Ayer bebí,
y mientras bebía hablé de mi impotencia,
confesé mi orfandad y mostré mis manos
que nunca tienen nada, salvo el corazón de Ligia.
Yo le quité el corazón porque era la única mujer
capaz de amar a un poeta pobre.
Poemas salvadoreños
Suelto esta voz,
estas manos que golpean conciencias,
pero el eco vuelve solo.
Por las calles del mundo fumo la derrota.
Arañas atómicas acechan el futuro
y tras las rendijas de la muerte un niño nos mira.
Hombre del trampolín hacia los astros,
¿qué dicen tus oráculos,
tus clepsidras académicas?
A Dina Posada
Esas musas inquietas que animan la existencia
En cada rosa una espina da su autógrafo
o en cada espina una rosa ofrece un pétalo
Las palabras no bastan para expresar misterios
aunque ellas mismas sean sobrenaturales
y cada uno de sus átomos sea un universo
a punto de aparecer de la na
Cada autógrafo entrega su rosa y su espinada
Esas musas inquietas creadoras del ensueño
donde la voz despierta iluminada
Palabras no palabras cielo inmenso
y una tierra que espera
¿Qué es lo que espera?
Ella es a veces alta,
a veces triste como todo camino,
de mirada queda.
Y cuando me ve,
su sonrisa me quema todo el cuerpo.
La conocí hoy y sonreía.
Hablaba despacio,
viendo la palabra perfecta,
ella,
la mujer exacta.
Cuando en cien,
doscientos años,
alguien cuente
(invente) esta historia
o la historia de otro
exilio, de otras quemaduras
de este ronco andar,
cuando se refieran
a esta hazaña
y sus desaciertos
y no se diga el dolor
que devoran mis labios
y no se sienta la viudez
de la guerra
los huérfanos, los deshijados
los que murieron
sin abril en sus sendas
en un parque entonces
en un banco al hedor del verano
(las moscas)
los viejos rían
disciernan sobre el progreso,
los principios, el aire
acondicionado,
la libertad de los ángeles
cinco, siete siglos atrás,
cinco, siete años atrás,
se bate un hombre, una mujer,
contra su propia ausencia.
El loco, el triste, habla
de maravillas,
de verdades llanas
con severa convicción.
El loco, el triste,
habla, sonríe,
sus labios tienen
del mar los laberintos.
Entiende, escrutina, salta
de juicio en juicio
sin poder los ojos detener,
sin acordarse.
Voy por las calles,
me sacudo llantos de la piel,
me desprendo los últimos muertos que no quisieron morir.
Voy como alma en pena,
como un rayo sin trueno,
escapándome de la vida,
buscando un lugar donde morir.
No es la soledad,
no es esta triste muerte,
no es el recuerdo de mi pequeño hijo.
…si tú te mantienes libre,
por tu imposible yo,
tú por mi imposible.
Juan Ramón Jiménez
Aún recuerdo cuando te encontré.
Eras el nombre que conocía
por la música de cada sílaba.
Mariposa que volaba junto al fuego,
eras leve pájaro o espuma en tierra.
He bajado a los infiernos, a los fijos,
a los reales como una piedra en el rostro,
los que se nombran países, naciones,
territorios que en mi cara tornan
sus nombres en exilio, en tránsito, en ajeno.
He conocido buenas gentes, a qué negarlo,
que me han ayudado, que se han acercado
a la tripulación con un vaso de vino,
con carne seca, con una manta en buen estado.
He esperado muchos días,
y no he recibido respuesta.
Abril pasó, la nieve se fue,
y no he recibido respuesta.
Desde la ventana los árboles; el viento,
las hojas verdes en el mes de mayo.
Pronto las flores se llenarán de polvo
y esa carta tuya que no llega.
Como todas las cartas,
ésta llegará tarde.
Pero es que esperaba
decir el último adiós
y ya sabes los adioses
te martillan los sentidos,
son como la espuma del río
que se queda en la ensenada
girando hasta marearse
hasta que se va con la corriente.
Noviembre llega
y con él tiemblan
las primeras nieves
en el cielo.
Los pájaros preparan
su salida
rumbo sur
dicen que con la magia
del viento
pueden estar
en el Golfo
en un día.
Pienso en ti
y entretanto
deambulo por las
marchitas periferias
de un poema.
Aguijoneo mi
quijote
y la ilusión
se eleva
o se pierde
o te encuentra
entre las
perdidas
puertas
viendo pasar los pájaros,
embistiendo
esa distancia
en la que
me diluyo
por alcanzarte.
There was a time
when the only friends I had were trees. . .
Gerald Stern
Para Ken Mose
Cada cierto tiempo
converso con mis amigos
los árboles mientras
descansan del viento
y los pájaros.
Cae la noche.
Los remeros dejan de hablar
y descansan. Sólo el mar
con sus aguas
tienta el barco.
Tengo miedo.
Me hablas de mi hijo.
Ha crecido solo
y no tiene padre.
Triste época, Penélope,
triste tiempo
para andar de país en país
y oír la palabra extranjero
en boca de la gente.
Agónico fuego de la tarde,
triste, sediento;
camino despedazado,
viento de luna,
nocturno pájaro tenue,
obelisco de lo fugaz,
filosa piedra de rápido golpe.
Aquí estoy.
He llegado hendiendo
el silencio de estas calles,
horadando con mi sombra
cada pecho de aquellos hombres
ya idos.
Día jueves, octubre del año tal ,
hora, las nueve de la mañana,
camino por las hojas muertas,
las miro y grabo sus chillidos,
el agua y la tierra guardarán
su otro recuerdo.
Paso por el puente, no me contengo
y palpo sus barandas de fruta seca.
Este deseo diario
de rascar tu espalda
tibia y sudorosa,
de brillar en tus ojos
quietos y profundos,
de amarte salvajemente
hasta deshilachar
las soledades,
de ruborizarme
con plena conciencia
cuando encuentro
mi desnudo
entre tus labios,
será mi compromiso
único y vital.
a FVCH
Navegar sobre tu espalda
dulce y tibia
guardar cada lunar entre mis dedos;
saborear la sonrisa de tus ojos
que hipnotizan a su encuentro,
quiero recorrer tu cuerpo,
descubriendo todos sus rincones
tus relieves, tus planicies, tus cuevas…
conociendo tus olores, sabores, sonidos, detalles…
ganándome el derecho de vivir allí
explayada en todo su ancho,
plena…
Vivirlo a tu cuerpo
que me asombra, que me gusta
como tu rostro sonriente.
(a R…)
Ahora he de fingir
-según usted-
un adiós casi total, genuino y certero
al sueño aún no compartido.
Tomar las riendas de mi antigua soledad
sin mayores consecuencias
-según usted-
me inventé un candado de valeverguismo
y me volví mujer-fantasma en su lecho,
pajarito de papel que arrastra el viento.
Hace siglos llovieron sonrisas
a mi solitario caracol
padecí tus fiebres
y alcancé tu pecho para anidar.
De vos, ni un solo gesto queda
tan sólo el pincel de tu recuerdo
que te dibuja en mi soledad,
ya no volveré a tus labios
ni a tu almohada piedra de volcán.
Yo me subí a los trece años
y llegué a odiar los rieles
y el tren.
Soñé y soñé y seguí soñando
el descabezado de mi infancia;
no pude más jugar a las muñecas
que se les cae la cabeza, mamá,
y me da miedo.
Lúcido en la tiniebla de un momento
de ser -ya sido- en inicial viraje,
arranca de raíz mi pensamiento
-tan joven como antiguo en su linaje-.
Ráfaga a grupas de un saber, aliento
-del polvo hostil es rescatado viaje-,
emite luz, muy cerca a lo que siento
del más nocturno azul de alunizaje.
A ti vuelvo y en ti buscando aliento;
-Isla del sol- o de mí noche de estrellas,
si heridas me restañas y alma sellas
es techo y heredad, tu sentimiento.
Un átomo de amor en las centellas,
o la virtud más dulce, yo presiento:
diosecillo de luz, mi pensamiento
en ti árbol grabó, sus tiernas huellas.
Tu imagen enlutada y pasajera
roza el leve sentir de una amargura…;
y aunque en ella yo viva prisionera,
mi vida es un no-star en la ternura:
-afán que nunca llega hasta su vera-
si un ir inmotivado en mi presura,
me diluye, me escapa a la atadura
del tiempo, en ceguedad de lo que fuera:
-tal vez- sólo el mirar de la dulzura;
el más leve matiz en primavera:
la luz, la flor, la imagen que perdura;
desde mi hondón mi ser te configura,
-cerca o distante- el alma es heredera,
de ese súbito albor, de noche oscura…
En el jardín de plenilunio lleno
su tríptico de pétalos se posa,
con la fijeza de una mariposa
que congelara en flor su desenfreno.
Tiene en su cáliz de candor un pleno
aire más fino que nevada rosa,
y del perfume, doncellez premiosa,
la suave gala de blancor sereno.
Criatura entre otros ‘egos’ desligada,
la noche, en concreción de lo inconcreto
-al no ser la materia resignada-
cuelga de un mundo en su dolor concreto…
Desnace tras la luz, finge el secreto
de verse en el vacío, cuando nada
-si no la levedad del esqueleto-
la equilibra dejándola creada…
Lo infinitesimal que la descifra,
centra -con voz armonica la cifra,
que a su esférica forma la resuelva…
Y en lo posible, o imposible, vaga
-con sus ojos sin luz- yendo a la zaga
de la inviolable lumbre que: ¡la envuelve…!
La luz en pie de Ocaso compagina
al del Oro sangrante de la rosa;
y suma cardinal y milagrosa
al viraje del sol en la colina.
La fuga de las cosas se adivina:
diríase una escala luminosa,
por donde asciende el aria jubilosa
que al corazón de la floresta afina…
Más la tregua de un día pajarero
– en nidales de celo y alborozo-,
elige permanencia en el alero…
Y un éxtasis de dicha se presiente
-al expirar un ágave gozoso-,
¡tal un místico albor, en el poniente!
San Salvador
arde en los ojos.
La sangre corre
a manantiales
abofeteando al dios dormido
para que tire sus flechas.
La piel se estremece
cual si ya lloviera.
La lengua quiere esconderse
la boca ansía cubrirse de pieles y sábanas.
La caravana de los días
pasa con sus falsas ocupaciones.
Busco otra manera
de preguntar por esa facilidad,
de decir sencillamente
la grandeza del ínfimo equipaje del hombre.
Y no hallo más cosa
que contar esta historia
de una semilla ciega
que no subió al carro de Diana.
La viruta de la tarde
fluye reina
por el alambique del cine
sos el único
entre los que fuman su lluvia
el único
amo del silbido y el salto mortal de la palabra
el único
que retuerce sus venas
con las de la pantalla
el único el de la saliva
el unico
el que gritaaaaaaaaaaaaaaatrapado
en la pupila de Alguien
que acaba de salir
orientado por las luces a medias.
A Silvia y Delia, en lo que aún no nos perece
Abierta está el arca:
Se renueva el rito de manos enlazadas.
Es noviembre.
Vi tierra nueva al ver
fijamente a tus ojos.
*
Hablábamos, entonces, de los días ya idos,
en los que tú hollabas suavemente,
lo suficiente como para conmocionar
a los peces del abismo.
Un fantasma de tiza blanca
acecha, ligero,
el silbo de los libros. Desde aquí puede verse
el lar donde los ancianos de allá
acostumbran a pasear casi regimentales
dejando tal vez la factura buena
de un calendario de jade y obsidiana.
??¿Es este el día???pregunté.
Su mirada no me dijo nada.
Ella miraba a mis muertos
cuando miraba hacia mis ojos.
Te imagino
saliendo recién parida húmeda
de una quebrada que sólo yo sé
el cabello apenas en el lunar
dos lunas líquidas de pronto endurecidas
Te sabés acosada
por las pandillas del deseo
los niños de la bala
aún no se han quitado los pasos
Te sabés acosada por los poetas que te hablan
y luego duermen
acompañados de su mano.
¡Delta fluvial
al que llegar a tientas con la palabra!
Yo amanecía convertido
en el tacto
que hace brotar otra vez
las sinuosidades.
La boca pronuncia
tu nombre por primera vez.
Es selva y desierto
la playa que encuentra
los restos de mi día deslumbrado.
«Hombre he sido», dice la Palabra,
que ciego me toma
y me resguarda
de los cristales del sol
de las fieras
que a todo solitario acechan
a mitad del camino.
Yo he sido las sombras de todos esos condenados.
A mí, todos los horrores de este círculo.
Yo fui más allá de las cenizas
y fui el perfume que se dilapida entre sedas.
Fui quien enloquece
por un cuerpo tibio
y luego cae desde la torre al escarnio.
‘Pape Satán, Pape Satán Aleppe’
No gastó de sí todo el canto insomne.
No guardó para sí la zozobra del que amó.
Lo veo y me digo:
el Enemigo no sólo
es el que rabia
contra el sol.
a Francisca Esther, mi esposa
Ahora
cuando la lluvia salpica los costados de mi patria
y el viento
trae en sus enaguas un dejo de tristeza camuflada
mi voz se desprende
buscando apaciguar estas ansias
porque una llama enhebra la ternura
que habita en mis ventrículos…
Ahora
mientras un torrencial cae sobre la vieja ciudad
cual borrasca que sabe a pesadumbre
quisiera
escaparme de este trabajo que me ata
romper los cristales que dividen nuestra sangre
porque anhelo
que se pierda la noche
que sabe a la melancolía que llevo dentro…
En esta noche… repito…
cuando la lluvia trae centellas
y el peligro acecha en las esquinas
de un barrio carcomido por la angustia
te recuerdo, como si fuese ayer,
y sin embargo,
sólo espero que el sol
me dé su última estocada…
Ahora, allá, abajo,
donde camina la ignominia en ancas de la parca
he deseado cantarle a la esperanza
pero sólo me brotan
más que dos verbos furtivos
pretendiendo entender la vida de los niños
que aprendieron a cantar
como la voz de los abuelos
con granos de maíz de raza…
Ahora llueve
sin embargo me pregunto
¿sabrás que este canto
es el pregón del futuro,
el verbo donde podré cantarle al amor
sin más grilletes que la quimera?…
Ahora
he de recordarte que una vez
supe del llanto de una cigarra
cuando el otoño acechaba e insistente
quise enarbolar
la frase más tierna que supo de la ausencia
mientras la lluvia
navegaba entre líquenes.
Ven, siéntate a mi lado
que necesito compartir contigo
este aroma a flor selvática que se esparce
y nos envuelve en el grácil silencio de la noche.
Ven, que quiero asir en la mente
tu voz impregnada de ternura,
el hechizo de tu mirada y el color rosa de tus
mejillas,
porque estando a tu lado no existe ni existirá
ningún ruido mundanal que perturbe contemplarte toda,
serena y taciturna…
Ven,
que deseo saciar la pasión inédita del amor
necesito compartir contigo, el lenguaje titilante
que frenético hipnotiza a mi alma
bajo el suave verdor de primavera.
Aquí estoy de nuevo
ansioso buscando la palabra
uniendo sílabas mudas
ante un mar de lágrimas
que me estremecen
empapándome
descubriéndome
sin esperar a que me defienda
o que encuentre respuestas
perdidas en el silencio.
Aquí estoy de nuevo
descubriendo pergaminos
hinchando mi cuerpo
procurando descifrar
en libros de sílabas polvorientas
una frase clave para mi palabra…
Aquí estoy de nuevo
aprendiendo a amar
no importa quien esté conmigo
extiendo mi mano
signalizando con ella
que no estás solo
toma mi corazón
para que mañana no digas
que esquivé tu palabra.
No te marchés todavía
aún no he encontrado el camino
¿Sabes?
Hoy no dormí lo suficiente
sin embargo preparé la coartada
para perderme entre tus piernas…
¡Calla!
-no digas nada-
deja que en silencio
pueda arrancar de ti
este adiós que nos duele.
Guarda silencio
por favor -no digas nada-
que las estrellas ignoren
este mutis de despedida
deja que la tenue brisa
confabule contra el amor
que nos juramos un día;
porque entre tú y yo
siempre existió eso
una locura de amarnos
sin más sonidos
que el palpitar
de nuestros pechos…
Vamos
es preciso que reinventemos
otras formas de amarnos
aunque al final
volvamos a decirnos adiós…
¡Calla!
a Ovidio Villafuerte
“En el muro quedaron
los tatuajes del juego”
Mario Benedetti
Cómo evadir el canto
si la pluma entre mis manos
“desparrama tinta” y está vedada
pero no teme a la mortaja
ni a los vaivenes del viento
y se rebela ante la luz del sol,
pues “en el muro quedaron
los tatuajes del fuego”;
por eso Ovidio
hombre claro en las vicisitudes
eres fuerte como los robles…
Dame la mano
distribuyamos la palabra entre la vida
pues te he visto estrechar el verso
y lo has pulido…
Dime Ovidio
cómo no comprender tu canto universal
si eres
el sonsonateco de pura cepa
que bebió de la savia de “Pipo” Escobar Velado
pero no te quedaste en los sueños
pues conoces de cuerpo entero los espasmos
los sortilegios que te legó la tierra
y aprendiste –como Salarrué–
que la palabra crece al compás del tiempo
sin que por ello se pierda la visión de la vida…
Ovidio,
miembro del otrora Piedra y Siglo
y aunque pasará otro siglo,
pero tu voz seguirá
enarbolando el canto de los ausentes
como proclama que se ciñe
y no se “conmisera ante la muerte”
porque tú eres Ovidio
Ovidio Villafuerte…
Estas manos
que tantas veces
te han recorrido
acuden a ti
a cada esquina de tu cuerpo
retornan al frente de batalla
para decirte con fiereza
que la palabra nace trémula
cuando tú desdices
la fidelidad
de la oruga
y sólo crees
que la luna
sabe acogerte
a la hora del unicornio…
Este castillo
que ha sabido fundirse
con tu sangre
ha comprendido
la congoja
de los años
y pese a la llovizna
confiesa a viva voz
que su cuerpo
sólo es tuyo
y te entrega
la luz del nuevo verbo
pues aunque caigan
otras trincheras
a la diestra del Padre
allí estaremos
para hacer cumplir la palabra
y la promesa
con que nos fundimos…
«la poesía es un espejo/
que muerde»
Jorge Arturo
otra vez la noche
la soledad irrumpe con sus fauces
no hay nadie que me dé un beso
que se alegre porque he llegado
no hay nadie… sólo el silencio
espero la noticia que diga
«Murió de soledad»
suena el teléfono
a la una de la madrugada
no hay quien conteste
preguntan por Pedro ¿o Joaquín?
si regresa y no estoy, dile que me fui hace tres lunas, dile que quizá tarde
un poco en volver, inventa excusas para que se vaya; ahuyéntala con
sahumerios. compra la hoja de la suerte, pon ajo en las rendijas de las
puertas y ventanas, deja la escoba detrás de la puerta con las pestañas para
arriba.
En este abril
cuando la brisa de marzo
no está conmigo
he recordado el brillo de tu mirada
que acechó en las esquinas,
mientras, mayo,
furtivo y sediento,
se reía de un junio
cobijado entre sombras…
En este julio
los luceros inventaron el amor
que febrero olvidó
atendiendo vitrinas
expuestas al mejor postor
aunque en silencio
agosto,
conspirara contra el amor
que le heredó el vecino del norte
como si la ternura
estuviese confinada
al mercado de tus ojos…
Ah, pero no me hables de
septiembres
conmemorando la flecha y el arco
de falsos profetas
independentistas
que usurparon la quietud del
alba
porque no podía soportar
el desdén con que octubre
celebró con pompas
la llegada de un hallowing
insertado en las venas
ya que noviembre y sus
nostalgias
por la presencia de la parca
rompió en sollozos
cuando un diciembre
aletargado y campante
se atiborró del canto de un
jilguero…
¿Qué harías tú sin un enero
que se vistió de gala
cuando la radio
musitaba con algarabía
que un abrazo
de un diciembre le bastaba
para poblar de dicha
el brillo de tu mirada
y tú, mujer,
¿qué hiciste con el cántico del
amor?
¡Epa! ¡Epa!
a esa fiesta no me han convidado
-dijo el hombre-
no es necesario
le respondieron
a tu fiesta vamos todos…
cada dos de noviembre