Era el alba,
cuando las gotas de sangre en el olmo
exhalaban tristísima luz.
Los amores
de la chinesca tarde fenecieron
nublados en la música azul.
Vagas rosas
ocultan en ensueño blanquecino,
señales de muriente dolor.
Era el alba,
cuando las gotas de sangre en el olmo
exhalaban tristísima luz.
Los amores
de la chinesca tarde fenecieron
nublados en la música azul.
Vagas rosas
ocultan en ensueño blanquecino,
señales de muriente dolor.
De Occidente la luz matizada
Se borra, se borra;
En el fondo del valle se inclina
La pálido sombra.
Los insectos que pasan la bruma
se mecen y flotan,
y en su largo mareo golpean
las húmedas hojas.
Ya todos los caciques probaron el madero.
«¿Quién falta», y la respuesta fue un arrogante: «¡Yo!»
«¡Yo!», dijo; y, en la forma de una visión de Homero,
del fondo de los bosques Caupolicán surgió.
Echóse el tronco encima, con ademán ligero,
y estremecerse pudo, pero doblarse no.
Enorme tronco que arrastró la ola,
yace el caimán varado en la ribera;
espinazo de abrupta cordillera,
fauces de abismo y formidable cola.
El sol lo envuelve en fúlgida aureola;
y parece lucir cota y cimera,
cual monstruo de metal que reverbera
y que al reverberar se tornasola.
Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.
Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.
Indio que asomas a la puerta
de esa tu rústica mansión,
¿para mi sed no tienes agua?,
¿para mi frío, cobertor?,
¿parco maíz para mi hambre?,
¿para mi sueño, mal rincón?
¿breve quietud para mi andanza?…
¡Quién sabe, señor!
Hay una lámpara floreada sobre el piano
y una estufa de fierro.
Bebes el vino junto a la única ventana:
un autobús azul y plata cada cinco minutos.
Pides el cenicero a la muchacha
(alta flor de los campos ven a mí).
aún te veo en la Plaza San Martín
dos manos de abadesa
y la barriga
abundante
blanda
desparramada como un ramo de flores baratas
olfateas el aire
escarbas algo
entre tus galerías y cavernas oxidadas
caminas
aún te veo
caminas
más indefenso que una gorda desnuda entre los faunos
más gordo
más alado
y ya aprestas las doce legiones de tu lengua
granero de ortigas
manada de alacranes
bosque de ratas veloces
rojas
peludas
el gran mar de las babas
oh tu lengua
cómo ondea por toda la ciudad
torre de babel que se desploma
sobre el primer incauto
sobre el segundo
sobre el tercero
torre de babel
tú
que en 1900 fuiste lavado por tu madre en el mar de
La Punta
despacio
muy despacio
sin descuidar las ingles
las orejas
el trasero
las plantas de los pies
tú
que dormiste entre los muslos de tu abuela para no sentir frío
mientras los muchachos
los otros
hacían el amor con las muchachas
puedo ver tu gran lengua
ay sin madre
ay sin abuela
tu gran lengua después de la jornada
jadeante
horizontal
un poco blanda
tu gran lengua en la cama
con vírgenes y arcángeles
de lata
oh tu lengua en reposo
y aún se reproduce
despacio
muy despacio
y todavía engorda
oh comediante de los almuerzos de señoras
oh vieja bailarina
oh torre de babel en la gran cama
maltrecha ya
por los combates fieros de tu hermano
capitán ballestero de sodoma
príncipe de gomorra
flor de lesbos
y ahora
no más tu madre
no más tu abuela
no más tu arcángel de la guarda
y ahora
océano de babas
vieja abadesa
escucha
escucha mi canto
escucha mi tambor
no dances más.
1
Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa mas aburrida del suburbio
no habrian primaveras ni otoños ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieran
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.
Emilio Adolfo Westphalen
Anochece sobre la línea del tranvía.
Los avisos luminosos de Limatambo
son más lejanos aún que las estrellas.
No hay estrellas.
La fatiga es más larga que este día.
Antes de despedirnos
me invita a su casa.
I- Hampton Court
Y en este patio, solo como un hongo, adónde he de
mirar.
Los animales de piedra tienen los ojos abiertos
sobre la presa enemiga ciudades puntiagudas y
católicas ya hundidas en el río hace cien lustros
se aprestan a ese ataque.
Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas:
flores de palo entre la tierra de los hombres
y el espacio que habitan los abuelos.
No edificios construidos con usuta
donde las cenizas se oxidan sin mezclarse.
Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas.
Toda la noche han viajado los pájaros desde la costa -he aquí
la migración de primavera:
las tribus y sus carros de combate sobre el pasto, los templos,
los techos de los autos.
Nadie los vio llegar a las murallas, nadie a las puertas
-ciudadanos de sueño más pesado que jóvenes esposos-
y ninguno asomó a la ventana, y aquellos que asomaron
sólo vieron un cielo azul-marino sin grieta o hendidura entre su
lomo
-antes fue que el lechero o el borracho final y sin embargo
el aire era una torre de picos y pellejos enredados,
como cuando dormí cerca del mar en la Semana Santa
y el aire entre mi lecho y esas aguas fue un viejo gallinazo de
las rocas holgándose en algún patillo muerto
-y las gaviotas-hembra mordisqueando a las gaviotas-macho y
un cormorán peludo rompiéndose en los muros de la casa.
No era maná del cielo pero había comida para todos y amor de Dios.
De atrás del Tropezón venía el agua, pucha madre, todo el año venía.
A veces despaciosa y pálida como muchacha flaca.
Pero en enero cantaba más alta que los muros del canal.
La araña cuelga demasiado lejos de la tierra,
tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías
y tiene mal humor y puede ser grosera como yo
y tiene un sexo y una hembra -o macho, es difícil
saberlo en las arañas- y dos o tres amigos,
desde hace algunos años
almuerza todo lo que se enreda en su tela
y su apetito es casi como el mío, aunque yo pelo
los animales antes de morderlos y soy desordenado,
la araña cuelga demasiado lejos de la tierra
y ha de morir en su redonda casa de saliva,
y yo cuelgo demasiado lejos de la tierra
pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente
unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos
antes de que me entierren,
y ésa será mi habilidad.
Yo nunca vi la nieve y sin embargo he vivido entre la nieve toda
/mi juventud.
En las Salinas, adonde el mar no terminaba nunca y las olas eran
/dunas
de sal
en las salinas, adonde el mar no moja pero pinta.
Ellos son (por excelencia) treintones y con fe en el futuro.
Mucha fe.
Al menos se deduce por sus compras
(a crédito y costosas).
Casaca de gamuza (natural),
Mercedes deportivo color de oro.
Para colmo (de mis males) se les ha dado además por ser eternos.
Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.
Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Desde temprano
crece el agua entre la roja espada
de unas conchas
y gaviotas de quebradizos dedos
mastican el muymuy de la marea
hasta quedar hinchadas como botes
tendidos junto al sol.
Sólo trapos
y cráneos de los muertos, nos anuncian
que bajo estas arenas
sembraron en manada a nuestros padres.
(affettuosso)
Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavia.
El niño entró en la sombra de su árbol de extramuros
donde dejaba diariamente sus quehaceres de intestino.
Y si otro niño en árbol vecino se acuclillaba
y se aliviaba
brotaba entre ambos
la honrosa complicidad en la depuración
del buen animal.
En este profundo depósito
de catedral, hieráticos
como una triste cuadrilla de obreros de yeso
los santos esperan al restaurador.
En un altar y otro
fueron deteriorándose, atacados por las moscas,
las polillas y los abusos
de la fe.
Sido como fui el fauno real de Niza, la pantera -de
Argel- en el Hyde Park, gárgola alegre del
valle de Huamanga,
oh vedme convertido en el gorgojo tuerto del Danubio:
pimientos y vigilias sin rumbo y sin respuesta.
Virgen necia entre las vírgenes prudentes, un solo ojo
apestado que no ve
el cielo atrás del cielo, el triunfo de los hombres
que vendrán.
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Un perro. Un prado.
Un perro negro sobre un gran prado verde.
¿Es posible que en un país como éste aún exista un perro
negro sobre un gran prado verde?
Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado
ni manso ni feroz.
Soy
lo gris contra lo gris. mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena,
pero ese truco sutil
que me permite comer y burlar enemigos
me ha deformado. He perdido la simetría
de los animales bellos, mis ojos
y mis narices
han virado hacia un mismo lado del rostro.
Es mi hijo el menor. El que tenga ojos de ver no tenga duda.
Las pestañas aburridas, la boca de pejerrey, la mismita pelambre del
erizo.
No es bello, pero camina con suma dignidad y tiene catorce años.
Nació en el desierto y ni puede soñar con las caladrias en los
cañaverales.
Un cuerpo viejo pero trabajado para la pelea
madruga y danza
frente a los arenales de Barranco
Se mueve como dibujando
una rúbrica antigua, con esa gracia, y
sin embargo, está hiriendo, buscando el punto
de muerte
de su enemigo, el aire no, un invisible
de mil años.
El viejo talador de espinos para carbón de palo
cuelga en el dintel de su cabaña
una obstinada lámpara de querosene,
y sobre la arena
se extiende un semicírculo de luz hospitalaria.
Este es nuestro pequeño espacio de confianza.
No he prendido el lamparín de kerosene desde hace cuatro noches.
Mis ojos sin embargo están clavados en la mecha reseca.
Ciego ante las tinieblas como es ciega la polilla ante la luz.
Mis ojos de carnero degollado. Pobre mierda: lechuza de las dunas.
Está sentado sobre un pino caído.
Entre el balanceo de los árboles observa el espejear
de la esfera de aluminio
que corona la torre puntiaguda del Pabellón del Cáncer.
Difícil símbolo
la esfera.
El hombre baja la mirada. Su alrededor es más amable:
los pétalos de la ‘Cati en Llamas’ parecen crepitar en el verdor
de la yerba,
un insecto que sería avista si no fuera tan azul
taladra su nido en un alerce.
(homenaje a J.E. Eielson)
Qué hace ese intestino
Dormido en una cama
Recogido
Como un animal rosado
Sueña que sale del cuarto
Después de la lluvia
Por la ventana dorada
Se estira y curva
En el horizonte
Como un arco iris
Multicolor por supuesto
En los lejanos extremos
Ollas de barro
Repletas de monedas de oro
Oro del que amanece solo
Y con borborigmos
Oro de pobre
Mierda.
Lo que quiero recordar es una calle. Calle que nombro por no
nombrar el tambo de Gabriel
y el pampón de los perros y el pozo seco de Clara Vallarino y
la higuera del diablo.
Y quiero recordarla antes que se hunda en todas las memorias así
como se hundió bajo la arena del gobierno de Odría en el año 50.
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente,
pero sé que mañana serás del aire.
Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
¿sabes que mañana serás del aire?
Sé que el sol va y viene, inquieto, husmeándome
entre los cañaverales.
Sé que se demora en el cénit mirando ansiosamente el valle.
El sol era nuestra leona.
Una imagen, aún de humilde imaginación verbal como ésta,
va a la mente
y le pide que condescienda
con el poeta.
Mi familia no tiene médico
ni sacerdote ni visitas
y todos se tienden en la playa
saludables bajo el sol del verano.
Algunas yerbas nos curan los males del estómago
y la religión sólo entra con las campanas alborotando los
canarios.
Un cadáver puede provocar una filosofía del ensimismamiento,
sin embargo los estudiantes admirablemente
estaban entusiasmados con su muerto,
lo rodeaban
y discutían con fervor la anatomía de ese cuerpo de piel coriácea.
Yo aprendía otra lección:
la vida y la muerte no se meditan en una mesa de disección.
He medido en tus ojos, mudamente
todo el mal de mi horrible
desamparo de amor. No me has querido
nunca, y no me querrás. Ya no me vale
buscarte en otros ojos de mujer.
Yo te he perdido para siempre cuando
he sentido vibrar sobre tus labios
el asco de tu espíritu al besarme
No me has querido tú, que me comprendes
no me has querido tú, que eres tan buena,
no me vale buscarte en las demás…
Seguiremos tú y yo, pues que lo quieres,
por esa senda que te mostré un día
blanca de luna y de serenidad.
Vendrá una hora blanda, y yo le diré: –vamos–;
Y ella, sus manos dulcemente me tenderá…
Nadie nos verá ir por el blanco sendero…
Y nos alejaremos, para no volver más…
Y en la paz de sus ojos se copiará el camino
Todo lleno de luna y de serenidad,
la noche elevará vibraciones lejanas…
y nuestros labios, juntos, nunca se saciarán.
Finalizó en silencio mi poema de amor,
y no hubo ni ruegos, ni desconsolación,
¿Por qué?… Me está sonando a hueco el corazón.
Sólo quedó en mi espíritu, enfermo de dolor,
El eco agonizante, suspenso, de una voz
Que se fue modulando esa suave oración
Que reza por el alma de aquello que pasó…
Voy sintiendo como, de nuevo, mi cadáver
Torna a ser el paciente conductor de mi carne.
Sé que no es mi destino el que me lleva
a desoír las voces interiores
que a muchos nada dicen. Sé que hay algo
en mí, que tiene aquella efervescencia
de los fuegos internos. Inquietudes
de locura que estalla. Palpitantes
angustias de corrientes subterráneas,
y a veces, fugitivas claridades
que alcanzan hasta el labio…
Pero la vida está sobre el espíritu,
y el amor, que adormece los cerebros
con sus horas internas, y esa íntima
musicalización que nos arrastra
irremisiblemente, hacia las bellas
trivialidades de horas blancas….
Alma romántica, alma inquieta ,
Deja tus sueños sin hilar;
Deja tus sueños… su silueta
Ya no da sueños que soñar.
Alma, despierta, y sé discreta
Y sé secreta en tu llorar…
Amor, que como en fatuo fuego
Me iluminaste el corazón
Y me llevaste como a un ciego
Por tus senderos de ilusión…
Único ideal… ¿por qué tan luego
Te fuiste de mi corazón…?
No lo busques, que ha muerto ahogado entre tus manos,
sin alcanzar hasta tus labios.
¿Se enredó acaso a tu alma el perfume del muerto,
blando perfume a sangre y a recuerdo…?
Siempre es grato el sabor de las cosas lejanas,
únicamente es bello es ayer y el mañana…
Sólo quedan cenizas de aquel fuego, y al fin
volarán por mi espíritu, tiñéndolo de gris…
Suele decirse Amor sólo una vez; porque el
corazón da las mismas flores sólo una vez….
Tristeza vaga, inquieta, suave…
penas que nunca hemos tenido…
añoranzas… ¿de qué?… Dios sabe…
tristeza vaga, inquieta, suave…
penas que nunca se han sentido…
Nostalgia, desorientación,
conciencia de no saber nada…
resignación de ciego, helada;
ciega, brutal resignación…
¿se habrá podrido el corazón
en la mitad de la jornada…?
Naces, entre dolores
para dar a la muerte un nuevo cuerpo
que llevas a la nada,
seguir entre quimeras,
para alcanzar hasta los desengaños;
amar sin ser amado
para saber de las desolaciones
y conocer entonces
que la grandeza del alma es una horrible
ironía de Dios…
Y tener un cerebro que nos haga
saber serenamente
que nuestro propio mal a nadie importa;
y, al fin de la jornada,
abandonar el cuerpo a los gusanos
y seguir caminando.
Al principio tenían sus rasgos bien marcados: ojitos boquita pequeño mentón. Netos voluntariosos como si todos se sintieran ya alguien como si no hubiera roce con lo de afuera y todo perfil fuese de marfil. Crecieron un poco y la brisa tibia les destiñó algo el ceño – después se ensañó: el viento maligno les lavó los ojos los deslavazó – el rostro ya no arrostraba sino poco: tímidos, destemidos.
un color de sangre comprimida nace del relámpago y la lujuria abrupta de la tierra
lo borramos
un surtidor de agua nocturna nos disuelve en una lluvia de dicha
y ansiedad
lo cortamos
una concha de madreperla libera en su destello el misterio exhaustivo del placer
la hacemos polvo
un mar de fondo nos arroja a la única playa donde nunca es siempre
lo secamos
una llama muerde voraz a una mujer o una loba resucitada en el amor
la apagamos
perennes el color el agua erecta el destellar de la madreperla la ola
indetenible el deseo llameante son
un montoncito de polvo calcinado atestigua el tránsito de un verbo
conjugado
y su escondido pronombre personal
Una cosa ha estallado en el aire
qué cosa ? nada : cualquier cosa
un objeto volante no identificado.
Nada ha pasado
sólo entre el aire y nuestra piel algo
ha pasado como cuando
se sale al frío y respiramos
un aroma helado y tan sólo un instante
nos sentimos como llenos de aire perseguido
presagiado
como si desde la piel el aire eructara un sarpullido
una plaga de puntitos rojizos y blancuzcos
hemos dicho no pasa nada
porque nada pasa y es verdad
pero hemos quedado inflados
de ese aire maligno
y sabemos que ahora
falta poco:
una cosa en este aire que nos llena va a estalla