Te encontré en la alameda, cuando ya la noche
se desmayaba entre los árboles.
Mi barco fondeó en el puerto, y yo me sentía
un ciego con hambre de carne y de luz. El cielo era un choto
que lloraba, rodeándonos.
Poemas españoles
Partiré junto a ti.
Mis daños son las flores
de un pequeño cerezo
que crece con el alba.
Le lanzaré flechas, si declina,
a la tarde.
Pagaré los tributos de los ríos
con mil piedras preciosas
arrojadas al agua.
Has llegado a mi casa
ordenando las quejas
de la noche.
—Besos como pequeños corazones
se cayeron al suelo
sin cuidado—.
El verdor de tus ojos
era una tierra fértil
cultivada entre lágrimas.
«¿Cuánto pesan los astros?»,
preguntaste,
«¿y las horas del día?
A veces cuando escucho de la sangre
este claro rumor, cuando a mis labios
fluye el ocio su oscura caballera
como por una brisa sacudida
por los mismos latidos de mi pecho
y en esa tan divina intrascendencia
un ser real, viviente, entre mis brazos
paréceme tener, como en los ríos
las tendidas laderas cuando sienten
pasar una presencia inagotable,
háblole como amigo de la dicha
mensajero de paso por la tierra
que ha doblado sus alas y descansa
su pulmón de ventura en torno nuestro:
fluye amoroso campo de la vida,
fluye amor tu tesoro manifiesto,
fluid, fluid, hermosas estaciones,
los racimos, los frutos y las nieblas
tras de las que se ocultan en otoño
los frescos manantiales de la gracia.
¿Queréis que entre el arrullo de mis brazos
tiemble el dormido corazón de Helena
como entre sus asiáticas murallas
y el vulnerable hijo de Peleo
otra vez en su lecho halle al amigo
por el que rugió hermoso? ¡Ay, quién pudiera
con su soplo alentar tales prodigios
y devolver la vida con su canto
a quienes se mostraron por la tierra
con tal deseo espléndido!
Noche de las estrellas te estremeces
con un fluido oscuro. En tus arpegios
de soledad escucho la hermosura
de la existencia. ¡Oh lumbres fugitivas
en cuyo seno mora irreparable
la verdad! Qué sombrías esperanzas
abres a quien te mira recostado
desde la dulce tierra y se incorpora
con un temor incierto a esas frondosas
penumbras celestiales.
Racimos ya cuajados rompen vedas
forestas dando salvas cazadores
codorniz en ventana ¡dormidores!
acogedla en los cotos de las sedas.
¡Plumas infaustas viento no las cedas!
tropel madrugador de sumidores
pulcros caños en pos de voladores
venas del aire esparcen por veredas.
¿No notas
como el amor
hiere?
Y nos corta,
las manos.
I
He metido el pie en el círculo blanco del destino
Exorcizando todos los magos, todos los sueños
Y los arcanos, me he vestido desnuda con tu piel, mi amigo.
Se atrapó la tarde el tobillo en un riel,
Antiguo tranvía de lluvia, en un pavimento gris
Y casi, a pesar de la cálida humedad, muerto.
El radar azul que une nuestras parábolas
Es nadie, en la estratosfera vagando sin rumbo
Centellean las coordenadas de la solar locura.
Agónica palabra muerta que nunca nació
Ni en los ojos ni en el camino de las manos,
Que siempre fue un poema proyecto
En la vieja lanzadera verbal.
Silueteando el paranoico horizonte
Difuso del día,
Diariamente logopedaleado
Por las amarantas de las horas
Asesinadas por la amarga
Cicuta de la rutina.
Morosamente sufrida se descuelga
La espera tricúspide,
Aracnoideo acuoso
Que tiende la telaraña ocular
De los sentidos.
Me dices que dices no dices que te deje en paz
Que quieres que no quieres quererme
O tal vez deseas que no deseas dejar de verme
Piel y guerra de palabras en la piel
Que breve se desliza
Entre los dos sin rumbo y sin descanso
Continuidad lasciva que discontinua mueve
La verdad de los cuerpos que no descansan en paz
Que mueven y remueven el agua y la marea
De sentimientos que no llegan y se retrasan
En los líquidos que brotan y nacen
En los espasmos del espacio que encuentran
Y controlan los músculos de la emoción
Que desborda cualquier mesura o contención
Arrastra por la cama el sueño que no llega
Las ganas que se quedan mirando la espalda
Que brota frente a las manos que indagan
Y persiguen en su camino
Hallazgos sin sentido
Variaciones del espacio y la materia
Que viva se exalta y responde abierta
A la pregunta inquieta de la carne
Sin saber compendios de dicho arte
Manejando las distancias cortas
De parte a parte de los pies que fríos
Sienten hambre de caricias
De cualquier nombre
Y la boca pende del espacio del beso
Atornillado a la boca que herramienta
Usa el sentido y la caída en la cordura
Abierta en el lecho en cualquier postura
Y el pecho se vuelve enhiesto
Erguido navío que lanza al techo
Su mensaje de sombras y sigilos
Dulce mensaje para los dedos que navegan
Por esas aguas levantadas y redondas
Hacia el horizonte del sur donde el amanecer
Empieza a despuntar y el sol parece que sale
Y termina por levantar.
La enésima vez al cubo
Duplicado por la diferencia de nada
Es la resultante de la cuadratura
De tu mirada.
El músculo se elonga, distancia
Madreperla del horizonte gris,
Gotea a media tarde,
Se condensa extrañamente sufrido
Y reverbera a destellos fluorescentes
En la noche de tus párpados
Que cansados se desplazan cadenciosos
Por la elipse metálica y brillante
De la suavidad de los cabellos
Apocalípticos y breves, casi ya
Caídos en la primavera estelar de las constelaciones ciegas
Y por lo tanto eternamente hermosas,
Devoradoramente bellas…
Siguiendo la estela del silencio
En un mar surcado de penas
Trato de ondear la bandera
De mi alegría, con un par
De carcajadas rotas.
Ven a mi barco con paso seguro
Enrolémonos en la marina sin viento
Buscando en el cielo
Timones de estrellas.
En las frías mañanas la ausencia se condensa
En el aliento que empaña los recuerdos
Como un resfriado de temporada.
Las manos en los bolsillos buscan ayuda
En los ojos la imagen fantasma del año pasa
Junto a la puerta del trabajo los recuerdos
Se amontonan, se agolpan esperando entrar
En la realidad de cada día.
Crear, recrear y comunicar a través de palabras, signos y sueños. Imágenes en distintos lenguajes que impresionan la retina del alma, jugando con la oreja del cerebro al 3 en raya de la nada.
Sin prisa, pero sin pausa, a veces en serio, pero nunca en serie.
Proyecté ser tu más finísima sombra
El leve proyecto de cualquier sonido.
Diseñé la propia arquitectura
De un posible momento,
Sin olvidar la maquetación improvisada
Del segundo.
Fantaseé con la naturaleza ebria de las cosas
Reduje a cualquier posible negatividad el ayer;
Entre los vapores rumorosos del río
Teñido por arte de mi sangre en vino.
Te amaré desde las ruinas de mi mente,
Entre los escombros de mi vida.
Seguiré tus pasos entre los vertederos
Y las heridas.
Llevaré contigo el lastre
De los amores muertos,
El fardo, viejo y pesado
De las ilusiones rotas.
Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros cristales.
Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.
Sí, también yo
quisiera ser palabra desnuda.
Ser un ala sin plumas en un cielo sin aire.
Ser un oro sin peso, un soñar sin raíces,
un sonido sin nadie…
Pero mis versos nacen redondos como frutos,
envueltos en la pulpa caliente de mi carne.
Crecieron así seres de manos atadas.
Empédocles
A tiros nos dijeron: cruz y raya.
En cruz estamos. Raya. Tachadura.
Borrón y cárcel nueva. Punto en boca.
Si observas la conducta conveniente,
podrás decir palabras permitidas:
invierno, luz, hispanidad, sombrero.
Es la noche sin fin, la desvelada
noche, que con sus filos de cuchilla
implacable recorta en amarilla
muerte, nuestra silueta enajenada.
Vivir, cuando vivir no vale nada,
equivale a sembrar, con la semilla
infecunda, el dolor, que tanto humilla;
de una existencia rota y postergada.
Yo era poeta labrador.
Mi campo era amarillo y áspero.
Todos los días yo sudaba
y lloraba para ablandarlo.
Tras de los bueyes, lentos, firmes,
iba la reja de arado.
Mis surcos eran largos, hondos.
(Mis versos eran hondos, largos.)
Por el otoño lo sembraba
sin desmayar, año tras año.
Distancias.
En la vida hay distancias.
El hombre emite su aliento,
el limpio cristal se empaña.
El hombre acerca sus labios
al espejo…
pero se le hiela el alma.
(…Pero se le hiela el alma.)
Distancias.
Llega una mano de oro luciendo un diamante
una mano de hierro gobernando unas riendas,
una mano de niebla donde canta una alondra:
yo las dejo pasar
Llega una mano roja empuñando una espada,
llega una mano pálida llevando una amatista,
llega una mano blanca que ofrece una azucena:
yo las dejo pasar.
Caliente amarillo: luto
de la faz desencajada;
contraluz que atributo
y auge de presunta nada,
¡muerte! Por la hundida ojera
se asoma la calavera,
ojo avizor de un secreto
que estudia bajo la piel
su salida de doncel
póstumo: don de esqueleto.
…las cenizas de mi voz…
J. Ortega y Casset
En las cenizas de mi voz apuro
un rescoldo de lumbre que no es mío.
Estoy al sol y solo con mi frío
de sombra deslizada por un muro.
Hastío -pajarraco
de mis horas-. ¡Hastío!
Te ofrendo mi futuro.
A trueque de los ocios
turbios que me regalas,
mi porvenir es tuyo.
No aguzaré las ramas
de mi intelecto, grave.
No forzaré mis músculos.
Mujer. Palabra rubia,
de miel. Vaso de oro.
Persistencia monótona, de lluvia.
Silencio puro. Balbucir sonoro.
Mármol o bronce. Simulacro.
Corporeidad rotunda. Lanza
de emoción. Fuego sacro.
Cumbre de todos los instintos. Danza.
Médula de lo ignoto.
Al Excmo. Sr. D. Mauel Cepero.
Romance primero
EL CANDIL
Más ha de quinientos años,
en una torcida calle,
que, de Sevilla en el centro,
da paso a otras principales,
cerca de la media noche,
cuando la ciudad más grande
es de un grande cementerio
en silencio y paz imagen,
de dos desnudas espadas
que trababan un combate,
turbó el repentino encuentro
las tinieblas impalpables.
Mis plantas, estas plantas de impreciso
paso sin huella, errantes por el suelo…
Ayer anduve firme, y hoy no suelo
sentirme las pisadas cuando piso.
Anduve firme cuando Dios lo quiso.
En mi solar dejaba sin recelo
bien asentado el pie que —en vilo, en vuelo—
hoy va, entre dos azares, indeciso.
…camisa de culebra en el camino…
J. J. D.
Una vez más tu piel, tu desprendida
piel de reptil, se pudre en el sendero,
junto al descamisado pordiosero
que nos viene a vender la nueva vida.
Con plantas sin raíces, mal prendida
a la derrota de su derrotero,
va el paso peregrino del romero
extático en su punto de partida.
Con once heridas mortales,
hecha pedazos la espada,
el caballero sin aliento
y perdida la batalla,
manchado de sangre y polvo,
en noche oscura y nublada,
en Ontígola vencido
y deshecha mi esperanza,
casi en brazos de la muerte
el laso potro aguijaba
sobre cadáveres yertos
y armaduras destrozadas.
Envuelve al mundo extenso triste noche;
ronco huracán y borrascosas nubes
confunden, y tinieblas impalpables,
el cielo, el mar, la tierra:
y tú invisible, te alzas, en tu frente
ostentando de fuego una corona,
cual rey del caos, que refleja y arde
con luz de paz y vida.
Cuando, al compás del bandolín sonoro
y del crótalo ronco, Lucianela,
bailando la gallarda tarantela,
ostenta de sus gracias el tesoro;
y, conservando el natural decoro,
gira y su falda con recato vuela,
vale más el listón de su chinela
que del rico Perú las minas de oro.
Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!
Nunca de amapolas
o adelfas ceñida
mostró Citerea
su frente divina.
Téjenle guirnaldas
de jazmín a sus ninfas,
y tiernas violas
Cupido le brinda.
Decidme, zagales,
¿qué fuerza tendrán
los ojos de Lesbia,
que así me hacen mal?
Desde que los vide
ni sé descansar;
perdí mi reposo,
no puedo parar.
Sin duda que fuego
oculto tendrán,
pues, cuando me miran,
me siento abrasar.
Cual suele en la floresta deliciosa
tras la cándida rosa y azucena,
y entre la verde grana y la verbena
esconderse la sierpe ponzoñosa;
así en los labios de mi ninfa hermosa,
y en los encantos de mi faz serena
amor se esconde con la aljaba llena,
más que de fechas, de crueldad penosa.
A VECES EL MAR TIENE un extraño sosiego
que las aves imitan, una incierta conciencia
de la vida que pasa inútilmente bella,
hermosamente vana, calladamente quieta.
Es el mudo deseo de ser hoja en la brisa
lo que emulan las aves.
Bésame la boca
con tu boca de rosas,
con tu boca de mirtos,
con tu boca de cáscara de naranja mandarina.
Bésame la boca
y ahuyenta mi tristeza de lata en la basura.
Llévame al garaje,
el día es frío y ando a tres pistones.
Hoy te escribo porque sé que estás sola
y oyes la radio en una habitación
sin vistas al mar y lees libros
que leíste hace tiempo.
Porque sientes
como si fuera a llegar la noche de inmediato,
la inquietud de una tarde de espera
en la aséptica sala de un dentista.
A Manuel Núñez Rguez.
In memoriam.
A muerto, la campana toca a muerto.
Ha muerto con la tarde y sin billete
de vuelta. Beberá pronto del Lete
cubierto de serrín y pez, cubierto.
Navega el ataúd destino a un puerto
de sombras, carne muerta en el grumete;
golpea hacia el vacío triste ariete,
golpea hacia la nada, en el desierto.
La diaria trashumancia del barro,
esta deletérea sensación humana
de saberse nómadas del tiempo
que nos roba la sombra, nos recuerda
la ira de los dioses, la venganza
por el hurto
ancestral del fuego.
Es esto:
caminar sin rumbo hacia el olvido,
sortear las tumbas del deseo
y del fracaso,
compartir la incertidumbre
con las tribus hermanas
oliendo el aire y sus serpientes
lo mismo que una loba.
Hoy, como siempre,
puse todas las esperanzas
en que los dioses me fueran favorables.
Hoy que amaneció lloviendo, hoy
sin paraguas, hoy
que alimenté todas las ilusiones.
Hoy que salí acicalado
porque no volvieran a irse de fiesta sin mí.
No encuentro la razón de esta tristeza
que viene sigilosa a la ventana,
ni entiendo que en las tardes de domingo
se atreva sin aviso a visitarme,
pasteles bajo el brazo, acicalada
cual fuera un familiar.Es la presencia
estéril de la estatua que no mira.
No sólo flor y mar, también es fuego
constante el de tu carne, el de tu rosa,
abeja zumbadora, mariposa
de pluma, silbo y sol, verano y juego.
Derramas el caudal de nieve, y luego,
liberas un volcán que, ciego, osa
ungir el corazón de mirto y fosa,
de sábana, hoja azul, dulzor y espliego.
SIEMPRE FUISTE VIAJERA golondrina de tardes
que cruzaba mi calle con sus alas de libros,
la mirada perdida y la blusa celeste
de colegio de monjas.
Golondrina de tardes,
te miraba asomado por los vidrios de enero.
Se imantaba mi pecho en aquellas ventanas
apagadas de luces, telegramas de lluvias.
YA LO SÉ. NO HACE FALTA que me escribas postales,
ni me envíes esquejes de cristales oscuros.
Hace tiempo que vivo con mis libros a solas
y me invento aventuras en las islas lejanas.
Ya lo sé. Bebo mucho y redacto poemas
que se van al olvido en cajones helados
donde guardo la magia de las nubes de invierno
y una bruma arenosa de veranos difusos.
Ya sabes. Es tan bello este ostracismo,
tenderme junto a ti, sentir tus dedos
rodarme por la piel en esta alcoba
caliente y apartada del vacío…
Lo sabes cuando beso, cuando hiero
tu boca con torrentes de amapolas,
lo sabes cuando busco tu saliva
y toco tus pezones como almendras.
En un huerto de Fray Luis
Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra
cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra
alócame de alas de mármol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas
Poder poder al fin hallar bajo mi sonrisa la estatua
de una tarde de sol los gestos a flor de agua
los ojos a flor de invierno
Tú que en la alcoba del viento estás velando
la inocencia de depender de la hermosura volandera
que se traiciona en el ardor con que las hojas se vuelven hacia el pecho mas débil
Tú que asumes luz y abismo al borde esta carne
que cae hasta mis pies como una viveza herida
Tú que en selvas de error andas perdida
Supón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha