En mayo, qué ave era
la que amó mamá. o hablo de las mimosas.
Dice que no recuerda el nombre de los ríos que circunscribían su
pueblo natal: aunque
siempre se ahogaban
un varón y una hembra en verano un varón y una hembra en verano.
Poemas cubanos
Había que ver a este emigrante balbucir verbos de yiddish a español,
había que verlo entre esquelas y planas y bolcheviques historias
naufragar frente a sus hijos,
su bochorno en la calle se parapetaba tras el dialecto de los gallegos,
la mercancía de los catalanes,
se desplomaba contundente entre los andrajos de sus dislocadas,
conjugaciones,
decía va por voy, ponga por pongo, se zumbaba las preposiciones,
y pronunciaba foi, joives decía y la calle resbalaba,
suerte funesta déspota la burla se despilfarra por las esquinas,
y era que el emigrante se enredaba con los verbos,
descargaba furibunda acumulación de escollos en la penuria de
trabalenguas,
hijos poetas producía arrinconado en los entrepaños del número y
desencanto de negociaciones,
y ahora sus hijos lo dejaban como un miércoles muerto de ceniza,
sus hijos se marchaban hilvanando castellanos,
ligerísimo sus hijos redactando una sintaxis purísima,
padres a hijos dilatando la suprema exaltación de las palabras,
húmedo el emigrante se encogía entre los últimos desperfectos de
su vocabulario rojo,
último padecía para siempre impedido entre las lágrimas del Niemen,
fin de Polonia.
Dile
a las niñas una u otra o vayan a posar un pie en la
habitación.
Entre, el notario.
Dé fe: tiene permiso para escriturar con palabras al
pie de la letra o tergiversarlas.
Mi asunto es otro.
Para Jorge Rodríguez Padrón
con Pizca
Le cupo amar los gorriones.
Porque era un hombre abundante y detestable quiso creerse oscuro
como si fuera un habitante de la ciudad de Viena
condenado a inspeccionar el mundo desde los
ventanales que Stalin concibió en el Kremlin.
No es el hijo, ni del lobo ni de la cordera, de ahí su sentido de la
organización.
Acabo de contar 28 gaviotas rumbo al poniente. No es capaz de
bajar las escaleras corriendo como si hubiera visto un alma en pena
para comunicar a su mujer Guadalupe la noticia: 28 gaviotas
le recuerdan la fecha de su nacimiento, se retiene,
algo sombrío y que no remite de pronto lo apremia.
Impávida: la princesita de Babiera en nombre de la
continuidad deshoja los narcisos.
Decapita las moscas.
El universo desde su ventana un bufón: colecciona torsos,
enjambres, debate la alegoría de los cuerpos, redondea
y ofusca un acertijo.
Dispone para su entretenimiento el ultraje de las formas.
En lo más crudo del invierno de 1981 encontramos en el único tiesto
vivo que quedaba en casa
una violeta
minúscula que en pleno día sin sol de sí arrojaba unas sombras
numerosas que se esparcían por el techo y por todas
las paredes
de la sala, desaprecían por las cuarteaduras y la hendija de las
maderas, nuestras
niñas
dijeron que se fugrían a los manantiales: no era vivamente todavía la
voz del hambre ni el diácono de las hroas
que llegaban
en su yegua con sus numerosas navajas barberas a raspar las cabezas
o cepillar algún mueble cuyas virutas
traerían
a la memoria los años e abundancia en que el caracol echaba de sí
grandes
multiplicaciones
y la luz nos confundía con aquellos limones grandes como vejigas de
oro: mucho
nos desalentó
aquella flor y más aún la luz que caía sobre el plato rebañado con sus
vestigios de otra luz
a la que sucumbieron
las grasas dulces de nuestras mujeres en sus faenas, la cópula dorada
de nobles panes a la mesa y el enredo de cuatro peces quietos con
su ojo de techo
en los platos.
Es una casa pequeña a dos niveles no muy lejos del río en un
callejón de Praga. En la madrugada
del once al doce noviembre tuvo un sobresalto, bajó a la cocinilla con
la mesa redonda y la silla de tilo, el anafe y la
llama azul de metileno.
Y se preguntan, cómo produjo aquel sauce
manzanas. Y
para qué, azules. No obstante, el salmón
de la alberca llegó del mar
y los niños
hablan de unas dalias mínimas que crecen en
sus agallas.
…por hacerme placer, me vino a dar
el idolillo, el cual hice echar luego en un río.
SANTA TERESA: Vida
Los ídolos de cobre sobre el río
pusiste en obra del amor llagado.
Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Melodía de la sombra penetra la dureza
de la piel acompañante y ya me pide
un anhelar pasivo que la incline
al borde níveo donde el aire empieza.
Dulce secreto la gaviota o ya se afine
la sombra que extendía la pereza
de la piel, negando que al irse se descuelgue
de la sonrisa en que muere su destreza.
En el chisporreo del remolino
el guerrero japonés pregunta por su silencio,
le responden, en el descenso a los infiernos,
los huesos orinados con sangre
de la furiosa divinidad mexicana.
El mazapán con las franjas del presagio
se iguala con la placenta de la vaca sagrada.
Sin aumentar su poder,
Júpier ya no merienda,
y que el instante comprenda
la lucidez sin ceder
el rasguño de la venda.
La naturaleza fascina
la escama que se inclina
tanto al aire que al cristal,
cuando hiende el calamar
a la cipriota divina.
Sin dientes, pero con dientes
como sierra y a la noche no cierra
el negro terciopelo que lo entierra
entre el clavel y el clavón crujiente.
Bailados sueños y las jácaras molientes
sacan el vozarrón Santiago de la tierra.
Mira, mi bien, cuán mustia y desecada
del sol al resplandor está la rosa
que en tu seno tan fresca y olorosa
pusiera ayer mi mano enamorada.
Dentro de pocas horas será nada…
No se hallará en la tierra alguna cosa
que a mudanza feliz o dolorosa
no se encuentre sujeta y obligada.
¡Zumba, mamá, la rumba y tambó!
¡Mabimba, mabomba, mabomba y bomgó!
¡Zumba, mamá, la rumba y tambó!
¡Mabimba, mabomba, mabomba y bomgó!
¡Cómo baila la rumba la negra Tomasa!
¡Cómo baila la rumba José Encarnación!
Ella mueve una pierna, ella mueve la otra,
él se estira, se encoge, dispara la grupa,
el vientre dispara, se agacha, camina,
sobre el uno y el otro talón.
No me has visto. Siglo. Siglo. Oh, prestigitador.
Al lado de la carpa inmensa venden
barquillos. ¡Y algodones de azúcar!
Y dicen: «Ya estamos hartos de tus opiniones.»
No me has visto. No has venido a preguntar por mí,
el de los dedos cortados.
Por ahí viene el calor. Doblándose en los postes
cae su pergamino de oro.
Viene huyéndole a los gritos que el mar suelta, solo, de pie en la costa de Cojímar.
Adela entra en la siesta.
El verano se le para en los párpados de leche
y le exprime un limón maduro
entre los pechos.
Estoy parado en esta esquina –
entre la cordillera y el mar,
entre el sur y el desierto.
Soy pobre, pero no puedo vender mi pobreza,
ni cambiarla por un augurio.
Seguramente estoy esperando algo
parado en esta esquina del mundo,
pero ya no sé qué.
mírame bien / ves esta cara redonda como el parche
de algún tambor de feria / te pregunto
la ves/ tú estás seguro que la ves
si así es puedes rajarla no más con proponertelo
lo harás cogiendo tus baquetas golpeando
un poquito más duro que antier / te aseguro
que hoy no hará la misma fuerza que mañana
rómpela / pronto / rómpela
no te detengas / yo me torné inmaduro difícil cuestionable
yo conservé el error y la posibilidad de lo imperfecto
yo celebré el desliz que salía caliente de mi plexo solar
y de mi cara
metía y meto la pata en cualquier hueco y el riñón
menos apto y el pulmón y la cara /
mira que fallo cometió el universo
al empujar tantos litros de sangre a este abandono
acercarte perfecto
puedes coger el martillo / hacer añicos
mi cara / este trozo de terracota mal moldeada
yo sé que piensas que se parece a un cero / pues no
lo pienses más / decídete y golpea
que el cero es una posición muy incómoda
ven machácala y anda / machácala y trota
podrás hacerte un escalón
cuando ya esté mi cara derrumbada
Juntémonos en tu casa el sábado.
Sí: tiremos cualquier cosa a las brasas-
auque sea un hombre:
sí: volvámonos caníbales –
eso da prestigio y fama –
eso hace que uno deje un trazo
como hace el caracol sobre la tierra –
si es que la Tierra es algo.
No te he abandonado.
Estoy aquí contigo.
Te han atado en la costa
a un madero,
entre el mar que desdeñas
y la tierra que amas.
La marea sube; el poste
resistirá. Mientras tanto,
los cangrejos pueden comer tus vísceras.
Marmóreo, altivo, refulgente y bello,
corona de su rostro la dulzura,
cayendo en torno de su frente pura
en ondulados rizos el cabello.
Al enlazar mis brazos a su cuello
y al estrechar su espléndida hermosura,
anhelante de dicha y de ventura
la blanca frente con mis labios sello.
¿Quieres sondear la noche de mi espíritu?
Allá en el fondo oscuro de mi alma
hay un lugar donde jamás penetra
la clara luz del sol de la esperanza.
¡Pero no me preguntes lo que duerme
bajo el sudario de la sombra muda…;
detente allí junto al abismo y llora
como se llora al borde de las tumbas!
Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
A quienes disimulen tus milagros
y se laven el alma:
a quienes siembren lanza entre tus páginas
Hijo nuestro perdónalos
clavados en la cruz de la Palabra
¡no saben lo que nacen!
Una nostalgia de islas yo tenía:
prisionera del mar
Venecia retenía mi niñez: sus canales
recordaban mis rizos
y rezos solitarios.
Toscana me esperaba
y como siempre ocurre
la vocación de amor tendió los puentes.
Y hoy aquí en la Florida me confirma
el prisionero mar:
a quien vive en Florencia con amor
le sobra isla.
La música vuelve a ser luz, y la poesía
sentido inefable. La sencillez es lo último:
no se puede empezar por el final.
Chopin
1
Si has tenido la audacia
de visitarme en sueños,
tu presencia será sin fin.
13
Velar dentro del sueño
mejor que en la vigilia,
no sea que se fugue el ritmo.
14
De arremansarse o desquiciarse
no puede darse el lujo
fatal la mano izquierda.
15
Dar con una armonía
nueva se logra a costa
de perderse en la realidad.
Isla
lejos de ti es cerca del punto
más sensible
de la herida del tiempo:
lejos de ti mi cuerpo elástico
en un lecho de filos
que amenazan al viento
Lejos de ti la sed y el hambre
no se sacian
con halagos de frutas y chorros de agua:
lejos de ti es la soledad concreta
(los que viven en ti sólo conocen
la otra soledad:
esa que tiene siete letras)
isla
lejos de ti es dentro del pozo
vacío de los sueños
Lejos de ti mis manos corren
con avidez
por las carnes de un mundo de poema:
hasta el dolor
hasta el placer
se me desplazan
por un gemido abstracto al borde de la tierra
Isla
lejos de ti mi vida es la ironía
el garabato tierno de un escritor ausente:
una paja
en el ojo simbólico del cielo.
Aunque parezca tierra lo que piso,
bajo mis pies el mar baila unos aires
de no sé qué país desconocido.
La vida nos propone cada cosa!
Y nosotros optamos por dejar
que el arte -desde su fino alero
volado sobre los precipicios-
responda por nosotros.
Mientras aguardo ante el papel en blanco
la precisa intuición
que inaugure el desfile de palabras,
un arqueólogo en Lima saca a luz
una pareja que duró milenios
hasta mostrarnos su soñar gemelo.
Rollizos como infantes
más vestidos al uso de la gente.
Las estrellas binarias
tienen misterio para los pasajes
más oscuros del tiempo y del espacio.
Las hay oriundas de una misma nébula
y las hay que se acercan fugazmente
siendo de tal intensidad y pureza
el mutuo halón que ya forman sistema
aunque la peregrina siga rumbo…
…con la fuerza adquirida,
hacia donde la quieta al fin se impulse.
Fui pintor y me pintas,
poeta eres y soy yo quien te canta
desde mi nueva voz redonda: marinero
se hace en la tarde el sol.
Me extendiste la senda de tus versos
para abrazar con libertad el destino.
Te encomiendo una tía y una madre,
dos hijos y un planeta.
Las campanadas tienen duende
y las fuentes son nómadas.
Los árboles extienden su cultura
con la amistad del hombre
y se hacen confidentes, marineros.
Hablo de la ciudad muy bien mirada
por ti: inventada hasta el colmo.
Aquí se da cobijo a los que se aman
y se desacralizan los relojes.
¿Desde cuándo la lluvia no me daba alegría?
¿Desde qué época lejana de juegos,
carpas blancas y prendas extraviadas?
Hoy durante el desayuno comenzó
a llover más allá de los cristales
y sentí una sonrisa diluirse
en mí al contemplarla.
Gozo es la poesía compartida
y el unísono, música:
melodía de cuello largo
que expande el corazón.
Mira el Cristo, dijimos a la vez
dejando atrás la terminal de barcos,
el café de helados frutales,
la plaza de leones franciscanos.
Su corazón es forja de poemas
y basta alzar la vista a dar con cielos
oblicuos, como Giotto los pintara
en Asís hace unos siete siglos.
Ama con brío El Salvador, del mundo
pa¨ªs breve en los mapas, amplio en temple
y sensibilidad, que a inmenso vibra:
sol ferviente en maizales de esperanza.
La música es el cuerpo
más cumplido para el aura del hombre
porque el hombre es un cuerpo todo oídos
al que acuden las voces en concierto:
tiene oriente la música
como perla recién amanecida.
Pobre de los que llevan aura
de desierto y el cuerpo repoblado
por tatuajes inmundos:
estar envuelto en música cadente,
sudada a propio ritmo,
es el ansia del sordo de nación.
Yo sólo soy el punto de partida:
el bizantino vuelo
hundido en soledades
o rescatado en beso.
El más leve matiz de una discordia
entre el agua y las islas
me sería fatal
de no existir Florencia y sus almohadas
de magnolias y mármoles.
Doble el exilio nuestro: de la isla
improbable que alimenta mitos
y de la siempre verde
ciudad soñada en prójima intención
por algún mago etrusco.
Doble la soledad:
ser huérfanos de calles suficientes
con vecinos de mármol (soportales)
y carecer de techo que se preste
al apremiante impulso de una palma
inaugurándole ventana al cielo.
Qué deberá asentarse de mi viaje:
¿la caricia en el aire y los olores
o la inclemencia de los tiempos?
¿el esplendor oriundo del paisaje
o la humana aflicción?
¿la dicha de vibrar en lar nativo
o la fugacidad de esa vivencia?
No hay isla para mí
(hasta los ciegos pueden ver los signos
pintados en los muros de la vida)
no hay isla y eso es todo
ni aquélla
ni ninguna
ni aún la más querida
de ese vasto archipiélago
que verdece en los sueños
No hay isla para mí
porque no hay playa a toda vela
ni pétalo habitable por mi nombre
(pregúntale a algún Juan si tiene tierra)
si sólo amar
de mar a mar
los brazos extendidos
y el grito a flor de voz
ardiendo a plena ola
pero nunca la arena de la isla
para plantarse allí
sembrando azul a ras del sueño
Pon tus grandes amores
(como Abraham a su hijo
aquella cabizbaja madrugada)
en el altar que te señale el sueño
Y si por un milagro sobreviven
será
transfigurados por el rito en fuerza germinal:
para lanzarse
a poblar el desierto
El amor de unos ojos se mide
en años luz
en universos
y sin embargo
quién puede sostener un loco abrazo
tan siquiera una vida
Fatalmente los brazos
caen del sueño
como pájaros de agua
y allí quedan los ojos
centinelas
cautivos
de ese hermoso durmiente de los siglos:
el corazón del mundo
El sueño es como el amor
un centro sin confines circulares
carente de hemisferios:
un pez inesperado en cuya boca
se esfuman las ideas:
un pez ensimismado en cuyos ojos
se resuelve el océano
Mi vida se reduce a un descamino:
sangre y voz en pos del sueño
que se escapa
de la punta de mi pluma
siguiendo el túnel de mi brazo
al corazón del silencio
Mi vida es un pez conmovido
torpemente
por la angustia de la arena:
a pura sangre y voz
mi vida es la palabra impronunciable
que se agita
en la punta del sueño
ce reveur définitif
Andre Breton
El rostro verdadero de los hombres
se refleja en la espalda de la luna:
cargadores de sueños
bajo el bochorno tenso
de un viejo mediodía
que se estrenó en la medianoche
de otra esfera
y dura todavía:
cargadores de sueños
a pura voz y alma
sembrando de canciones de huesos
y de sangre
la límpida figura piramidal
del infinito