GALOPE

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.

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ASÍ TE QUIERO

A Conchita Piquer

El día trece de julio
yo me tropecé contigo.

Las campanas de mi frente,
amargas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio.
Mi corazón de madera
muerto de flor y de nidos,
floreció en un verde nuevo
de naranjos y de gritos,
y por mi sangre corrió
un toro de escalofrío,
que me dejó traspasado
en la plaza del suspiro.

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OJOS VERDES

I

Apoyá en er quisio de la mansebía
miraba ensenderse la noche de mayo;
pasaban los hombres y yo sonreía
hasta que a mi puerta paraste el caballo.
«Serrana, ¿me das candela?»
Y yo te dije: «Gaché,
ven y tómala en mis labios
que yo fuego te daré».

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PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR

A José González Marín

Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.

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PROFECÍA

«Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez séntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!»

¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Dió!?

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TRINIÁ

I

Al Museo de Sevilla
iba a diario Juan Miguel
a copiar la maravillas
de Murillo y Rafael.
Y por las tardes, como una rosa
de los jardines que hay en la entrá,
pintaba a Trini, pura y hermosa,
como si fuera la Inmaculá.

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Homenaje (La estatua que te erijan, poderosa)

La estatua que te erijan, poderosa
y tenue amada del desgarro, tenga,
en homenaje a tanto amor, corona
de espumas combatientes, manto de agua
detenida y azul, túnica roja.
Una mano en el vientre sobre el vuelo
corto de un blanco pájaro, la otra,
en homenaje a tanto amor, caída
ligeramente sobre el pecho, rota.

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Lo que vale una vida

Estoy en esa edad en la que un hombre quiere,
por encima de todo ser feliz, cada día.
Y al júbilo prefiere la callada alegría
y a la pasión que mata, la renuncia que hiere.

Vivir entre las cosas, mientras que el tiempo pasa
-cada vez menos tiempo para las mismas cosas-
y elegir las que valen una vida: las rosas
y los libros de versos, y el viaje la casa.

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A un esqueleto de muchacha

Homenaje a Lope de Vega

En esta frente, Dios, en esta frente
hubo un clamor de sangre rumorosa,
y aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una fugaz mejilla adolescente.
Aquí, el pecho sutil dio su naciente
gracia de flor incierta y venturosa,
y aquí surgió la mano, deliciosa
primicia de este brazo inexistente.

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Cuando se yerga el girasol dormido

cuando alcance a romper a alfilerazos
la estrella que no alcanzo y sus pedazos
me vistan de coral enardecido;
cuando mi grito ceda a tu gemido
y el silencio se pueble de retazos
de cielo azul y puro, entre tus brazos…
me sabré , al fin, del cuerpo, redimido.

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Soledad

Telaraña de cuerpo indefinible,
la soledad me ronda, la presiento,
y le muestro mi cuerpo en movimiento
para hacerme a sus hilos perceptible.

No habrá de ser su abrazo más terrible
que el de este desamor y el vano intento
de ir tras el sol, sin remos y sin viento,
sabiendo que alcanzarlo es imposible.

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Fronda adentro

e como un potro na planície nua
em ti entrei

Eugénio de Andrade

1.

En plena selva oscura, a media andada,
¿de quién sino de ti, gentil amiga,
de trato siempre amable y buen semblante,
recibiría gloria tan cumplida?

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CANTARES

¡Ay! ¡Ay!
Más cerca de mí te siento
cuando más huyo de ti,
pues tu imagen es en mí,
es en mí,
sombra de mi pensamiento,
sombra de mi pensamiento.
¡Ay! Vuélvemelo a decir,
vuélvemelo a decir
pues embelesado ayer
te escuchaba sin oír
y te miraba sin ver,
y te miraba sin ver.

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LA VIDA HUMANA

Velas de amor en golfos de ternura
vuela mi pobre corazón al viento
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura,

viviendo en esta humana sepultura
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.

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La vraie vie est absente

Hoy tampoco vendrá
llueve ceniza en la entrepierna de la tarde
y siento el frío ese que se siente cuando no hace frío
y hasta Rimbaud se me cae de las manos
en la memoria nieva lana sucia
mientras el otoño con sus dientes de rata despelleja los árboles
con sus dientes de rata los despelleja.

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Para esta hora

Decir adiós, cuando uno aún no es viejo,
es como oler un perfume de hierbas
por la mañana, antes de ir al trabajo.
El baño se convierte en una sierra
anticipadamente fatigada.
El frasco de perfume es el emblema
de la montaña con tufillo a tinta
y en el espejo aletea un nardo
con las alas pisadas por la lluvia.

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QUE SEA PARA BIEN

Ya no puedo dudar… Diste muerte a mi cándida
niñez, toda olorosa a sacristía, y también
diste muerte al liviano chacal de mi cartuja.
Que sea para bien…

Ya no puedo dudar… Consumaste el prodigio
de, sin hacerme daño, sustituir mi agua clara
con un licor de uvas… Y yo bebo
el licor que tu mano me depara.

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EL PASAJERO

¡Tengo rota la vida! En el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que lo obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

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GARROTE VIL

¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Canta el martillo,
el garrote alzando están,
canta en el campo un cuclillo,
y las estrellas se van
al compás del estribillo
con que repica el martillo:
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!
El patíbulo destaca
trágico, nocturno y gris,
la ronda de la petaca
sigue a la ronda de anís,
pica tabaco la faca
y el patíbulo destaca
sobre el alba flor de lis.

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KARMA

Quiero una casa edificar
como el sentido de mi vida.
Quiero en piedra mi alma dejar
erigida.

Quiero labrar mi eremitorio
en medio de un huerto latino,
latín horaciano y grimorio
bizantino.

Quiero mi honesta varonía
transmitir al hijo y al nieto,
renovar en la vara mía
el respeto.

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La paz del sendero

Con sayal de amarguras, de la vida romero,
topé, tras luenga andanza, con la paz de un sendero.
Fenecía del día el resplandor postrero.
En la cima de un álamo sollozaba un jilguero.

No hubo en lugar de tierra la paz que allí reinaba.

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No llegamos más adentro

No llegamos más adentro
de la piel inaugurada por el miedo.
Traiciona el corazón, lo que tragamos
y nos sirve de puente en la riada.
Indigesta el viejo afán de pureza,
inútil el cincel en el desbaste.
La otra cara del hambre nos enfanga,
la mariposa enferma crecida en la manzana,
su vuelo raso en la carne mordida, y ese polvillo
de sus alas entre los dedos siempre
condenados al roce.

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Nueve rayas de tiza V

Cuando en el siglo nueve
Un poeta en Calcidia
Escribió en las paredes de la cárcel
La palabra libertad
Recordé aquella mañana
En que estábamos solos, mirándonos, y el viento
Daba mucho más lejos

Allá donde las olas
En las suaves colinas de Síbaris.

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