Hoy de nuevo he buscado
la mesa de un café
para leer,
para escribir este poema,
para no entender
lo que no entiendo,
para imaginarte
como tantas veces,
en la penumbra
de las horas lentas,
entre las páginas
de un libro
y otro libro,
paseando bajo la lluvia,
en los museos
de Viena, de París, de Roma…
en el amarillo toscana
de una pared
de la Toscana,
en el prau carballalu
una tarde de yerba
y de tormenta,
en las noches azules de lavanda,
una mañana de campanas
en la abadía de Melk,
en las clases de francés,
quels étaient son nom,
sa demeure, sa vie, son passé,
il souhaitait connaitre
les meubles de sa chambre,
toutes les robes qu’elle avait portées,
delante de un gran cuadro de Marc Rothko,
en Monteverdi y en Beethoven,
en los horizontes cercanos del invierno,
y dondequiera
que mis ojos se posaran
era siempre el mismo mi deseo:
tus manos cerca, tu voz,
volver a casa
y que estuvieras tú.

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Tu casa

Tu casa aparece en mi sueño.
Un aire pequeño habita sus rincones
y a veces se duerme
y parece que no está.
Yo paseo por ella descalza,
cubierta apenas
por una camisa blanca
de algodón.
Y hacemos a menudo
zumos de naranja y negros cafés
y tostadas crujientes y mermeladas
de ciruela de melocotón de fresa…
Y son infinitamente dulces
tus labios.

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Últimos auxilios

Al final caemos solitarios
junto a otros solitarios.
Sobre el puente levadizo de la noche
cruza la luna y parece esconder
su cara de exilio y contrabando;
cruza la luna y se lleva tus ojos,
y de repente tus ojos
son disparos al aire, pero yo,
que ya soy apenas nada más
que aire, no muero.

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Un espacio para tí

Habrá un día en mi vida
un espacio para ti al que siempre
podrás volver sin que te haga daño;
allí donde yo te haya olvidado
y tú no me recuerdes.

Entretanto, no temas.
Ya sabes que el invierno es solamente
un sortilegio de aire y lluvia
sobre los días
y en esas noches
en las que pasa de largo nuestra soledad.

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Viejos amigos

En la calle tomada por el frío
y por los compradores de regalos
cruzamos unas palabras que me recuerdan
días de paciencia y desventura.
Una fotografía de entonces
tiene un fondo de árboles incandescentes
y una flor de humo deshaciéndose en el aire.

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Volver

Sin saber por qué, has vuelto,
y miras la tarde soleada: la misma enredadera verde,
las flores junto al muro, la verja de hierro carcomido,
el amarillo pálido de la pared gastada.
Has vuelto como si estuvieras todavía
bajo el antiguo hechizo,
como si en algo te parecieras
todavía a ti (hubo un tiempo de minuciosa eternidad
en el que tu corazón, alborozado huésped
de la vida, nada sabía de lo que hoy sabe).

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La sociedad secreta

Has llegado a mi casa
ordenando las quejas
de la noche.
—Besos como pequeños corazones
se cayeron al suelo
sin cuidado—.

El verdor de tus ojos
era una tierra fértil
cultivada entre lágrimas.

«¿Cuánto pesan los astros?»,
preguntaste,
«¿y las horas del día?

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Himno al ocio

A veces cuando escucho de la sangre
este claro rumor, cuando a mis labios
fluye el ocio su oscura caballera
como por una brisa sacudida
por los mismos latidos de mi pecho
y en esa tan divina intrascendencia
un ser real, viviente, entre mis brazos
paréceme tener, como en los ríos
las tendidas laderas cuando sienten
pasar una presencia inagotable,
háblole como amigo de la dicha
mensajero de paso por la tierra
que ha doblado sus alas y descansa
su pulmón de ventura en torno nuestro:
fluye amoroso campo de la vida,
fluye amor tu tesoro manifiesto,
fluid, fluid, hermosas estaciones,
los racimos, los frutos y las nieblas
tras de las que se ocultan en otoño
los frescos manantiales de la gracia.

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Los mitos

¿Queréis que entre el arrullo de mis brazos
tiemble el dormido corazón de Helena
como entre sus asiáticas murallas
y el vulnerable hijo de Peleo
otra vez en su lecho halle al amigo
por el que rugió hermoso? ¡Ay, quién pudiera
con su soplo alentar tales prodigios
y devolver la vida con su canto
a quienes se mostraron por la tierra
con tal deseo espléndido!

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Nocturno

Noche de las estrellas te estremeces
con un fluido oscuro. En tus arpegios
de soledad escucho la hermosura
de la existencia. ¡Oh lumbres fugitivas
en cuyo seno mora irreparable
la verdad! Qué sombrías esperanzas
abres a quien te mira recostado
desde la dulce tierra y se incorpora
con un temor incierto a esas frondosas
penumbras celestiales.

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Anillos de humo

I

He metido el pie en el círculo blanco del destino
Exorcizando todos los magos, todos los sueños
Y los arcanos, me he vestido desnuda con tu piel, mi amigo.
Se atrapó la tarde el tobillo en un riel,
Antiguo tranvía de lluvia, en un pavimento gris
Y casi, a pesar de la cálida humedad, muerto.

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Me dices que dices no dices que te deje en paz

Me dices que dices no dices que te deje en paz
Que quieres que no quieres quererme
O tal vez deseas que no deseas dejar de verme
Piel y guerra de palabras en la piel
Que breve se desliza
Entre los dos sin rumbo y sin descanso
Continuidad lasciva que discontinua mueve
La verdad de los cuerpos que no descansan en paz
Que mueven y remueven el agua y la marea
De sentimientos que no llegan y se retrasan
En los líquidos que brotan y nacen
En los espasmos del espacio que encuentran
Y controlan los músculos de la emoción
Que desborda cualquier mesura o contención
Arrastra por la cama el sueño que no llega
Las ganas que se quedan mirando la espalda
Que brota frente a las manos que indagan
Y persiguen en su camino
Hallazgos sin sentido
Variaciones del espacio y la materia
Que viva se exalta y responde abierta
A la pregunta inquieta de la carne
Sin saber compendios de dicho arte
Manejando las distancias cortas
De parte a parte de los pies que fríos
Sienten hambre de caricias
De cualquier nombre
Y la boca pende del espacio del beso
Atornillado a la boca que herramienta
Usa el sentido y la caída en la cordura
Abierta en el lecho en cualquier postura
Y el pecho se vuelve enhiesto
Erguido navío que lanza al techo
Su mensaje de sombras y sigilos
Dulce mensaje para los dedos que navegan
Por esas aguas levantadas y redondas
Hacia el horizonte del sur donde el amanecer
Empieza a despuntar y el sol parece que sale
Y termina por levantar.

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N… (La enésima vez al cubo)

La enésima vez al cubo
Duplicado por la diferencia de nada
Es la resultante de la cuadratura
De tu mirada.
El músculo se elonga, distancia
Madreperla del horizonte gris,
Gotea a media tarde,
Se condensa extrañamente sufrido
Y reverbera a destellos fluorescentes
En la noche de tus párpados
Que cansados se desplazan cadenciosos
Por la elipse metálica y brillante
De la suavidad de los cabellos
Apocalípticos y breves, casi ya
Caídos en la primavera estelar de las constelaciones ciegas
Y por lo tanto eternamente hermosas,
Devoradoramente bellas…

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Pastar en otro cuerpo

En las frías mañanas la ausencia se condensa
En el aliento que empaña los recuerdos
Como un resfriado de temporada.
Las manos en los bolsillos buscan ayuda
En los ojos la imagen fantasma del año pasa
Junto a la puerta del trabajo los recuerdos
Se amontonan, se agolpan esperando entrar
En la realidad de cada día.

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Poética

Crear, recrear y comunicar a través de palabras, signos y sueños. Imágenes en distintos lenguajes que impresionan la retina del alma, jugando con la oreja del cerebro al 3 en raya de la nada.

Sin prisa, pero sin pausa, a veces en serio, pero nunca en serie.

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T… (Proyecté ser tu más finísima sombra)

Proyecté ser tu más finísima sombra
El leve proyecto de cualquier sonido.
Diseñé la propia arquitectura
De un posible momento,
Sin olvidar la maquetación improvisada
Del segundo.

Fantaseé con la naturaleza ebria de las cosas
Reduje a cualquier posible negatividad el ayer;
Entre los vapores rumorosos del río
Teñido por arte de mi sangre en vino.

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Cuando nace un hombre

Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros cristales.

Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.

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