Lena

Pienso en ti
y tu imagen eleva en torno a mí una tan indestructible fortaleza
que ni el ariete de las nubes
ni la paz blanda de la lluvia
prevalecen
oh mi cisterna de silencio
contra el muro horadado de estrellas en el que me has plantado

Se arrastran los perros y la gente
se abre paso a codazos o lanza gritos
El tiovivo sin música del mundo
gira
Con su aureola de ojos infantiles
juego de sortijas del Paraíso

Sueño contigo
mi ciudadela sin fosos ni puentes levadizos
sin muros sin torres sin piedras ni matacanes
Me duermo bebiendo el vino demasiado denso de tu sombra
que cubre con su arquitectura sin más peso del que cabe en las balanzas
de luz y oscuridad
todos los montes y los campos
todas las viñas y países

Antes
se burlaba del buen tiempo mi boca
mientras que mis miradas nada temían tanto
como el ciclón del universo
ignorando si era una bestia
un árbol
un hombre
absurdos vientos me arrastraban
mis brazos batían los aires múltiples
y caía mi destino igual que las manzanas

Pero hoy
oh tú tan pálida
porque tú eres mi cielo y el doble espejo que los muros repite
y viene el infinito en mi prisión
escucho el silbo de las nubes
no temo a nada ni a nadie
hablo a las nieves del invierno

Versión de Antonio Martínez Sarrión

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Nada ha concluido

No ha concluido de agitarse el mar
golpe de espuma y olas
que semejan ropajes desplegados
y la naturaleza se expande todavía
maremágnum de piedras y de hojas

Los restos de jornadas caedizas
sobre armarios de luna levantados
infectan las alcobas en donde el rayo irrumpe
la fúlgura bastarda y vacilante
de todos los desagües

Sin embargo
Oh mi rayo
mi relámpago regio
Cuando desciendas sobre las montañas
rozándoles los belfos
oscuros toros cuyos flancos mugen
cual toneles que ruedan al fondo de las cavas
parodias de sarcófagos simulacros de tumbas
¿vendrás a rematar a esta bestia cansada
tú que sabes lucir abierto como el oro
tu destellante acero
tu capote de nubes
tus rodillas en tierra
como gallardo espada?

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Mi libro de canto dorado que no quiero leer de cabo a rabo.
Mi tarta de aniversario que no precisa de velas para estar iluminada.
Mi alcohol que transporta sin náuseas ni dolor de cabeza.
Mi banco para una inmaterial suerte de carpintería
Mi barco de recreo siempre listo para hacerse a la mar.

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Una noche

En el alba de los sentidos
entre dos jardines de cerradas verjas
elevados rastrillos de hierro aprisionando las hierbas y las gotas de agua
una negra mansión se perfila
de la cual amo la triangular pilastra
rematada por pesadas agujas a las que cual forzado sujeta está la noche

No existe tregua
crepúsculo o aurora permanece la torre de agudo tejado
el torreón sobrecargado de trampas
en torno al cual el tiempo monta guardia
auxiliado por sus nocturnos verdugos

A veces el ulular de una sirena
desciende de las oscuras orillas del río hasta las ventanas del sesgado caserón
y su grito penetra las cortinas
aplasta los dorados baldaquinos
para ir extendiéndose hasta formar coágulos en el pliegue de los tapices
fija desnudez

No existe tregua
el ladrido de los perros os acude a golpear la sensual fachada
tras los cristales hombres y mujeres siguen haciendo el amor
y más tarde los miasmas exhalados del río lentamente se aguzan

Una reja de cuerdas dejará que se filtre la acuidad del sonido
Esta voz ajustándose al hueco de todos los oídos
se ocultará en los nidos de termitas
en los huecos de muralla
propalándose por las canales gota a gota como el agua
y gracias a ella sabrá mañana toda la ciudad
que cuando la lámina de las realidades materiales termine de usar prodigiosa vaina de sueño
se desplomará la mansión
abismándose los durmientes
ahogados espantosos
en la reflectante marisma de los antípodas viciados

Versión de Antonio Martínez Sarrión

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Dedicatoria

Cada día más, del mundo exorbitado,
en solitario claustro pulo el verso
que he de ofrecerte.
Eludo la estridente paradoja
y la luz inhumana de los cohetes
-digo- tropos que pueden ofenderte.

Que tus tersas pestañas no se abajen
a luz ninguna;
que si lágrimas viertes, las recoja .

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Égloga IV

Muchacha: Ya sonó el despertador.
Parece
que amanece.
Tu marido no tardará en llegar
y si me encuentra…

Ya -terrones de azúcar- las estrellas
disuélvense en la leche matinal;
ya renace la vida pueblerina;
ya los gallos comienzan a cantar…

Oigo mugir un buey en la barranca.

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Ineludible poema del adiós

Sólo un occiduo sol que disemina
en tintas jaldes la silueta tuya,
extraviada en los riesgos de una esquina,
sin quien a mi fervor la restituya.

Blanco pañuelo
que tremolaste con enhiesto brazo,
signo será de adiós y desconsuelo
cuando se vuelva a presentar el caso.

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Inútil divagación sobre el retorno

Más adoradas cuanto más nos hieren
van rodando las horas,
van rodando las horas porque quieren.

Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted,
su perfume, su acento,
una lágrima suya que mitigó mi sed.

El oro del presente cambié por el de ayer,
la espuma… el humo… el viento…
Angustia de las cosas que son para no ser.

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La conversión

Prólogo

Pensamos que ya era tiempo de ser románticos,
y entonces
confeccionamos un paisaje ad-hoc,
saturado del más puro idealismo,
y barnizamos la luna
de melancólico color.

Adquirimos también
una patria y un dios
para los usos puramente externos
del culto y del honor.

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La esquina

Cuánto tiempo esperé contra la esquina
de mi perplejidad un grande amor;
cuánto tiempo esperé y cuando llegó
apenas pude caminar tras él.

La pantalla platónica -la esquina-
nos arroja la sombra torturada
de las cosas
que la razón glacial estratifica.

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Otra canción de otoño

Todos cantan a tiempo su canto postrimero.
Con la barba en la mano o de otro modo,
al llegar el invierno,
todos modulan su canción de otoño.

Cuando llora la carne,
cuando el aire es tan puro que nos ahoga,
y es tan lúcido el cielo que nos deslumbra,
descendemos cantando de las montañas
a beber agua turbia de la laguna.

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Romance del emigrante

Nublado sol de estas horas
en que no te puedo ver.
Sol azul como tus ojos,
el de ayer.

Postes… alambres… alambres
hasta el infinito y más.
Postes, alambres y pájaros
fatigados de volar.

Luz amarilla del sol,
sesgando sobre un trigal
-tu cabello y las ventanas
abiertas de par en par-

Postes… alambres… amor
vislumbrado al transitar:

furia de macho cabrío,
candidez de recental
y un pobre muchacho absorto
ante el milagro carnal.

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A Giselheer joven

De mi pestaña cuelga una estrella,
Hay tanto resplandor
Cómo voy a dormir

Y quiero jugar contigo,
No tengo patria
Jugamos a rey y príncipe.

*»Giselheer» , «Nibelungo» o el «Bárbaro», fueron los nombres
con los cuales llamaba Else a Gottfried Benn, con quien tuvo
una relación sentimental que dejó una honda huella en sus poemas.

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Escucha

«Ultima canción a Giselheer*»

Robo en las noches
Las rosas de tu boca,
Que ninguna mujer te beba.

La que te abraza
Me arranca lo que en mi sobrecogimiento
Pinté en torno a tus miembros.

Soy el borde de tu camino
La que te roza
cae desde lo alto.

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Estoy triste

Tus besos oscurecen, sobre mi boca.
Ya no me quieres.

¡Y cómo viniste!
Azul a causa del paraíso;

En torno a tus más dulces fuentes
Revoloteó mi corazón.

Ahora quiero maquillarlo,
Igual que las prostitutas
Colorean de rojo la rosa marchita de sus caderas.

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Mi piano azul

Tengo en casa un piano azul
Aunque no sé ninguna nota.

Está a la sombra de la puerta del sótano,
Desde que el mundo se enrudeció.

Tocan cuatro manos de estrella
-La mujer-luna cantó en la barca-,
Ahora bailan las ratas en el teclado.

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Obertura

Nos separamos en el preludio del amor…
En mi corazón resplandecía aún clara tu palabra,
Y callados fuimos extinguiéndonos en el torbellino urbano,
Bajo el velo de la tarde del turbio septiembre
En un sollozante acorde.
Así en la breve obertura de amor
Nos esfumamos de esta tierra
A través de paraísos hasta las puertas del cielo-
Y no fueron necesarios los juramentos de amor eterno
Ni los besos del azul y mágico crimen.

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Resignación

Abrázame maternal y suave,
y muéstrame el reino celeste,
Tú noche soñadora;
Y haz descansar mis pesares,
~ Ocultos en tu regazo ~
Sobre rosas y sobre hojas de plata
En el profundo polvo de la tierra.

En la luz crepuscular, en el brillo crepuscular
Se pulverizan tus ensueños
En la suntuosidad azul de las nubes.

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Sulamita

¡Oh, yo he aprendido en tu dulce boca
a conocer tanto de las bienaventuranzas!

Ya siento los labios de Gabriel
ardiendo sobre mi corazón…

Y la nube de la noche se bebe
mi profundo sueño de cedro.

¡Oh, cómo me hace señas tu vida!

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Tarde

Pálidas están mis ganas de vivir, …
Caí tan sola sobre la tierra,
Nunca ha sabido un hombre de dónde vine,
Sólo tú, pues algún día me uniré contigo.

Las bahías me rodean desde lejos,
Todas las cosas las vivo en la espuma.

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Viene la noche

Viene la noche y me sumerjo en las estrellas,
Para no olvidar en el alma el camino a casa
Pues se enlutó hace mucho tiempo mi pobre país.

Descansan nuestros corazones emparentados de amor,
Emparejados en una cáscara:
Blancas almendras-

Sé que tienes, como antes, mi mano
Encantada en la eternidad de la lejanía…
Ah, mi alma crujió cuando me lo confesó tu boca.

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Alba de no entender nada

El horizonte salta a los ojos de su amor
arrastrando consigo la esperanza de sobrevivirse
en este olvido sonrosado de carne y de sí mismo
se está lejos de ser puro
en mi vida te veo
desleída inasible
los brazos se buscan los brazos se alargan
imaginarios
desde una a otra orilla de la llama

Quisieran matarme
pensando volver a verte
no hallarían de ti más que la esperanza de estar desnudo

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Aunque bajo el temor

En el fondo estas mujeres necesarias del frío
estas mujeres sin recuerdos más allá de los abedules
palidecen sin saber por qué

El cielo en cambio está enfermo de pizarras
y sus cabellos caen como pozos de mina

El cielo el cielo ingeniero amigo mío
construirás un velero con el soplo que me anima
puesto que el reloj hace el dragado de nuestros fastidios
y su círculo viene a ser nuestra corona a menudo de espinas

Sobre el horizonte de ciego que la hora mojada tentalea
los pichones se conducen como segundas intenciones
empleando hasta el final la mano de obra del otoño

Auque la tarde haga sus víctimas
si tú no temes el deterioro de los mares
ven con tus párpados hinchados por un aire familiar
ven a expandirte como los autores de cartas anónimas

Sol de las cumbres sol

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Brisa loca

Un esplendor sin velos en el hueco del aire
¿quién no ama a las gaviotas que desprenden tus buenos modales?
quemando impaciencias en el corazón del mar
deja ondear el ritmo de una veleta altanera
por otra parte nada es más digno de ti que
el pudor de un párpado humedecido

(pero tú te equivocas de
tristeza y de lámpara
soñadora
pequeña casa gris
tristeza de la lámpara
de las abnegaciones en el fondo marítimas
por una extraña coincidencia
camisa gris apenas
con toda el alba esencial de una botadura de barco
me deslizo camisa
hacia el infinito
me deslizo
camisa
con placer)

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Carne de mi carne

Entre lirios de falsa alarma
la insistencia de una avispa deja adivinar tu cuerpo
el ardor ahoga una presa demasiado mía para ser fingida
nodriza de dos filos sobre su lecho de convidado
el ardor deshace el nudo de la marisma viviente
donde el amor te esparce y se retira

El ancla de tu palidez se sumerge
hasta la detención de las formas es aquí
donde la lluvia se pinta de azul el corazón
y furtiva una corriente de aire
desmiente ese gesto que significa ignoro
el bello blanco que ofrezco

El ojo lava su párpado al borde confuso de la duda
y descompone tu cabeza en siete ruiseñores mórbidos
lo hay ya necesidad de apagar nuestras heridas
espacio por sí mismo se olvida para plegarse a tus alas

Traducción de Gerardo Diego

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El corazón viene a encallarse en su forma habitual

La transparencia viaja a lo largo de sus brazos
la transparencia prolonga una vida sin amargura
es en el lecho de su lago
un pedazo de ella misma de ella misma rodeada
centellear de las sombras alud inimitable
el ámbar desnudo de la vida ya no ofrece resistencia

(Una mirada nos separa
un día hermoso nos enluta
porque edificas tu casa
con todo lo que de mí mismo ignoro)

Traducción de Carlos Barral

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El mar en persona

He aquí el mar alzado en un abrir y cerrar de ojos de pastor
He aquí el mar sin sueño como un gran miedo de tréboles en flor
y en postura de tierra sumisa al parecer
Ya se van con sus lanas de evidencia su nube y su labor
A la sombra de un olmo nunca hay tiempo que perder

Crédula exquisita la oscuridad sale a mi encuentro
Mi frente abriga la corteza del pan que llevo adentro
cortado a pico sobre un pájaro inseguro

Y así me alejo bajo la acción del piano
que me cose a las plantas precursoras del mar
Un ciervo de otoño baja a lamer la luna de tu mano
Y ahora a mi orilla el mundo se empieza a desnudar
para morirse de árboles al fondo de mis ojos.

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El niño ofrece sus ojos a los tallos del viento

Deshechos como lechos profundos de gestos pero descarnados
dejando caer nuestras paredes a lo largo de nuestro Mcuerpo
en este otoño que no osa llenar la distancia entre tus manos
en este otoño desfigurado por el color de mis desvelos

Paseando las sombrillas de un viento de carne mis cicatrices
han olvidado sus llaves en los furtivos reflejos de las aguas
pero la canastilla que flota allí llena de pestañeos efímeros
me indemniza de tantas y tantas puertas cerradas detrás de ti

Comparte tú mi angustia y mis banderas llovedoras
vela por el canario que persigue su flauta entre mis huesos
que come y bebe las tardes en los huecos de una lengua ausente
exponiéndose a ser sorprendido demasiado lejos de mi sueño

Traducción de Gerardo Diego

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El umbral de las calumnias

El surtidor de alma donde tu esperanza se abate es sólo una hipótesis falsa aunque bonita

Todos los jardines empiezan por sanarte
Te mueves
y la luz se enturbia
crees que evitas las zarzas y entonces es cuando tus cabellos se tornan transparentes

Comprendido por la distancia hermano de tu hermano tierra de tu tierra
el jardín te relame con motivo del jardín de tus poros

Tu frente desmigaja las tardes desde la cúspide de tus alabanzas
Hay ya algunos barquitos en tu saliva

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Interior

Tus cabellos están fuera de ti misma sufriendo pero perdonando
gracias al lago que se deshace en círculos
alrededor de los ahogados cuya gotera de pasos muertos
ahonda en tu corazón el vacío que nada vendrá a llenar
aún si sientes la necesidad de zurcir

aún si tu nuca se pliega a los menores caprichos del viento
que exploras tu actitud y ahuyenta la ventana allí dormida
y abre tus párpados y tus brazos y se lleva
si tienes necesidad de zurcir
todo tu follaje hacia tus extremidades

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Locura de la danza

Su olor se alía a la obediencia de mi memoria
si en el mundo existen hojas ella no tiene la culpa
En los muros de alas sus olvidos vienen a ser muebles de época
su voz agrupa en la sombra las ráfagas de ojos negros

Sus manos de habitación que comunica con el establo
respiran el orden que reina en el corazón de los rompientes de luz
sus ojos se agrietan en la superficie de un agua de mesa
sobre la mesa una flor sostiene su presencia de espíritu

Ella come las víctimas de un durmiente solitario
Al andar desprende una estatua a cada paso

Pero cuando su piel no es más que una nueva forma de obediencia
la pelusa que mi alma despide hacia su ombligo
sale en tribus de nieve o de huesos sacudidos por la danza
sale de los pequeños túneles de mis piernas visibles

Traducción de Gerardo Diego

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Montoncitos de desnudez

Islotes de soledad puños de paraíso cerrado
el azul del cielo alumbra mejor que ningún otro síntoma
las relaciones que existen entre mis ojos y los brotes de mujer
cuando la sombra desella el ave que cifra la esperanza del mundo

Pero tú controversia en el verdor
provisto de brazos para vencer la repugnancia de los soñadores
reloj que dosifica el viento de las aventuras
separada de mi cuerpo por una antigua victoria
coronada de rosas iniciativas
por qué piensas que nunca es demasiado tarde
cuando las playas vacilan entre el cielo y sus menudos quehaceres

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Nadie desciende de una lámpara

No mientas más enfermedad
sólo ha quedado un olvido
llévatelo lejos de aquí
las acuarelas de la sangre tamborilean
la tarde de sus brazos la he tomado
llévate todo
sostenida por sus dos tinieblas
sombra y sol te lo juro
allí donde el perdón se derrumba
en traje de novia la ignorancia trapea
donde el sol recibe las confidencias para hacer qué
imposible recuerdo me llama dulzor
escúchame sin niños de agua adormilada
tú me amas corazón de arena noche y día
tú me amas
cumbres delicia ya no soy aquél
que el cielo oscurecía fuera

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Naturaleza muerta

El precio de tu silencio
y la aureola de las losas
el día reducido a tu mano
la mano reducida a su invierno apremiante

la salida deja que mueran sus mirlos
soltando una carne azulada
como los ojos que siguen lentamente
fuera del dominio del oro tus piernas irradiantes

todo lo imprevisto en el relámpago de un cuchillo
todo el horizonte en la espera de un sobresalto
todos los secretos todos los pesares en una estrella

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No todo estaba dicho

Entre tú y yo el cielo ahogaba a su presa
entre el orden y tú la fuga encamaba a sus peldaños
entre el ala y yo el alba amaba su sangre fría

Entre tú y yo los verdores innatos soltaron
el pecho de vidrio y de trueno
arrastrando carriles de espuma gracia inútil
en los parajes dolorosos para una sola persona

Escombros de llanura por todas partes donde la boca serpea
cuando mi cadáver aún está en su casa

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Punto de referencia

No a la arena ya su soltura
no a los pies dispuestos a la persecución
no a un techo más cálido que otro
no a la noche perforada detrás de la oreja
no a los guijarros heroicos a las capas de polvo
no a la llamada del oro adulterado de las dudas
no a los adioses a las mentiras a las reconciliaciones
a todo lo que no sea asegurarme
que ni tú ni yo hemos existido nunca

Traducción de Carlos Barral

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Silla felicidad

La caída de vuestros cabellos es el ángel que me eterniza señora
pero cada día nos sirve un ala de horizonte posible
en la vajilla que rompe vuestra risa
sobre el fondo incansable de vuestro carácter

El abanico instalado en vuestro aire de familia
retiene su soplo y vuestro rostro se aquieta
fuera hace entonces frío todas las piedras están huérfanas
todos los puños cerrados todas las cenizas al acecho
cada gota de sol testimonia una voluntad opuesta a honrar vuestras deudas

Parcialmente sentado sobre un filón de alma no me atrevo
a oscilar de miedo a que cielo y tierra rechinen los goznes de nuestra vida privada
si yo os contemplo la noche deposita un sauce en la llanura de los suspiros
si me duermo el viento abre el armario de mi espalda
y deja huir las alas de los verdores

Traducción de Gerardo Diego

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Vendimia

Un gran viento se ha levantado entre tu espalda y tú
un gran viento armonioso de sorpresas y pámpanos
en el que voy raptado por un celo sin máscara
hacia ese último extravío que un racimo de olvido asombra

La estatua corporal del éxtasis es sacudida
sin embargo porque el sol al cabo de fatigas
no se acuerda de haber quemado tu sonrisa
sólo la niebla que cae despliega sus alas de helecho

El proceder ilimitado de la otoñada desfallece
en los brazos transparentes de un bello curso de mentiras
y el amor reflejado al filo de los adioses se derrumba
labios abandonados concluidos como dos remos

(La única manera de ser dos es creer en tu dolor
dándole un sentido a la tarde que tiembla y se deshoja
como un ramo de azares escogido aprisa en, el destino
de un ser llamado a producir un tierno despojo mortal )

Este mundo reconstruye el crimen de haberte visto
enteramente desnuda
antorcha
no domesticada

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Verdad capital

Como ala una concesión a la sombra
un gusto definido por los peligros al sol
una vida corta
una reserva prudente

En la escuela de los vencidos el hollín empavesa sus ventanas
el rosal que te ignora ocupa aquí poco sitio
las contingencias se agolpan a la puerta como mendigos
el error se guía por su volumen

La tormenta flaquea en la espera
La mía

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Verdores innatos

Amiga mía eres tierna hasta el delirio
aquí está la hierba que sube por tus piernas
qué llama ligera
puesto que en cada oreja una anémona
la tierra jamás escucha las palabras que uno quisiera
hagamos nacer mariposas suscitando inquietudes
suscitando caléndulas para huir a no importa dónde
no demasiado pero sin embargo
¿no es así?

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