Tú despertaste el alma descreída
Del pobre que tranquilo y sin ventura,
en el Gólgota horrible de la vida
agotaba su cáliz de amargura.
Indiferente a mi fatal castigo
me acercaba a la puerta de la parca
Más infeliz que el último mendigo,
más orgulloso que el primer monarca.
Poemas de Antonio Plaza Llamas
Coplero a quien inspira el desencanto,
trovador sin futuro y sin amores,
sobre la tumba de mis sueños canto
al colocar mi búcaro de flores.
Odia el mundo mi canto descreído,
el estigma social tiznó mi frente…
cárabo del dolor, cada gemido
me concita el sarcasmo de la gente.
I
El mundo es comedia,
no sé quien lo dijo,
pero es una farsa
de risa y gemidos,
en que hacen primeros
papeles los pillos.
Aquel que de honrado
se precia, por digno,
no pasa en la vida
jamás de borrico.
Todo está color de tumba:
egoísta el firmamento
ha escondido las estrellas
entre nubarrones densos.
Disfruta, noche callada,
la paz de los cementerios;
y mientras que tú reposas,
yo saturado de tedio,
de bilis y de cansancio
dormir ¡oh noche!
La ciencia es, niños, de virlud asiento,
raudal que no se agota,
corona del estudio y el talento,
fúlgido sol que en el espacio brota,
dando calor y vida al pensamiento:
limpio fanal de blanca trasparencia,
emanación ingente
de sublime, sin par, omnipotencia;
porque es fecunda cual de Dios la frente;
porque forma su luz de Dios la ciencia.
Es una virgen. Su mirar de cielo
brilla en la noche como brilla el día;
al venturoso aumenta su alegría,
al desgraciado sirve de consuelo.
Va con el mártir a remoto suelo,
visita al preso en la mansión umbría,
acompaña al guerrero en lid bravía
y al náufrago infeliz tiende su vuelo.
I
Ha terminado la creación sublime
el Ser que habita en la sublime altura:
al virgen seno de la tierra oprime
blando corsé de sin rival verdura.
Rico traje talar de ricas flores
cubre a la tierra que bendijo el cielo,
y fantásticas gasas de vapores
a su faz virginal forman un velo.
I
Tiende, noche, tu lóbrego manto,
y en un mar de tinieblas, al sol,
ahoga, noche, que quiero mi llanto
esconder en tu negro crespón.
Ya no quiero ni gloria, ni amigos,
ni esperanza, ni amor, ni virtud;
quiero sólo quedar sin testigos;
quiero sombra; detesto la luz.
Es la vida risa y llanto;
y los hombres, a fe mía,
son locos que en romería
marchan para el camposanto.
Y veo con placer profundo
que los cuerdos son tan pocos,
que es un hospital de locos
todo el ámbito del mundo.
I
Bajo la sombra de saúz añoso
frente a un albergue rústico apartado,
se hallan, un joven de naciente bozo,
y un viejo descreído, mutilado.
Los surcos de la frente marchitada,
las escépticas frases que congelan,
la irónica sonrisa y la mirada
del viejo, su pasado nos revelan.
Soy el coplero cuyo cinismo
ha muchos años que celebró
en el estruendo de las orgías,
los funerales de corazón.
Mi cráneo, que antes se enardeciera
de los sueños con el calor,
de lindos sueños está despierto,
porque no es cierto lo que soñó.
Lejos de ti, mujer encantadora,
sólo encuentro fastidio en derredor;
fastidio horrible al corazón devora,
porque sin ti no alienta el corazón.
Lejos de ti, el triste pensamiento
tu imagen halla sin cesar doquier,
y tu imagen divina es mi tormento,
y tu imagen divina es mi placer.
Derramando en mi ser dulce beleño
grato sueño mi frente acariciaba;
mas disipó la densidad del sueño
mi niñito Raziel, porque lloraba.
Abandoné mi lecho sin demora,
quemado por la fiebre de los males,
y al abrir el balcón, vi que la aurora
empañó con su llanto los cristales.
Tigre y León en lides irritantes,
promovidas por bajas ambiciones,
determinaron con sin par bravura
conducir con presteza
al campo del honor sus batallones.
(Se llama así, y se llamaba antes,
el sitio do se rompen la cabeza
multilud de asesinos ignorantes).
Héroes de carnaval, hijos mimados
de la casualidad, siempre oportuna,
en el poder os miro, sin que alguna
admiración me cause, que menguados
los pueblos, desde tiempos olvidados
fabricaron, sin lógica ninguna,
palacios, para audaces con fortuna,
presidios, para audaces desgraciados.
I
Es la estación de brisas y de flores,
y son bellas las flores y las brisas;
y los pájaros cantan sus amores,
y natura prodiga sus sonrisas.
II
Hermosa noche tiende
su manto. Hermosa luna
de su óvalo desprende
blanquísima la luz;
la luz en que derrama
ilusiones tan lindas,
que por ella se inflama
de amor el cielo azul.
Nadaba entre la nada. Sin empeño
a la vida, que es nada, de improviso
vine a soñar que soy; porque Dios quiso
entre la nada levantar un sueño.
Dios, que es El Todo y de la nada es dueño,
me hace un mundo soñar, porque es preciso;
Él, siendo Dios, de nada un paraíso
formó, nadando en eternal ensueño.
¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
Qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.
¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay!
En la senda, Virgen santa,
que con llanto humedecieron
los seres que el ser me dieron,
imprimo mi tierna planta.
Luz que la gloria abrillanta,
Madre del Verbo hecho hombre,
haz que la zarza no alfombre
mi camino.
Es la vida un enjambre de ilusiones
en cuyo extremo están los desengaños,
pues plugo a Dios que el árbol de los años
produjera terribles decepciones.
Brújula del mortal son las pasiones;
el hombre es germen de sus propios daños,
y embriagado con fútiles engaños
busca felicidad, tiene aflicciones.
Según Pedro, un borrico desgraciado
tuvo en la tierra tan contraria suerte,
que hambriento siempre trabajó azotado,
y un golpe fue la causa de su muerte.
Al expirar el mártir se alegraba,
creyendo que después de su agonía,
el descanso perpetuo le esperaba,
y la ausencia del palo que temía.
No hay otro bien que al de vivir iguale:
es la existencia una ilusión mentida:
la vida es nada, porque nada vale,
y todo acaba al acabar la vida.
—Mas cuando el alma de su cárcel sale,
¿el alma adónde va?
Flores hermanas, como yo despiertas
en tranquila alborada
de existencia feliz: niñas que inciertas
avanzando con planta inmaculada
del templo del saber tocáis las puertas;
yo con vosotras, por ventura unida,
bendiciendo mi aurora,
feliz piso el umbral de ignota vida,
porque aquí nuestra ilustre directora,
es mi estrella polar, mi noble egida.
Fue un ángel de pureza y de ternura
a quien temprano persiguió la suerte;
pero de pronto su llanto de amargura
vino a enjugar el ángel de la muerte.
En la tumba encontró lecho de flores,
los abrojos dejando en el camino;
y su noche de sombra y de dolores
la luz del cielo a disiparla vino.
¡Pobre de mí! Las horas que pasaron
horas de luto y de pesares fueron;
y las horas que aquellas remolcaron,
saturadas de lágrimas vinieron.
¡Pobre de mí! Fatalidad sombría
me persigue doquier amenazante,
y en mis horas salvajes de agonía
es un nuevo martirio cada instante.
Tres dioses hay en uno soberano
del romanismo en los celestes lares;
dioses hay del salvaje en los aduares,
y en el Nimbos también, del bonzo ufano.
En el absurdo Olimpo del pagano
los dioses se registran a millares;
dioses hay de Vischnú en los altares,
y de Mahoma en el Edén liviano.
Hijo, ¿crees que un ángel insurgente
se cayó del infierno en las parrillas?
¿Crees que Adán parió por las costillas
y que Eva dialogó con la serpiente?
¿Crees que pecas porque aquella gente
una manzana se comió a hurtadillas?
En un rincón oscuro del infierno
el amigo Luzbel está en cuclillas,
la siniestra descansa sobre un cuerno
y en la diestra se apoyan sus mejillas.
Muy grave debe ser lo que sin bilis
medita hoy la majestad candente;
pero… ¡Silencio!… ¡Dio con el busilis!
Si de la aurora diamantina
se dibujan los célicos albores
los pájaros del viento moradores
al éter mandan su canción divina.
Y si el sol orgulloso se reclina
sobre un lecho radiante de colores,
llenas de amor las carminadas flores
entreabren su corola purpurina.
I
Arrastro una vida
de luto y dolor;
a todos les choco,
me choco hasta yo;
y todos los hombres
me excluyen,
en medio de todos
maldita excepción.
Encina tronchada
del viento al furor,
mi copa gigante
la tierra besó.