Subes centelleante de labios y de ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.
Amor, en el mundo tú eres un pecado!
Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!
Subes centelleante de labios y de ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.
Amor, en el mundo tú eres un pecado!
Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!
I
En el agua quemante el sol refleja la mano de cenit
Amo el amor
El martes y no el miércoles
Amo el amor de los estados desunidos
El amor de unos doscientos cincuenta años
Bajo la influencia nociva del judaísmo sobre la vida monástica
De las aves de azúcar de heno de hielo de alumbre o de bolsillo
Amo el amor de faz sangrienta con dos inmensas puertas al vacío
El amor como apareció en doscientas cincuenta entregas durante
cinco años
El amor de economía quebrantada
Como el país más expresionista
Sobre millares de seres desnudos tratados como bestias
Para adoptar esas sencillas armas del amor
Donde el crimen pernocta y bebe agua clara
De la sangre más caliente del día.
Pálida Teresita del Infante Jesús,
quién pudiera encontrarte en el trunco paisaje
de las estalactitas,
o en esa nube que baja, de tarde, a los dinteles,
entre manzanas blancas, en una esfera azul.
Caperucita parda,
quién pudiera mirarte las palmas de las manos,
la raíz de la voz.
Ayer te volví a ver, barrio de mis once años
y encontré la mitad de mi nostalgia
apoyada en una clara cruz de malva,
custodiando una sal de blanca usanza,
sobre el delgado muro de tu casa.
Miré tu monasterio en la colina,
con tres siglos de paz en los aleros
y con palomas que abren en el cielo
su corazón de musical garbanzo.
(cantos menores)
(1957)
(Por remover su cárdeno tesoro
en la ceniza fiel hundí mi mano:
en mi mano temblaron ascuas de oro,
momentos, sueños, de mi ayer lejano.
Me quedan, de mi cándida aventura
estas canciones que al olvido entrego,
huellas de una indecible quemadura,
marca indeleble de mi oculto fuego.)
*
Esta muchacha tiene dos hijitos
medio abandonados, saldo de su divorcio.
¡Oh, cuál te adoro! con la luz del día
tu nombre invoco apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aún te llama exaltada el alma mía.
Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se concentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.
¡Ay abuela! este cariño
a que osáis vos llamar sueño,
ha nacido con mi lira,
ha crecido con mi cuerpo…
seis veces del sol en torno
fue girando el globo nuestro:
pasan soles, mueren lunas,
vienen Mayos, van inviernos
y tan fijo y tan constante
mi amor vive que sospecho
que ha de morir con mi vida,
si no es como el alma eterno.
I
¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a ti ¡dulce amor mío!
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?…
A ti, sin nombre para mí en la tierra
¿cómo te llamaré con aquel nombre,
tan claro, que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?
A LA MEMORIA DE UNA JOVEN
¡Nadie se muere de amor!
¡Cómo habías de vivir
si amando, pobre mujer,
tenemos que combatir,
y el luchar nunca es vencer,
el luchar siempre es morir!
Cuando entre galas y flores
amor te daba la palma,
le dije a tus amadores:
«No le habléis tanto de amores
que tiene sensible el alma».
¿Dónde la amiga mía,
en dónde está la hermosa compañera
de tanta lozanía
y tanta gallardía
que daba envidia a la gentil palmera?
¿Adónde te hallaremos
si en esta soledad no te encontramos
por más que te busquemos,
por más que te llamemos,
por más que sin consuelo te lloramos…?
I
Pálida está Magdalena,
grande pena sufrirá,
los ojos hundidos tiene
reventando por llorar.
El talle encorvado al suelo
cual en mustia ancianidad
parece que por la tierra
busca su atento mirar
las hormigas que en el huerto
a sus pies vienen y van.
No es posible, Señor, que a quien te ama
no vuelvas la mirada enternecido;
pasión ninguna el corazón inflama
que tu aliento, Señor, no haya encendido:
no es posible, Señor, que quien me llama
me consienta partir como he venido,
melancólica, pobre, avergonzada
de no lograr de ti ni una mirada.
Tú, huéspeda de villa populosa,
yo de valle pacífico vecina,
tú por allá viajera golondrina,
yo por aquí tortuga perezosa:
tú del jardín acacia deliciosa,
yo del arroyo zarza campesina,
¿qué indefinible, rara inteligencia
enlaza seres de tan varia esencia?
La muerte toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.
Xavier Villaurrutia
Amémonos ahora,
es duro el tiempo de la espera,
vamos a hacer el trance más perfecto.
Ésta entre las demás horas es hermosa:
hoy tus ojos están humedecidos.
Bajo el ala de la noche
que deja
su huella imprecisa
bajo la sombra
del corazón repudiado
rumores de vidrio
rozan el sueño esquivo.
En esa hora que rezuma olvida,
en esa hora secreta y desgarrada,
la piel que me contiene
se llena de nostalgia y latidos.
Amor, hijo de Poros y Penía,
pobre como su madre la Pobreza,
cazador sin fortuna,
un solo pensamiento en la cabeza.
Lo que intenta alcanzar se desvanece
apenas alcanzado;
vuelve a buscar, y busca,
lanzando redes, flechas y añagazas,
infatigable, pobre desgraciado.
Amor, eres lo único que tengo,
agua que entre mis dedos se diluye,
que cuanto más persigo, más me huye,
por más que mi penar sin fin prevengo.
Tenaz tormento que al latir sostengo,
casa en la arena que el azar destruye.
I
Amor que desazonas lo que tocas
y que al fuego le das color de olvido,
al gozo lo traduces en gemido
y la alegría en aflicción trastocas.
¿Por qué la reciedumbre de las rocas
no traduces en suave y tibio nido,
y del profundo mar enardecido
la furia entre tus brazos no sofocas?
Locuramor gritando su batalla,
desde un cielo sin luz, inexpresado.
Me creciste de pronto en el costado
como una inmensa flor que me avasalla.
Una roja tormenta me restalla
dentro de cada poro enamorado,
me recorre un incendio desatado
y un trueno en cada glóbulo me estalla.
Tú miras. Desde lejos
ves el dulce universo que diriges.
Y mis labios perplejos
con tanta vida afliges,
y entre todo temblor, mi pecho eliges
Sara de Ibáñez
I
Este amor que construyo en tu alabanza
y que habita en tu casa de rumores
no nada en oropeles, ni esplendores,
mas resiste lo adverso y la mudanza.
Tu cuerpo de sí mismo se desata
Y cae y se dispersa tu blancura
Y vuelves a ser agua y tierra oscura.
Octavio Paz
Wabinureba
Mi wo ukigusa no
Ne wo taete
Sasou mizu areba
Inamu to zo omou
(Estoy tan sola
Mi cuerpo es una hierba que flota
cortada de raíz.
¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia!
Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo
sin haberlo soñado, sin que nunca
un ligero esperar prometiera la dicha.
Esta dicha de fuego que vacía tu testa,
que te empuja de espaldas,
te derriba a un abismo
que no tiene medida ni fondo.
En el llamado Libro de Cocina, códice V, de la Universidad de Pisa, leí una receta verdaderamente curiosa titulada «Anónimo deseado». No me es permitido reproducir la receta, sólo puedo decir que metí ls manos en una pasta fría y que trabajé con la imaginación hasta ver las cosas más curiosas y encantadoras de varios mundos.
miel en todos los panes
miel en todas las bocas
miel en ti, amado mío,
con una pizca de canela,
y una cucharadita de vainilla.
No entiendo
tu manera
de amarme,
amor
que amas
si huyes.
Íbamos de camino.
Mi cariño en sus brisas te oreaba.
Tu cabello llevado entre los céfiros
era también como brisa del alma.
Eras también como brisa en la brisa.
¡Qué claridad rumorosa mis ansias!
¡Oh transparencia vital que encendía
toda mi vida cual fuego en luz blanca!
Mira los aires, alma solitaria,
alma triste que sola vas gimiendo.
Asciende, sube. Amor te espera.
La cima es alta. Escaso, el aparejo.
Aleteante, temblorosa y blanca,
te veo subir con retenido esfuerzo.
Hoy llega el sol donde hasta ayer la luna.
Yo iba contigo. Tú con tristes ojos
parecías la tarde en la mañana.
Mi amor, al verte triste, atardecía.
Atardecía, pero alboreaba.
Pues yo te quise más. Para alegrarte,
la luz del mundo celebré más ancha.
Y mi alma entonces exhaló el perfume
agreste y fresco que madruga y canta.
(fragmento)
Y tú, amor mío, ¿agradeces conmigo
las generosas ocasiones que la mar
nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas,
casi en el tacto, como yo,
de la caricia intranquila entre dos maniobras,
del temblor de tus pechos
en la camisa abierta cara al viento?
Oh rápida, te amo.
Oh zorra apresurada al borde del vestido
y límite afilado de la bota injuriante,
rodilla de Artemisa fugaz entre la piedra,
os amo,
sombra huidiza en la escalera noble,
espalda entre trompetas por el puente.
No lo supimos la primera vez;
lo extraño,
que lo hacía distinto de los sueños,
no estaba en ella, ni
en ser menos real,
más pálida y ausente,
humana donde el mórbido cuerpo imaginado.
Tampoco en la premura
de gestos que, al contrario,
habíamos fiado a maravilla
ni en las voces que nunca imaginamos
-«De un pueblecillo cerca de Jaén»,
decía, todavía en rosada
ropa interior,
como en un envoltorio de farmacia.
Y tú amor mío, ¿agradeces conmigo
las generosas ocasiones que la mar
nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas,
casi en el tacto, como yo,
de la caricia intranquila entre dos maniobras,
del temblor de tus pechos
en la camisa abierta cara al viento?
¡oh! Cuánto tiempo silenciosa el alma
Mira en redor su soledad que aumenta
Como un péndulo inmovil: ya no cuenta
Las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
A golpe igual del corazón que adora
Aspirando la magia embriagadora
De tu amoroso afán.
Ese amor que cada mañana canta
y silba, temeroso, matutino, inútil
(también silba)
bajo las húmedas tejas de los más solitarios corazones
-¡Ave María Purísima!-
y rosas son, o escudos, o pajaritas recién paridas,
te aseguro que escupe, amoroso
(también escupe)
en ese pozo en el que la mirada se sobresalta.
luminoso amor que todo lo transformas
de qué astro, de qué luz, de qué vida
has venido
¿de dónde?
por qué cerro, por qué ladera, por qué montaña
has bajado
¿por dónde?
para amarte como te amo
para amarte como te amo ¿de dónde has venido?
Junto al pozo llegué,
mi ojo pequeño y triste
se hizo hondo, interior.
Estuve junto a mí,
llena de mí, ascendente y profunda,
mi alma contra mí,
golpeando mi piel,
hundiéndola en el aire,
hasta el fin.
I
Todo respira amor: la mariposa
se sacia de perfumes y de luz;
ebrios de aromas los insectos vuelan
vacilantes, temblando en el azul.
Las ramas de los árboles se besan–
¡Qué más himno, Señor, que el mes de abril!
Amor de los incendios y de la perfección, amor entre
la gracia y el crimen,
como medio cristal y media viña blanca,
como vena furtiva de paloma:
sangre de ciervo antiguo que perfume
las cerraduras de la muerte.
I
Cuando, más tarde, me alejé de ti
al hoy enorme
vi, cuando empecé a ver,
gente alegre y cabal.
Y desde aquella hora tardía,
tú sabes de cuál hablo,
tengo una boca más hermosa
y unas piernas más ágiles.
Pero chiquilla, te recomiendo
algo de seducción en los grititos:
carnal me gusta el alma
y con alma la carne.
La castidad no puede rebajar la lujuria;
si estuviese hambriento me gustaría saciarme.
Me apetece que la virtud tenga trasero
y que el trasero tenga sus virtudes.
Si tu corazón te pide el ropaje
del amor
nada puedes hacer para engañarle
no hay manto de avaricia
que sea capaz de hartarle
ni halago hipócrita que le reprima
ni suficiente oro en el mundo
para comprarle apaciguamiento
lo que vale a tu corazón ansioso
es sólo la compañía piadosa
cálida
del trabajo compartido
del alimento para las largas horas de vigilia
del susurro tiernísimo de los dedos
sobre la espalda
y siempre
y sobretodo
los ojos límpidos y confortables
-nido de ave en celo-
de ángel ciego del canto liberador
Amor de sueño amante que otro cielo
revive en su interior desdoblamiento,
unión la de los ojos y el aliento
que las manos aparta de su celo.
Amor de cuerpo y sombra ceniciento
de paisajes recónditos al hielo
de color y de aroma y de desvelo
puro como la muerte y como el viento.
El amor es como dos piezas dentarias.
Cuando una se va…
la otra se descuelga se descuelga…
de la encía de la vida va y se desengancha.
Poco a poco y puerilmente,
inútilmente sube o baja.
Hasta llenar el hueco que dejó su antagonista,
hasta besar el espacio que ocupaba.
Mete las armas, traidora,
vuelve tus ojos vellidos,
oye mis llantos agora,
quita las manos, señora,
con que arapas los oídos.
Tus deseos son cumplidos
y mis días,
ora harás alegrías
si alguna pasión te daba
el gran despecho que habías
cuando de mí conoscías
que en verte resucitaba.
Di, rapaz mentiroso, ¿es esto cuanto
me prometiste presto y a pie quedo?
¿Andar mirlado entre esperanza y miedo,
cercado de respetos, hecho un tanto?
¡Sus!, tus varios favores, risa y llanto,
dalos, Amor, a quien se lame el dedo;
los que me diste a mí te vuelvo y cedo:
no quiero soñar más cosa de espanto.
Amor, no es para mí ya tu ejercicio,
porque cosa que importa no la hago;
antes, lo que tu intentas yo lo estrago,
porque no valgo un cuarto en el oficio.
Hazme, pues, por tu fe, este beneficio:
que me sueltes y des carta de pago.
Era la sombra del amor,
la sombra del amor: no pudo ser.
Ya pasó por mi vida otro dolor,
ya pasó otra mujer.
No era su pecho mi cabezal,
no eran sus manos las guiadoras
por el camino triste y fatal.
No ha de apagar su lámpara el poeta,
aunque el fino pincel de la mañana
el desnudo cristal de la ventana
pinte con el azul de su paleta,
sin tejer otra lírica violeta
en la ideal corona que engalana
tu divina cabeza soberana,
por buena, por hermosa y por discreta.
Llegado septiembre tendrá fecha nuestro contrato,
debo un par de letras al banco de la fidelidad
y tú, que el deseo te ha prestado hipoteca,
no pareces darte cuenta que el amor se hunde
como las pinzas de la ropa caen
aullando por mi patio interior.
Esta semana, amor,
cuando te marches de vacaciones
haré un escáner a la ciudad,
agotaré la VISA de compras toda la tarde,
visitaré antiguos amigos que te disgustan,
besaré bares y discotecas de moda,
he de beber toda la rutina con ron helado
y regresar de madrugada,
sin remordimiento quizás me levante a las doce
y si sale, por qué no, compañía
estarás jodiéndome como siempre.