La carta a Franz Kafka

Franz:
Sé que no es tiempo de escribir cartas,
afuera llueve
y el papel con sus carteros
se ha desleído una mancha gris como una tarde en el invierno de Praga.

Los hombres
hacen fogatas en los andenes de los almacenes
debajo de las vitrinas
en donde hermosas mujeres de plástico mueren de tristeza.

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Los oficios del poeta

??Los poetas deberían casarse con mujeres delicadas para los menesteres olímpicos del lecho
fuertes y sabias en los oficios culinarios??,
dijo un bardo cuyo nombre no recuerdo
y es verdad, porque los poetas hechos de pintura, de barro o tinta
trabajan hasta tarde, casi no duermen en las acostumbradas horas, y por las mañanas siempre sueñan.

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Marinero de piedra

Animal de piedra me miro.
Animal de piedra me mira
desde un espejo rayado
por la luz de una mañana porteña.
Agua fría dentro de las manos
Áspera la barba, dura la sonrisa.
En el espejo de la pensión
veo al viejo animal de piedra
que acaba de bajar del insomnio
de la piel de mulata de treinta dólares
del sudor, escozor y cigarrillo muerto.

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Visita del viernes

Yo me quedé así recostado dejando que el tinto resbalara garganta abajo, buscando el estómago frío. Claro, no lo niego, también eran ganas de radio bemba, del chisme, del correveidile, de saber adónde se había ido la muchacha de la falda de flores, la muy espigada y siempre en flor, cosechera de la primavera del valle.

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A una amazona

El hombre sólo es completo a caballo.
J. Barbey D′Aurevilly

Quiero soñar contigo, rubia y alta amazona
que has cruzado esta tarde mis predios sin saber
que el hombre por quien vuelves e irrumpes en la zona
clausurada del parque, no es el mismo de ayer.

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Cena

Una historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello alabastrino.
Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto y sobre el vino.

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Cita

Cómo era de hermoso el albo cuello
al quitarte la marta cibelina.
Cómo era la espalda de divina.
Cómo el hombro en su albor era de bello.
Emuló con sus uñas el destello
del diamante nupcial tu mano fina,
y cayó con la marta cibelina
tu pudor a mis manos desde el cuello.

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El alba inútil

A los labios del hombre taciturno, la aurora
trajo un ebrio recuerdo de olvidados cantares.
El alba en las pupilas noctámbulas había
sorprendido la angustia de las viejas saudades.
En los círculos hondos de las mustias ojeras
se azulaba un exceso de veladas sensuales.

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El beso

Un pebetero erótica fragancia
de ámbar y nardo en el salón deslíe,
al par que en bronce un sátiro sonríe
impregnando de mal toda la estancia.
Verde malva es el traje, y tu elegancia,
porque a su encanto mi pasión confíe,
mientras las copas un efebo escancia,
perversamente en el diván se engríe.

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Es un dulce presagio

A batallas de amor, campo de plumas…
Luis de Góngora y Argote

Es un dulce presagio de combate
este extenderse entre la bruma intacta
de frío albor que con tu albura pacta
porque el goce sus ímpetus desate.

Esta albura de lino, y esta mate
palidez que en tu vientre se retracta
en un sitio no más, con esa exacta
negrura azul que alértase al combate.

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Fémina

Con una ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.

Mas, ay, que tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.

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Las copas

Para buscar el alma de los vinos
no me basta mi cáliz cincelado.
Quiero altas copas de cristal tallado
que imiten largos cuerpos femeninos.
Copas en cuyos bordes cristalinos
el vino fuera un beso prolongado,
ya que en todas las bocas que he besado
los besos fueron capitosos vinos.

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Ofrenda

Qué dualidad de arcángel y vampiro.
Frío de sol y llama sobre el hielo.
Qué luz de amor y para amar, el cielo
concretado en tus ojos de zafiro.
Tendiéronse tus brazos en un giro
insinuante y febril de alas al vuelo,
y tu seno emergió del terciopelo,
mitad forma al amor, mitad suspiro.

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Tu mano

Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.
Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.

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Tu pie

Nardo y rosa, tu pie guarda una clave
de voluptuosidad que me estremece,
cuando en la alfombra silenciosa y suave,
bajo tu bata, al caminar, florece.
Si en las manos lo tomo, me parece,
transido al roce de mi tacto, un ave
que al sentirse cautiva, desfallece:
tan pequeño es que entre mi mano cabe.

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Vuelo al corazón

Vuelo del corazón que se ha abatido
de tan alto volar sobre tu seno.
Vuelo del corazón que en campo ajeno
cayó ayer al azar de lo perdido.

Unos ojos de cielo descendido,
y un seno en nube hacia ese azul, y lleno
de aquel mirar el seno, y sobre el seno
el amor en dos nubes repartido.

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Armonía

Oye cómo se aman los tigre
y se llena la selva con sus hondos jadeos
y se rompe la noche con sus fieros relámpagos.
Mira cómo giran los astros en la eterna
danza de la armonía y su silencio
se puebla de susurros vegetales.

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Canción (Nunca fue tan hermosa la mentira)

Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia,
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.

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Confesión

Para tus ojos
quisiera yo beber el agua dulce azogue,
y amanecer cubierta de polvos de metales
como una joven faraona muerta.
Robarle su color a los almendros,
y hundiéndome en el lodo feroz de los pantanos
lustrar mi desnudez
para tus ojos.

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De círculo y ceniza

Tu boca viene a mí, sólo tu boca.
Viene volando,
libélula de sangre, llamarada
que enciende ésta mi noche de ceniza.
Toda la sal del mar habita en ella,
todo el rumor del mar,
toda la espuma.
Boca para los besos dibujada,
donde duerme tu lengua tentadora.

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En consideración a la alegría

A qué llorar, me digo,

todo estaba previsto

me muerdo las falanges

los asombros por qué

miro la luna

ajena y sola y sobria en su talante

si desde siempre

desde el nacer, desde el morir, y en cada hora

pacientemente crece el hilo, crece,

y también crece la baba del gusano y la piedra

atravesada aquí,

bebo y saludo

y soy cordial con mi vecino ciego

pues no son tiempos estos dados a patetismos,

ni es elegante

exhibir el dolor.

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Paisaje

El sol de mediodía, su luz sonámbula,
el recio azul del cielo tirante y sordo,
el aire y su ondulante resplandor de hojalata,
las vacas tardas, tontas, en el verde infinito,
y las moscas zumbonas,
tornasoladas,
su círculo de muerte coronando el silencio;
los ojos como espejos, y en los ojos,
el ave circular, la nube pasajera;
y las manos atadas,
y la tierra
donde crecen los yuyos fieramente,
las zarzas, el jaramago, las madreselvas.

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Señales

La luna brilla con ese furor ciego
que es señal inequívoca
de que ha llegado el tiempo fértil del sacrificio.
Huele a la piel rayada de los tigres,
a orquídea que se abre,
al humus que comienza a oscurecer la lluvia.

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Tu nombre (Cuando el dolor ha triturado ya el último hueso de mi noche)

Cuando el dolor ha triturado ya el último hueso de mi noche
y sólo habla el silencio al corazón insomne que hila
y deshila penas y memorias
viene tu nombre hasta mi cuarto a oscuras.
Con un galope seco viene tu nombre abriendo
un camino entre nieblas
instaurando sus voces sus redobles
sus erres que retumban como un grito de guerra
su bronco acento de campana rota.

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EL CORAZÓN REBOSANTE

El alma traigo ebria de aroma de rosales
y del temblor extraño que dejan los caminos…
A la luz de la luna las vacas maternales
dirigen tras mi sombra sus ojos opalinos.

Pasan con sencillez hacia la cumbre,
rumiando simplemente las hierbas del vallado;
o bien bajo los árboles con clara mansedumbre
se aduermen al arrullo del aire sosegado.

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ELEGÍA DE SEPTIEMBRE

¡Oh sol! ¡Oh mar! ¡Oh monte! ¡Oh humildes
animalitos de los campos! Pongo a todas las cosas
por testigos de esta realidad tremenda: He vivido.

Main

Cordero tranquilo, cordero que paces
tu grama y ajustas tu ser a la eterna armonía:
hundiendo en el lodo las plantas fugaces
huí de mis campos feraces
un día…
Ruiseñor de la selva encantada
que preludias el orto abrileño:
a pesar de la fúnebre muerte, y la sombra, y la nada,
yo tuve el ensueño.

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FUTURO

Decid cuando yo muera… (¡y el día esté lejano!)
soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era la llama al viento…

Vagó, sensual y triste, por las islas de su América;
en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;
la tierra mexicana le dio su rebeldía,
su libertad, su fuerza… Y era una llama al viento.

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RETRATO DE UN JOVEN

Pintad un hombre joven… con palabras leales
y puras; con palabras de ensueño y de emoción:
que haya en la estrofa el ritmo de los golpes cordiales
y en la rima el encanto móvil de la ilusión.

Destacad su figura, neta, contra el azul
del cielo, en la mañana florida, sonreída:
que el sol la bañe al sesgo y la deje bruñida,
que destelle en los ojos una luz encendida,
que haga temblar las carnes un ansia contenida
y que el torso, y la frente, y los brazos nervudos,
y el cándido mirar, y la ciega esperanza,
compendien el radiante misterio de la vida…

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SABIDURÍA

Nada a las fuerzas próvidas demando,
pues mi propia virtud he comprendido.
Me basta oír el perennal ruido
que en la concha marina está sonando.

Y un lecho duro y un ensueño blando;
y ante la luz, en vela mi sentido
para advertir la sombra que al olvido
el ser impulsa y no sabemos cuándo…

Fijar las lonas de mi móvil tienda
junto a los calcinados precipicios
de donde un soplo de misterio ascienda;

y al amparo de númenes propicios,
en dilatada soledad tremenda
bruñir mi obra y cultivar mis vicios.

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Cutufato y su gato

Quiso el niño Cutufato
Divertirse con un gato;
Le ató piedras al pescuezo,
Y riéndose el impío
Desde lo alto de un cerezo
Lo echó al río.

Por la noche se acostó;
Todo el mundo se durmió,
Y entró a verlo un visitante
El espectro de un amigo,
Que le dijo: ¡Hola!

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De noche

No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!…
Silencio! Unas no son, otras me niegan.

Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.

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Decíamos ayer

Sobre tema de Ella Wheeler, dedicado a mi amigo C. M. S.

Como Fray Luis tras de su largo encierro
«Decíamos ayer…» también digamos.
¿Han pasado años? En la cuenta hay yerro,
O nosotros con ellos no pasamos.

Donde ayer lo dejamos, dulce dueño.

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