecleo
pero no salen las ganas de verte
ni la mosca profetiza tu llegada.
me aguanto desespero
y no te llamo
porque bueno
la táctica la astucia
qué sé yo.
el toro de la primavera se me encima
estoy en celo
mi cuerpo untado de canela tiembla
como una cabra blanca.
entre tus piernas y mis piernas
un río fluye vegetal
hay ruido y mi oreja es un girasol
recién cortado.
fue la que siempre quisimos y faltó.
el invernadero estaba junto al parque
con sus cristales húmedos bajo el sol que entraba
en la tarde, o en la mañana, a colorear sus plantas.
yo me paseaba contigo de la mano eras
de estatura un poco más bajo que yo-
y así alcanzaba a ver, desde esa altura,
los tallos quebrados por mi madre
que componía y podaba las macetas de buganvillas.
en cualquier parte del mundo
qué importan las catedrales
los turistas que vienen y van
las instantáneas sus ruinas
y lugares bellísimos.
el hombre habla todavía demasiadas lenguas
necesita un farol el soplo de una luz.
sólo el niño sonríe
saca la lengua grita
hemos perdido sus símbolos.
mi mensajero puso girasoles
para el vértigo de las abejas
en la jarra violeta puso girasoles
de luz amarilla.
se los robó a Van Gogh a la vírgenes a las sombras
puso girasoles para bañar por las noches
mi cuerpo
y las flores son cosas extrañas
seres turbulentos entran como finas agujas
a hincar el corazón se instalan
en los precipicios y calman la locura.
las aspas
están cansadas de levantar el polvo sobre
objetos muertos
objetos en desuso.exhalan.desasosiego.
en una calle sinuosa una tienda perdida.
es junio y se llama paraíso.
recostada al vidrio mastico las yerbas
no veo nada particular definible: nada es caro.
con tus pestañas de madera abres la mañana,
para que inunde el polvo mi caserón despierto
y el sonido del aire meza las mamparas,
los cuadros que se borran bajo el sol,
su deuda de diciembre enamorando la claridad.
con tus pestañas recorres la distancia
y ocultas el amor.
desde que no te veo
las cosas han perdido sus colores:
el búcaro dejó de ser azul
los amarillos desertaron
y no puedo decirte
qué colores atravieso.
hasta los canarios supieron hacer un nido
sólo nosotros que no sabemos ser pájaros
destruimos las plumas y el color.
somos una especie formal.
también
planificamos el amor
buscamos llaves
y nos tratamos de querer
alumbrados
aunque sea
por un pequeñísimo mechón.
anoche
dimos el salto cualitativo:
de las piedras
pasamos a la cama.
no me puedo librar de ese ojo
que mira desde el cuadro
mis imperfecciones.
toda mi culpa de vivir
y querer
inventándome.
me estoy buscando
y tengo miedo
casi un miedo fanático
de haber sido cómplice
inacabada
porque tambien sonreí cuando quería matar.
aquí tengo en la cartera un chocolate.
apretada
le letra de un hombre se ha prendido
al papel que lo envuelve.
un hombre azul me lo envía
lo deja caer desde una nube.
un chocolate viene
desde un vuelo muy alto sin aviso
a mi boca
y en el gusto van entrando sus ojos.
como una cesta de paja
mi mano blanca y su pulgar girando
mi mano fina y oscura
para tocarte
cuando hacemos su juego
en el aire mi mano alta
de arrancar las frutas prohibidas
y abrir la yerba
mi mano constante precisa
que me permite definir esos contornos
la materialidad del mundo
la forma del placer mis ojos
mis oídos en la noche de espasmo.
una mujer se ha sentado en tu silla turca
sin desnudarse
tan sólo allí
cuando sueñas cuando vuelves
de las complicaciones.
una mujer está hecha de esa soledad
que existe entre lo cotidiano y el deseo.
vuela ante el parabrisas
te engaña se detiene
y luego escapa.
Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sordido horror tiene su encanto.
De modo que Cervantes era manco;
sordo, Beethoven; Villon, ladrón;
Góngora de tan loco andaba en zanco.
¿Y Proust? Desde luego, maricón.
Negrero, sí, fue Don Nicolás Tanco,
y Virginia se suprimió de un zambullón,
Lautrémont murió aterido en algún banco.
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
José Martí
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche,
sumidas ambas en un solo abismo.
Cuba o la noche (porque son lo mismo)
me otorgan siempre el mismo reproche:
‘En el extranjero, de espectros fantoche,
hasta tu propio espanto es un espejismo,
rueda extraviada de un extraño coche
que se precipita en un cataclismo
donde respirar es en sí un derroche,
el sol no se enciende y sería cinismo
que el tiempo vivieras para la hermosura’.
A la columnista; digo, calumnista, de un periódico
hispano en el estado de la Florida
Sus escritos, señora Nurka o Nurko,
más que en español están en turco.
¿El tema? Siempre el mismo: nada, nada.
¡Y al pie su horrible foto engalanada!
Sé que más allá de la muerte
está la muerte,
sé que más acá de la vida
está la estafa.
Sé que no existe el consuelo
que no existe
la anhelada tierra de mis sueños
ni la desgarrada visión de nuestros héroes.
No es el muerto quien provoca el estupor
es la sorpresa de ver cómo olvidamos
su propia muerte, nuestro gran dolor.
Queda el muerto, nosotros nos marchamos.
No es el muerto, no, quien se retira.
Somos nosotros que vamos discutiendo,
sobre el cadáver que mudo nos mira,
la posibilidad de seguir sobreviviendo.
¡No, música tenaz, me hables del cielo!,
donde es obligación cavar la tierra.
No creo que exista tal consuelo
donde sólo es vivir perenne guerra.
Pues quien del horror ya corrió el velo
sabe que sólo horror el mundo encierra.
Todo lo que pudo ser, aunque haya sido,
jamás ha sido como fue soñado.
El dios de la miseria se ha encargado
de darle a la realidad otro sentido.
Otro sentido, nunca presentido,
cubre hasta el deseo realizado;
de modo que el placer aun disfrutado
jamás podrá igualar al inventado.