Al cerrar el botón del monedero
esa mujer hablando de los otros
tropieza con los nombres
que apretaron el brillo de su vestido rojo.
La interrumpen reproches en voz baja
golpes de la otra vida
papas apio cebollas que guarda el mosquitero
una mano que cuenta las pastillas
disueltas en el sueño
entre muecas mordidas por extraños
y el crujir de un elástico que cede
después de haber tendido la cobija en la pieza
para cubrir al náufrago y la luna.
Poemas cortos
En el gancho escondido que pende de la noche
deja secar los trapos.
Gotas de sangre dulce le roban las muñecas.
Ella pone su mano de disculpa, obediente
a la regla que baja como una guillotina
y el poco de dolor le cuenta un cuento
que nadie le ha contado en esta vida.
Te hicieron enemigo del que llevas.
Dos siglos de enseñanzas contra tu voluntad
la mía. Dos mil años.
Ese extraño, mi cuerpo, era la sombra intrusa
que castigan los dioses del cielo y de la tierra.
El otro, oculto.
Nos ha llevado tiempo conocernos
separar del silencio la voluntad que niega
para darnos palabras de un idioma
en constante peligro de extinción.
Dejemos los anillos en su sitio
la gotera del baño, el esforzado sueño.
Escondamos la escoba, por favor
los trapos de cocina.
La borrachera diurna del vecino la borro.
Tapo los viejos diarios con nuestro desarreglo
el tiempo del reloj y de los trenes.
Mi cuerpo un armazón de vil basura
mi espíritu una sombra de tristeza;
mi corazón un cáliz de amargura,
y un ánfora de sueños mi cabeza
donde guarda delirios la locura.
Doblado entre sus ramas
los miedos se deshojan unos a otros.
El oscuro silencio le humedece los huesos.
Y pedirá perdón, si regresan de nuevo
a revisar la cama con un golpe
mojado por la noche.
El sueño sueña un bosque para evadir la culpa.
El vecino Domingo ha desollado un cerdo
adentro de su cuarto.
La sangre salpicó el marco de la puerta.
Unas gotas quedaron suspendidas en el mosquitero
hasta que se secaron con el viento.
Comimos sobre el piso quebrado por la higuera
después
las mujeres lavaron en voz baja
y los hombres durmieron vestidos a la sombra.
En una vieja foto está escrita una fecha
y por detrás los nombres de nosotros
(sobrenombres y apodos en paréntesis).
Los que pudimos ser
de haber nacido antes o después
de esta historia
si los hijos que fuimos jugaran de este lado
no en aquella niñez
que siempre entorpecía la música de fondo.
Entre los jeroglíficos hallados en tu almohada
enfrentarás la mueca de los días.
La distancia idealiza.
El sueño solamente demora esa costumbre.
Las miradas de entonces no quieren saber nada.
La mano que aún extrañas acostumbró su piel
al paso de tu ausencia.
Si no tuviera alas como tiene
si no hablara y cantara
si no fuera de fiesta de velorio
si no amara tus piernas como ramas de un niño
si no tuviera acaso componentes políticos
estaría diciendo que el corazón
es sólo el corazón
no esta mancha que cambia pasos bodas y viajes
no este pájaro huído que carga una maleta
pesada como un pueblo
no esta sombra que emigrra en mala hora
qué va.
En la senda, Virgen santa,
que con llanto humedecieron
los seres que el ser me dieron,
imprimo mi tierna planta.
Luz que la gloria abrillanta,
Madre del Verbo hecho hombre,
haz que la zarza no alfombre
mi camino.
No hay otro bien que al de vivir iguale:
es la existencia una ilusión mentida:
la vida es nada, porque nada vale,
y todo acaba al acabar la vida.
—Mas cuando el alma de su cárcel sale,
¿el alma adónde va?
En un rincón oscuro del infierno
el amigo Luzbel está en cuclillas,
la siniestra descansa sobre un cuerno
y en la diestra se apoyan sus mejillas.
Muy grave debe ser lo que sin bilis
medita hoy la majestad candente;
pero… ¡Silencio!… ¡Dio con el busilis!
El ave sobre el borde de la fuente
baja el pico y me mira
recoge su alimento vuelve a bajar el pico
y me vuelve a mirar
meneando la cabeza
alrededor hoteles de altísimo aluminio
vidrios rubios detrás de las cabezas
un régimen de moscas consumiento el sonido
el ave teme observa se levanta
con ágil movimiento vuela sobre estos días
que invadieron los ojos con el ocio terrible
de los desocupados.
En la puerta cancel del antiguo vestíbulo
brilla un vitral que sirve para tapar el gris con sus colores, hoy ya desatendidos, y sus vidrios rajados
por donde pasa el viento trepidando
como un viejo y ruinoso caballo de lechero.
Este es el escenario de una ciudad
con muros carcomidos, reflotada del agua
y puesta a navegar otra vez con nosotros
entre descalzas voces que recuestan sus hijos
o baldean las piezas a lo largo del patio
mientras mamá desviste la muñeca que sienta
al centro de la cama
varios días después del primer fin del mundo.
Ni la luz refulgente de la aurora,
cuando rasga del cielo la cortina,
ni los rayos de fuego con que dora
el ígneo sol la corpulenta encina,
pueden brillar, mujer fascinadora;
que todo tu mirada lo domina,
y a la aurora y al sol les causa enojos
la luz fulgente de tus lindos ojos.
Se han marchado todos
y nadie ha vuelto
para cerrar la puerta.
Esta, vieja y desguazada,
golpea contra el viento
en las noches de asombro
como si nadie la quisiera oír,
como si todos los páramos del tiempo
se encerrasen aquí,
sobre estas galerías de casas agrietadas.
maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con sus mamás que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de memoria tan amargos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros
Asómate a mi alma
en momentos de calma,
y tu imagen verás, sueño divino,
temblar allí como en el fondo oscuro
de un lago cristalino.
Tu tez rosada y pura; tus formas gráciles
de estatua de Tanagra; tu olor de lilas;
el carmín de tu boca de labios tersos;
las miradas ardientes de tus pupilas;
el ritmo de tu paso; tu voz velada;
tus cabellos que suelen, si los despeina
tu mano blanca y fina, toda hoyuelada,
cubrirte con un rico manto de reina;
tu voz, tus ademanes, tú… no te asombre:
todo eso está, ya a gritos, pidiendo un hombre.
Juntos los dos reímos cierto día…
¡Ay, y reímos tanto
que toda aquella risa bulliciosa
se tornó pronto en llanto!
Después, juntos los dos, alguna noche,
reímos mucho, tanto,
que quedó como huella de las lágrimas
un misterioso encanto!
a A. de W.
Tú no lo sabes… mas yo he soñado
entre mis sueños color de armiño,
horas de dicha con tus amores
besos ardientes, quedos suspiros
cuando la tarde tiñe de öro
esos espacios que juntos vimos,
Cuando mi alma su vuelo emprende
a las regiones de lo infinito
aunque me olvides, aunque no me ames
aunque me odies, ¡sueño contigo!
a A. de W.
Si en tus recuerdos ves algún día
entre la niebla de lo pasado
surgir la triste memoria mía
medio borrada ya por los años,
piensa que fuiste siempre mi anhelo
y si el recuerdo de amor tan santo
mueve tu pecho; nubla tu cielo,
llena de lágrimas tus ojos garzos;
¡ah!
Sometimes these cogitations still amaze
The troubled midnight and the noons repose.
T.S. Elliot
Lo empiezas a saber,
tu amor va enseñando sus sales de baño, sus fiestas de guardar, sus cenas sin nadie;
a veces, el esqueleto de tu ángel de la guarda
baila en tus ojos,
ciertas avecillas silvestres amanecen temblando en tus manos,
ya el tufo de la crucifixión
no te hace taparte la nariz de niña
Por el tiempo pasas, lo cruzas, sales de él,
rozas la superficie de la muerte
y distraída sigues hacia donde no sé si sigues.
Eres tú la que cruzas el tiempo,
la que aparta a la muerte como si se tratara de una cortina,
la que se destapa el espejo como si se tratara de una lata de cerveza que luego te bebes y la arrojas vacía sobre el asfalto.
CUÁNTAS veces quedo
Cuando todo se levanta.
Y si arriba todo,
Aquí yacen las palabras.
Y si arriba yo,
Guijarros conmigo voy sumando.
Y tú y no yo o yo y no tú.
Abárcame en las estelas;
Entero créeme en la derrota.
EL aire que planea,
Deleite del sentido
En cabaña derruida.
Mi lengua está encendida.
Escala de la nieve
Hasta la cima sola,
La noche luminosa.
(de Muerte sin ahí, 1986)
LA inocencia de la vida
Yace en lo que la memoria resta
Para ganancia de espacio.
Pobre, pues, de los acorralados
En las cada vez más sabias
Y deshabitadas estancias de la memoria,
Sin otro cuerpo para embarcar
Que estas líneas a ninguna parte.
YO también podría decir algo acerca de eso. Guardaos vuestras estrellas polares, vuestras interminables noches de amor, vuestras damas exquisitas, vuestras hembras calientes como una mañana por Nyangabulé. Tanto me da.
Acaso el amor sea el instante en que tiemblan dos cuerpos demorando derramarse el uno en el otro, los ojos en los ojos, la lengua en el secreto previo al desfallecimiento.