Qué trasparente amor,
en la cálida tarde tranquila,
el del azul y yo.
Mi pena viene y va.
Mas la mira una estrella suave
y se pone a cantar.
Qué trasparente amor,
en la cálida tarde tranquila,
el del azul y yo.
Mi pena viene y va.
Mas la mira una estrella suave
y se pone a cantar.
Hojita verde con sol,
tú sintetizas mi afán;
afán de gozarlo todo,
de hacerme en todo inmortal.
¡Ojos que quieren
mirar alegres
y miran tristes!
¡Ay, no es posible
que un muro viejo
dé brillos nuevos;
que un seco tronco
(abra otras hojas)
abra otros ojos
que estos, que quieren
mirar alegres
y miran tristes!
De noche, el oro
es plata.
Plata muda el silencio
de oro de mi alma.
Silencio. Sólo queda
un olor de jazmín.
Lo único igual a entonces,
a tántas veces luego…
¡Sinfin de tanto fin!
Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.
Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.
Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;
y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio;
y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.
¡Qué alegría este tirar
de mi freno, cada instante;
este volver a poner
el pie en el lugar cercano,
(casi otro, casi el mismo),
de donde aprisa se iba;
este hacer la seña leve,
segundamente, inmortal!
¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
—¡Oh corazón falaz, mente indecisa!—
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?
Tan leve, tan voluble, tan lijera
cual estival vilano… ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en risa…
¡Vana en el aire, igual que una bandera!
Sólo eres tú
(aquella tú)
cuando me hieres.
Ya rindió una jornada la fiebre de mis brazos
y aún están los leones de mi numen erguidos:
los músculos alertas para nuevos zarpazos
y firmes los pulmones para nuevos rugidos.
Todo el otoño, rosa,
es esa sola hoja tuya
que cae.
Niña, todo el dolor
es esa sola gota tuya
de sangre.
Rosa completa en olor.
Sol terminante en ardor.
Serenidad de lo uno.
(Rompevida del amor).
Tú queriendo y sin poder.
Yo pudiendo y sin querer.
¡Pobre rosa con el hombre!
¡Triste sol con la mujer!
¡Yo solo vivo dentro
de la primavera!
(Los que la veis por fuera,
¿qué sabéis de mi centro,
qué sabéis de su centro?
Si salís a su encuentro,
mi sangre no se altera…)
¡Yo solo vivo dentro
de la primavera!
¡Qué miedo el azul del cielo!
¡Negro!
¡Negro de día en agosto!
¡Qué miedo!
¡Qué espanto en la siesta ardiente!
¡Negro!
¡Negro en las rosas y el río!
¡Qué miedo!
¡Negro con sol en mi tierra
(¡negro!)
sobre las paredes blancas!
Está el cielo tan bello,
que parece la tierra.
(Dan ganas de volver
los pies y la cabeza.)
Tierra, tierra, tierra, tierra.
Y ahora yo, yo, yo, yo.
¡Cielo puro, día libre,
sostenedme en mi ilusión!
Ya viene la primavera.
¡Lo ha dicho la estrella!
La primavera sin mancha.
¡Lo ha dicho la agua!
Sin mancha y viva de gloria
¡Lo ha dicho la rosa!
De gloria, altura y pasión.
¡Lo ha dicho tu voz!
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
¡Qué hueco tan robado
el de este vano cielo
que nada al alma pone,
ni nada quita al cuerpo!
Entre ayer y hoy,
Avanzan las alas del suspiro.
¡Ay el alma infinita
en los destellos del alba!
Entre ayer y hoy,
Florece una eternidad.
El barandal del horizonte,
Une mar y tierra
Como ese irrumpir
Del arco iris en la tormenta.
Recuerdo las frondas del combate
Frente al tiempo que parecía
Estático, frente al campo abierto.
Pregunté por ti desde las ramas
Del sueño y su claroscuro:
Supe que podíamos tallar
Nuestras figuras y macerar
El alma con la corriente hipnótica
Del anhelo y del buen augurio.
Traigo soledad. Creció conmigo.
Tú sabes que ha sido un deshilván
Que en ti ha desbocado
Como un secreto atajo.
Entre palabras y palabras
Hemos hecho ríos y tejidos.
Nadie sabe el sacrificio
De crecer callando y desangrar;
Nadie puede entender la tormenta
De rubores indecisos de sí mismos.
Bajo una vieja casa
De impecables paredes
Tabanco y azogue
La lengua del cielo
Como una vieja isla
Tartamudeando en su nocturno secreto
Mientras al otro lado del espejo
Los jinetes pasan
Cabalgando en fuego
Van tras la luz en la luz
De un puñado de sueños:
Cuerpos de exilio en el silencio.
Ni una luz. Todo oscuro:
El cuerpo en su cárcel
Parece un nudo sepulcral.
A veces la realidad es triste:
Tormentas devastan su interior.
En la tierra se deshace la lluvia:
Su misterio golpea
Lentamente como el deslumbramiento.
No existe olvido si hay memoria.
No existe pasado si eres mi presente.
El tiempo emerge del pecho
Y allí nos ahogamos en su sueño.
Vivimos para descorrer las flechas
De la vida, no para hundirnos
En las aguas de su bruma.
En las nubes de invierno,
El cielo se oscurece,
Mi libertad se hunde:
La ilusión es velo.
Siempre estoy desnudo:
La lluvia dilata
Esperanza y fuego…
¡Ah, nube de invierno
que cubre la memoria
con gotas de imprenta!
En ese horizonte hundido
Por la brisa del anhelo,
Y por la esperanza helada
Que te escucha, te sueño:
La conciencia desnuda,
Se dilata en confesiones,
Y el campo riega sus esencias
Con los suspiros del monte…
Ella me piensa cuando sueño
Con un quedo de ramas por subir:
Ella que es la memoria
Cuando pienso en las arboledas…
Ella, la fuerza natural
De la lluvia, el fuego y la tierra.
La abejita enañada y descnganada.
Una tierna abejilla vagarosa
De Amira en torno susurrando gira,
Lievada del aroma que respira
La boca bella de mi Amira hermosa:
En su elevado seno ye una rosa
Que por adorno allI pusiera Amira,
Y al instante del aire se retira
Y entre sus hojas engafiada posa.
Aleteos de pájaros
y el cielo tan oscuro,
los árboles
se agitan en danza.
Por la calle corre
aire frío.
El cartero y su bolsa
pasan de largo.
Los dioses no se detuvieron
en esta ciudad arisca
y asesina.
Antiguos como el mar
más testarudos que una mula,
recalaron con sus dones
en otras tierras.
Quien no lo sepa,
quien intente negarlo,
padecerá sus trampas.