Quiero celebrar contigo estos años
y no sé qué hacer para atraerte
he tendido mis redes
pero caminas cerca de mí como en un campo minado.
Igual que Ulises
te has puesto cera en los oídos
y no escuchas mi voz que te llama
mi oferente canto que invita al banquete:
tengo alegrías guardadas
y ganas de amar con buen amor
mi cuerpo es aún hermoso
no debes tener miedo
sé quién eres
sé cómo eres.
Ya, Neira, despedí a la golondrina
que en el techo campestre haciendo el nido
mansa inocente mi compaña ha sido
en la estación risueña que termina;
la grulla en cambio ya vino dañina
el fruto a destrozar recién nacido
que en este yermo a fuerza de sudores
lograron cultivar los labradores.
Dicen
que después de los 30 las mujeres envejecen pronto
malhumoradas
sufren de males jamás pensados
no se resignan
y sufren comparándose con la rosa marchita
pétalos caídos, belleza acabándose
o se resignan
y voltean los espejos
prefieren las veladas a media luz
huyen de las vidrieras
hasta de los charcos de agua
cuando hay luna llena.
La noche era clara
el mar calmado y azul.
Esa noche la luna se mostró entera
sin la sombra de ninguna nube;
eran las doce
y nuestros cuerpos proyectaban sombras
como si estuviera amaneciendo.
Mirábamos el cielo, el mar, la arena
a cincuenta metros se distinguía
cada roca
cada ola punto de reventar
hasta las botellas y las latas vacías de cerveza
abandonadas en la orilla.
Buen sabio, ¿de tu tierra y de la mía
tu corazón no ansía
el nombre oír que la memoria encierra
de los pasados años?
¿O a tu memoria extraños
serán ya los recuerdos de tu tierra?
Yo, Señor, que heredé de mis abuelos
un libro de consuelos
obra de tu lozana fantasía,
cuando eras mozo o niño,
tengo mucho cariño
al buen cantor de la comarca mía.
Esa navidad le regalé una almohada.
Una almohada no es más que eso: un regalo.
Pudo haber sido un libro
una corbata, un perfume, un reloj. Pero le regalé
una almohada.
Esa navidad él me contó
que yo ya no estaba en sus sueños:
había visto muchas puertas y oscuros callejones.
Para no pensar rezo un avemaría tras otra
cada Dios te salve deja un resquicio
y te apareces
una mañana cuando desperté y me mirabas
por la carretera Lima-Tacna, en medio de la neblina
tú, manejando; yo, a tu lado;
cuando me pediste que acompañara tu tristeza
de peña en peña,
y Eloísa Angulo nos dedicó una canción:
me llevaste a Cieneguilla y nos besamos
como cuando nos amábamos;
tú y yo por las calles de Buenos Aires
una tarde en París
María eres llena de gracia
y aparece una muchacha a la que amas
no me quieres mirar más
tu y ella, la besas, la llamas, la persigues
el Señor es contigo
repito la oración
no quiero pensar
bendita eres entre todas las mujeres
no es el primer insomnio
no es la primera vez que rezo
para olvidar
bendito es el fruto de tu vientre
Jesús
quiero creer que la historia se repetirá
una vez más
que mañana o pasado.
Rioja vive en ellas,
Rioja en esas flores
que brillan a mis ojos aún más bellas
porque son de Rioja los amores.
Esos albos jazmines
de su pecho llagado,
por enemigos fieros y ruines
fueron el lenitivo regalado.
El locutor atropella sus palabras
cada jugada anuncia el gol que no llega
Inca Kola la bebida de sabor nacional
¿Arde su carro ?
Llévelo a Automotriz Rivarde
antes de que sea tarde.
Domingos por la tarde :
él echado en su cama sin zapatos
en bividí
la radio a todo volumen
ella plancha y murmura
los sábados los odio
y los domingos… los detesto.
Madrid aguarda tu triunfal salida
para cubrir de flores tu carrera
como si el pueblo por la vez primera
celebrara en España tu venida;
la fiesta a que gozoso te convida,
cual si de nuevo a coronarte fuera,
tiene un placer que hoy halla repetido
la Reina que dos veces ha nacido.
compré una botella de champagne
¡Ilusa yo!
el viaje me hizo creer
que a mi vuelta
tú y yo, otra vez.
La botella está en la refrigeradora
helándose.
Aquel nombre primero
que bendijo mi labio balbuciente,
después que prisionero
vi a mi padre inocente,
fue, Señora, tu nombre reverente.
Aquella faz hermosa
que, después de la faz hermosa y santa
de mi madre amorosa
miré con ansia tanta,
fue, Señora, tu faz que al mundo encanta.
Mi hermana y yo jugamos paleta.
Pelota azul, raqueta de madera
en la arena, a la hora del crepúsculo.
Queremos tener calor para el obligado baño de la tarde
cuando la tarde es ya muy tarde.
Si no nos bañamos a esa hora
lo sabemos desde niñas
tendremos calor durante la comida
y no sabríamos sobrevivir el paso del día a la noche.
Decir «las letras de tu nombre no me dejan ver
no me dejan verme’
puede parecer una metáfora útil para empezar un poema
una frase que anuncie con dudosa belleza algo así como:
«por pensar en ti camino a tientas’. O «sin ti
no puedo vivir, no sé quién soy, no sé qué hacer’.
No quisiste humillar tu cabeza
ni mostrar tus lágrimas,
tampoco cambiar de vestido
cubrir tu cuerpo de cenizas
llevar un cilicio cuarenta días
en la cintura
para pagar tu culpa en pública penitencia.
Por todo ello, ¡he aquí!, me ha dicho Isaías
que te diga de parte de Dios:
no he oído tu oración ni he visto tus lágrimas
no te libraré de tus enemigos
tampoco te protegeré.
Clavada ahí donde estás, entre las peñas del valle de Azapa
te miro otra vez.
He llegado de rodillas, sin zapatos
transitando el estrecho camino
y te ofrezco mi sangre derramada
ahora y todos estos años,
Santísima,
para que intercedas por mí ante Él
que como él no me quiere escuchar.
Fue casual, sin querer
mi mano tropezó con la botella de vino.
Sonreí recordando el tiempo de los almuerzos familiares
cuando una copa derramada
al azar
significaba
«felicidad’ «felicidad’.
Humedeciendo nuestros dedos los llevábamos a
nuestras orejas
como si el vino fuera perfume
hasta mi madre ignoraba la mancha del mantel;
ella, que rezongaba cuando ocurría lo mismo
con el agua de un vaso
musitaba «felicidad’ «felicidad’ sonriendo.
Dulce Teresa, virgen adorada
que estás entre los ángeles del cielo,
la que ceñistes el sagrado velo
de las castas esposas del Señor:
tú pasaste tus horas como el justo
en santa paz y religiosa calma,
volando al ciclo con gloriosa palma
arrebatada en alas del fervor.
Yo jadeo por ti.
Muero por tu mano en la mía
sueño con tu abrazo
mi ilusión es que un día me digas
ven, quiero besarte
te adoro, eres hermosa.
Yo podría si me dejaras
decirte mil veces
te quiero, quiero estar contigo
mañana, tarde y noche
a pesar de estos mil años
horas de horas viendo televisión
amor intenso
o tibio, o largo o breve.
Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas
que por las no atendidas.
Santa Teresa
Si fuiste Tú el artífice
si ante Ti juramos
que seríamos el uno para el otro
en la enfermedad y en el dolor
en las buenas y en las malas
¿qué te cuesta, Señor
poner en su corazón un poco de amor;
en su cabeza, un poco de razón;
en su piel, un poco de deseo?
Buen joven, en hora aciaga
fijasteis en mí los ojos,
pues los fijasteis risueños
y los apartáis llorosos.
Mal os quieren los amores
cuando eligen en su encono
mi corazón para blanco
de vuestro empeño amoroso.
Y en verdad que son injustos
pues ni antes, de vuestro rostro
ni después, he visto alguno
con perfiles más hermosos.
Yo sólo quiero que seas feliz,
no te amo
soy tu amigo y aprecio tu amor
mi cariño es infinito
pero no puedo darte lo que quieres
no me enciendes
tu piel no llama a mis manos
mi corazón está lejos de calmar tus afanes:
si me quedara no te haría feliz
tú no me haces feliz.
Pulidísimo poeta,
que siempre os andáis buscando
cefirillos en diciembre
y florecillas en marzo.
Ved que es malogrado tiempo
el que gastáis en cantarnos
esas romanzas melosas
que a vos embelesan tanto.
Porque ninguno os escucha,
ni posible es escucharos,
ni debe ¡salvo los sordos!
No quiero santificar Tu nombre
pero lo santifico y musito:
Estira Tu mano y llévame contigo
a Tu reino
aunque no sea Tu voluntad.
Eres mi señor
y debes cuidar de esta sierva
ante Ti hincada
mira mi abatimiento, sácame de mis angustias
de este valle de lágrimas en el que vivo
mis días están en Tus manos
mis manos alzadas sólo ansían Tu benevolencia
llévame contigo
como si fuera Tu hija
como si fueras Mi Padre
presta oídos a mi ruego
como Dios, a Sus Bienamadas criaturas.
Ruiseñor, que entre las hojas
de la más florida acacia
has tenido todo mayo
fresca, primorosa estancia,
¿Por qué picas ese ramo
de menudas flores albas,
que te mece si dormitas,
y te acaricia si cantas:
Y a tu lado cariñoso
presta a un tiempo con sus galas
colgaduras a tu lecho
perfumes a tu morada?
Cada noche me siento en la butaca de siempre
y amparada por la oscuridad de la sala
olvido durante dos horas el agobio y mi pena.
De vuelta a la casa vacía
me arrodillo ante una estampa del Corazón de Jesús
y recito el salmo aprendido en un retiro
No te quedes lejos de mi porque estoy atribulada; estate
cerca porque no hay quien me ayude.
No lo toméis a consejo,
pues vos para aconsejado
y yo para consejera
inútiles somos ambos:
vos, señor, porque contáis
con muy razonables años
para poder en la vida
dirigiros ya sin ayo,
y esta humilde servidora
por tenerlos muy escasos
para poder con su apoyo
ir por la tierra marchando.
La cruz está en la punta del cerro.
Allí se salvaron, cuentan los viejos,
los pescadores y sus familias
cuando el mar se salió una noche
que el auto esté siempre mirando al cerro
aconsejaba mi abuela cada verano
el mar es traidor, uno nunca sabe.
Todas se llaman María
y es inútil distinguirlas
buscar para cada una el rostro diferente
saber cuál del ellas fue la enamorada
la que supo romper el frasco de perfume
secar con sus cabellos los pies recién lavados
si ella es la misma que lloró
cuando Él fue muerto
si ella le alivió el sudor en el camino
o fue otra la María
que corrió detrás de los sepultureros
todas se confunden en ese obediente rebaño
nadie recuerda el día
cuando Él la llamó
le dio un nombre
como si fuera la única
acompañando sus noches
la elegida para vivir por los caminos
anunciando las buenas nuevas
mas la palabra no les fue otorgada
el día de la confirmación de la fe
cuando el espíritu santo
llenó a los elegidos de sabiduría
ellas estaban en la cocina.
Como aquellas lucecillas
vaporosas y ligeras,
que sin calor a millares
se levantan de la tierra,
Los amores en tu pecho,
fragilísima belleza,
sin que su fuego te abrase
alzan mil llamas diversas:
Brotan, lucen, se disipan,
otras nacen tras aquéllas:
la inconstancia las apaga,
la liviandad las renueva.
Si la luna no puede conceder mi deseo
si el conjuro es un engaño
iré al cerro, dije.
Compré velas y flores de papel
y prometí subir todos los lunes que quedaban del verano.
Cada tarde a la hora del crepúsculo
contemplé el mar desde la altura;
rezando a solas el rosario
a veces me perdía en los misterios de mi ruego:
el mar es traidor,decía mi abuela
nos da la vida pero también la muerte.
Chispa de luz que fija en lo infinito
absorbes mi asombrado pensamiento,
tu origen, tu existencia, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.
Si eres ardiente, inamovible hoguera,
¿dónde el centro descansa de tu lumbre?
si eres globo de luz, ¿cómo en la cumbre
no giras tú de la insondable esfera?
¡Salud, dulce golondrina,
allá en el suelo africano
bella, errante peregrina;
salud, perenne vecina
del ardoroso verano;
Tu cántiga placentera
llevaste a lejanos mares:
la atrevida, la parlera,
bien llegada a estos lugares,
amorosa compañera!
A veces se asola, dijo la mujer.
¿Asola? pregunto.
Desaparece, se corrige sonriendo.
Acá decimos asola
cuando las lanchas regresan vacías del mar.
¡Ah! Se asola. Se asola.
Y pienso en él.
Y pienso en mí.
Lágrima viva de la fresca aurora,
a quien la mustia flor la vida debe,
y el prado ansioso entre el follaje embebe;
gota que el sol con sus reflejos dora;
Que en la tez de las flores seductora
mecida por el céfiro más leve,
mezclas de grana tu color de nieve
y de nieve su grana encantadora:
Ven a mezclarte con mi triste lloro,
y a consumirte en mi mejilla ardiente;
que acaso correrán más dulcemente
las lágrimas amargas que devoro
mas ¡qué fuera una gota de rocío
perdida entre el raudal del llanto mío…!
los ensayos a las cinco, después de clase
un ballet con música de Strauss
que cerrará con broche de oro las fiestas del colegio
argumento y coreografía son de mi invención
cinco mariposas enamoradas de una flor
dijo la señorita Leontina
la flor es sólo un adorno, no necesita ensayar
y puede ser cualquiera.
Tórtola, que misteriosa
querella de amores cantas,
dolorida,
azorada, temblorosa,
como la lluvia en las plantas
conmovida;
Que levantas arrullando
de tu seno palpitante
la alba pluma,
como el agua murmurando
en las olas, vacilante
leve espuma:
Tórtola tímida y bella,
melancólica vecina
de los valles,
nunca tu blanda querella,
tu cántiga peregrina,
muda acalles:
Lleva a el aura ese ruido
que en las soledades mueven
tus acentos:
los ecos de tu gemido
siempre amorosos se eleven
a los vientos.
Y cuando ya no veas
las playas españolas
que tan tristes y solas
van a quedar sin ti,
cuando estés en la nave
mirando al Océano,
acuérdate ¡ay!, hermano,
¡acuérdate de mí!
Si el cielo está sereno
y el agua hermosa en calma,
en tanto que mi alma
te sigue desde aquí,
en tanto vaya el onda
sulcando tu navío,
¡ay!
¡Ah! cuando a partir vayas
al suelo americano
que para siempre, hermano,
nos separa a los dos,
a orilla de los mares
detente ¡ay!, un momento
y di con triste acento
¡adiós, España, adiós!
Cuando tus claros ojos
fijes de nuestra España
en la postrer montaña
que el buque deje en pos,
tendiendo entrambos brazos
allá desde el navío,
exclama, hermano mío,
¡adiós, España, adiós!
¡Memoria al grande César! Yo le canto.
Si el rayo sacrosanto
del entusiasmo que mi sangre enciende,
alienta la poesía,
¿cuál mejor que la mía
de Carlos el espíritu comprende?
Alta categoría entre los reyes,
fueron, ya, de sus leyes
soberanos altivos los vasallos;
los príncipes de Europa
le siguieron en tropa,
sirviendo a su carroza de caballos.
Si mi extranjera planta, lusitanos,
gustaseis cortesanos
por la tierra guiar, para mí extraña,
a cantaros iría
una tierna poesía
del gran Pedro en honor, la hija de España.
¿En dónde yace el capitán osado,
en dónde el celebrado
conquistador, de vuestras tierras fama?
La estrella, el signo… ¡Ideal!
el Hado infausto… locura;
que para todo mortal
propicia, fácil, igual
en el mundo es la ventura.
Para el monarca opulento,
para el mendigo indigente
tiene la vida igualmente
un oportuno momento
de sonrisa complaciente.
Orgullo de la enramada,
blanca y leve florecilla,
más que todas delicada,
y más que todas sencilla.
Muestra el lirio temblorosa
la faz cristalina y pura;
y ostenta encendida rosa
la peregrina hermosura.
Alza bella la azucena
la copa tersa y nevada
de ricos ámbares llena,
de mil abejas cercada.
Vamos a vindicar de Extremadura
la capital oscura
y a levantar en palmas, extremeños:
que, por Dios es vergüenza,
que otra ciudad nos venga
siendo de igual poder nosotros dueños.
Vamos a levantarla como espuma,
la pereza que abruma
los talentos brillantes sacudiendo;
y un mentís de tal modo
a dar al reino todo
que está de nuestra inercia sonriendo.
Aquí ha vivido al pie de la corriente
conmigo nada más la golondrina;
¿quién pudo en ese vasto continente
el nombre repetir de Carolina?
¿quién os dijo que canto tristemente
sino fuera del valle esa vecina,
que os va a contar al cielo americano
lo que pasa en mi tierra en el verano?
Leve y plácida sonrisa
de la fresca primavera;
tú que naces con su brisa
de las flores la primera;
Y te engalanas llevando
el color del firmamento,
y esquivas el cuello blando
a las caricias del viento;
Allá oculta, de las peñas
en las salvajes gargantas,
el rico vergel desdeñas,
donde brillan otras plantas.
¡Ay! la tórtola viuda
llora su bello y muerto compañero,
y ensordece la muda
selva, con su gemido lastimero.
Gime sobre la encina
donde arrulló su amigo antes con ella,
la luna peregrina
pasó, y oyó tres veces su querella.
Presurosas huyeron
las horas del verano caluroso:
del álamo frondoso
las hojas se cayeron:
otra estación mi vida
cuenta en quejas inútiles perdida.
El tibio sol de octubre
la cabellera blanquecina tiende,
y sus hebras desprende
con que la tierra cubre,
ya que negros vapores
no absorban sus escasos resplandores.
Joven del rubio cabello
y los azulados ojos,
sabed, por la Virgen sacra,
que estáis de remate loco
o se ha vuelto vuestro ingenio
agudo como el del topo
cuando estampáis en papeles
letras que encienden el rostro.
Esa oscura enfermedad
que llaman melancolía
me trajo a la soledad
a verte, luna sombría.
Ya seas amante doncella,
ya informe, negro montón
de tierra que en forma bella
nos convierte la ilusión,
Ni a sorprender tus amores
mis tristes ojos vinieron
ni a saber si esos fulgores
son tuyos o te los dieron.