Rosa de Alberti allá en el rodapié
del mirador del cielo se entreabría,
pulsadora del aire y prima mía,
al cuello un lazo blanco de moaré.
El barandal del arpa, desde el pie
hasta el bucle en la nieve, la cubría.
Rosa de Alberti allá en el rodapié
del mirador del cielo se entreabría,
pulsadora del aire y prima mía,
al cuello un lazo blanco de moaré.
El barandal del arpa, desde el pie
hasta el bucle en la nieve, la cubría.
Hoy las nubes me trajeron,
volando, el mapa de España.
¡Qué pequeño sobre el río,
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!
Se le llenó de caballos
la sombra que proyectaba.
Yo, a caballo, por su sombra
busqué mi pueblo y mi casa.
Zarparé, al alba, del Puerto,
hacia Palos de Moguer,
sobre una barca sin remos.
De noche, solo, ¡a la mar!
y con el viento y contigo!
Con tu barba negra tú,
yo barbilampiño.
Ángeles malos o buenos,
que no sé,
te arrojaron en mi alma.
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.
De rondón, el viento hiere
las paredes,
las más finas, vítreas láminas.
Humedad. Cadenas. Gritos.
Ráfagas.
A embestidas suaves y rosas, la madrugada te iba poniendo nombres:
Sueño equivocado, Ángel sin salida, Mentira de lluvia en bosque.
Al lindero de mi alma, que recuerda los ríos,
indecisa, dudó, inmóvil:
¿Vertida estrella, Confusa luz en llanto, Cristal sin voces?
Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando,
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
?Bien puedes amarme aquí,
que la luna yo encendí,
tú, por ti, sí, tú, por ti.
?Sí, por mí.
?Bien puedes besarme aquí,
faro, farol farolera,
la más álgida que vi.
?Bueno, sí.
?Bien puedes matarme aquí,
gélida novia lunera
del faro farolerí.
Por amiga, por amiga.
Sólo por amiga.
Por amante, por querida.
Sólo por querida.
Por esposa, no.
Sólo por amiga.
Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.
Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.
Eres tan frágil
que me gustaría
darte la comida
yo mismo,
lavarte la cabeza
yo mismo,
con una mano muy limpia
peinarte
yo mismo
y de ser posible
(si se pudiera),
morirme en tu lugar.
Los pactos entre bandidos y caballeros no funcionan
y llevan a la cárcel al caballero.
El bandido nunca se hará caballero
pero el caballero termina convirtiéndose en bandido.
Olvidar es grato
pero peligroso:
la cárcel y la muerte
están llenas de seres olvidados.
Un poema puede ser
una máquina de la emoción
o una máquina de la inteligencia.
(La emoción pasa).
Un árbol luengo, deshojado y seco,
pero que enhiesto, sigue todavía;
una culebra en línea vertical;
un poste de telégrafo en la vía,
eso soy por mi bien o por mi mal.
Soy un hombre de chicle que los dioses
del Popol-Vuh jalaron de los pies
y la cabeza a un tiempo: y que, después
(entre risas y toses,
al mirarlo tan largo y tan delgado)
sin reparar su mísero destino,
dejaron a la vera del camino,
irreal y abandonado.
El actor destruye todo lo que pueda reflejarlo. En vez de la vía directa prefiere el interminable rodeo. Vive entre dilaciones, aguzando su capacidad de perder de vista, pasando por alto, mirando oblicuamente, escondiendo pruebas, alterando los hechos, elaborando versiones, poniéndole a todo su oscura sal.
Alguien cierra una puerta a un hombre qeu enmudece, se mira en su celda de un solo respiradero y duda de que él mismo exista.
Algunas veces, por instantes, es sacado a ver sol, pero vuelve por sus propios pasos a su sitio.
Oh AngélicAngélica
a dónde
me has conducido
en este caliente y voraz embrollo de amor.
Mírame. Pálpame.
Acaso en este moreno fideo que soy,
resbalando desnudo allí frente a la cama,
de tronco casi invisible y tambaleante,
reconoces al espumoso búfalo aquél
que
entró
un
día
astillando las puertas de tu vida?
Ves Angélica
esa quejumbrosa gaviota que allá arriba
vuela en laxos, sombríos círculos
en torno a tu cabeza: así suele rondarme la tristeza
cuando me dices adiós
y te alejas
y te olvidas de mí.
Decido
No volver a llorar
Pues ya no puedo.
Propongo
No volver a reír
Pues no me sirve
Deploro
No poder ya gritar
Pues no hay oídos.
Lamento
No llegar a morir
Porque estoy muerto.
Cuando me maten
Todo seguirá igual:
Las calles con sus hormigas
Los árboles con sus troncos meados
Las aves con su pedrada en el costado
Los cafés con sus narcisos
Los postes con su propaganda
Los ríos con sus cadáveres
Los libros con su capa de polvo.
Esta tibia chaqueta rumorosa
que mi cuerpo recoge entre su lana,
se quedará colgada una mañana,
se quedará vacía y silenciosa.
Su delicada tela perezosa
cobijará una sombra fría y vana,
cobijará una ausencia, una lejana
memoria de la vida presurosa.
¡Ay! ¡Ay!
Más cerca de mí te siento
cuando más huyo de ti,
pues tu imagen es en mí,
es en mí,
sombra de mi pensamiento,
sombra de mi pensamiento.
¡Ay! Vuélvemelo a decir,
vuélvemelo a decir
pues embelesado ayer
te escuchaba sin oír
y te miraba sin ver,
y te miraba sin ver.
Every poem an epitaph
Eliot
Un poema si no es una pedrada
-y en la sien-
es un fiambre de palabras muertas
si no es una pedrada que partiendo
de una hoda certera
se incrusta en una sien
y ya hay un muerto.
Como el viento nace del fuego
su vuelo atraviesa el firmamento
saeta en llamas
dominio perfecto de los cielos.
En ocasiones su trayecto
atraviesa el sendero de los ángeles
pero sus alas no se tocan,
jamás se tocan.
Tras el dolor, el cambio,
ese signo celeste de la gloria
traza el sendero más firme el más difícil.
la ruta de los astros para siempre,
camino de sangre y soledad.
Sólo la redención puede lavarnos
del veneno en el espejo
estéril soledad amortajada.
Desde la fuente de la palabra
el agua viva
fluye sin cesar
las puertas se han abierto
rotos están los sellos
el universo entero se desata
ante ti: la escala luminosa
espera tu paso incierto
de tus triunfos y tropiezos
de tus lágrimas y heridas
de tus besos y fracasos
derrotas y esperanzas
vida que fluye inevitable
en la multiplicidad del mundo.
Al descifrar el laberinto
habrá que reparar el canto de las aves
resguardado en los postigos del umbral
para encender el fuego de la aurora.
El humo fatuo en el espejo
velo de la sombra
cubre los ojos del que duerme
los habitantes del sueño
nos llevan con ellos
para mostrarnos
el eterno follaje de la vida.
Hay seres que nos visitan
en el sueño, la vigilia o el insomnio
escriben por nuestra pluma
juegan con el deseo
y esperan un descuido
para tocar la quintaesencia
en el mágico recinto de la carne.
La colmena se define por sus sueños
de semillas dispersas en las aguas
plumas al viento
caparazón aéreo
el zumbido del enjambre
inquietos y vivos resplandores
que acompañan el camino
de quienes llevan en la frente
la marca de la sangre del cordero.
Los navegantes enlazan
plegarias cristales
(sirenas:
jauría de alas)
el esquife penetra los oleajes
con firme timón
atraviesa los gritos y las sombras
mar del encarcelamiento
(mapa de preguntas)
precipicio del instante
aliento del océano.
El fuego armonioso de los astros
sigue las huellas
palabras del agua desprendida
escritas en el vuelo
custodio de la miel y sus placeres.
Perfilo aromas de cantárida
en el código de la extrañeza:
letras muertas
al filo de una sábana.
Tu cuerpo calcinado de deseo
martirio de la carne
tatuaje de la restricción
(pulir la imperfección
en los instantes)
Florezco en tu cuerpo desnudo
donde el azul furtivo
es el canto de las alas
que hiere la dorada piel de los desiertos.
Sobre la nube, a veces
percibimos el destello luminoso
de alguna dorada esfera
conducida por los vientos superiores.
Sobre la frente acaso
sentimos la suave caricia
proveniente del reino de los sueños.
Sobre la piel quizá
tras la dulce fatiga del amor
se aleja el rumor etéreo
del ángel que retoma su camino.
La voz del corazón ya no me sirve
el aire se estremece al contacto de las nubes
como un rumor de viento marino
marejada de las horas lentas
que tocara los márgenes del tiempo
busco el signo revelador de la existencia
en la sutil esencia de la arcilla.
Ha pasado un siglo.
Un día alguien levantará
una piedra abandonada
para estudiar
el pasado del mundo.
Y ahí debajo, ensombrecido
estará mi poema.
Nadie sabrá repetirlo.
Sobre la tierra, nuevos hombres
nuevos sonidos, nuevos poetas
van trabajando y cantan.
Es necesario que el día
nos contemple los huesos
Elevemos el amor desnudo
al sol que está naciendo
Yo no tengo miedo de mostrar
el cuerpo que nos habita
a los que pasan
y adivinan
nuestra miseria
Faz a rostro yo te digo
que en mí ya no existe
ningún maravilloso secreto
Porque el día
descubre el fondo
de las palabras que mienten
¡Aire sonámbulo, blancura de las rosas!
¿Quién menciona la abeja
en el avinagrado
corazón de la noche?
El sueño no es más alado
que esta vigilia:
acertijo y pabilo
ceguera y deslumbramiento.
A mis palabras el silencio pone alas.
El mundo afuera
es la hermosura
de una flor,
mi pensamiento
el interior
de la flor.
¿Me preguntas acaso
si morir
es caer
al interior de la flor
y florecer
a cambio de pensar?
Si las nubes no anticipan en sus formas la
historia de los hombres
Si los colores del río no figuran los designios del
Dios de las Aguas
Si no remiendas con tus manos de astromelias las
comisuras de mi alma
Si mis amigos no son una legión de ángeles
clandestinos Qué será de mí
Esta noche asistirá a tres ceremonias peligrosas
El amor entre hombres
Fumar marihuana
Y escribir poemas
Mañana se levantará pasado el mediodía
Tendrá rotos los labios
Rojos los ojos
y otro papel enemigo
Le dolerán los labios de haber besado tanto
Y le arderán los ojos como colillas encendidas
Y ese poema tampoco expresará su llanto
Yo tengo para ti mi buen amigo
un corazón de mango del Sinú
oloroso
genuino
amable y tierno
(Mi resto es una llaga
una tierra de nadie
una pedrada
un abrir y cerrar de ojos
en noche ajena
unas manos que asesinan fantasmas)
Y un consejo
no te encuentres conmigo
Desde la playa de mi sexo
yo te saludo, reina
de la noche y del día.
Sin ti mis fuegos nada queman
Sin ti mis signos nada indican
Sin ti mis construcciones me ahogarían.
Yo te saludo, reina
de lo absurdo.
Yo no soy siempre el mismo,
ni el de mañana ni el de ayer,
de mi existencia antigua me separa un abismo.
La emoción que ha pasado, ya nunca ha de volver.
Mas a veces revivo en un día lejano
o otras presiento un punto la hora que vendrá.
Que la muerte me tome por asalto.
Pero yo no me rinda,
que me entregue,
que baje la guardia…
Jamás de los jamases.
Que la muerte me tome por asalto
Y ni así será enteramente mi dueña.
Nunca averigüé
Si fui ingenuo
o alguien con demasiado talento
como para poner los pies
sobre la tierra.
Gozo de los sexos prometidos,
Tiernas ostras
Abiertas
Que goloso devoro.
Desde el fondo del Amor
hasta el Centro de la muerte.
¡Qué periplo!
Ningún lazarillo en el sendero.
Sólo el corazón solo
y una melodía contra todo el silencio.
Se paró provocando a la bestia
que lo miró de lejos. Ya cerca
con el purpurado trapo en vuelos
un ojo negro se le clavó en el pecho.
Como en un sueño, cuando todo estaba perdido
Zurita me dijo que iba a amainar
porque en lo más profundo de la noche
había visto una estrella. Entonces
acurrucado contra el fondo de tablas del bote
me pareció que la luz nuevamente
iluminaba mis apagados ojos.