Si en vez de ojos
me hubieran puesto piedras
de ríos cristalinos
o fragmentos volcánicos
o semillas
de ojo de venado.
Con los húmedos
ojos de un molusco
me habría conformado
para no tener nada
con las lágrimas;
quizá no contaría codazos
ni empellones
ni andaría buscándole bolsones
de luz a las ciudades.