Como una lenta piedra

La noche y sus lamentos
El rumor sordo de su respiración
No sé qué sangre fluye bajo el piso de la ciudad

Una imagen de mí como una lenta piedra
llega de las finales marejadas del día
de las horas quemadas por el sol
Viene del horizonte
De la línea dolida de la sombra
De las cenizas recientes del pasado
Del fondo de esta noche

En estos días he visto tantas cosas de mí
Me he aprendido en tu voz
En el atrevimiento de tus manos
En tu cuerpo arrojado al reposo después de la tormenta
reflejándome oyéndome

Te recuerdo de pie frente al espejo tocada apenas por la luz
Llenos de ti mis ojos Mis manos insaciables
El húmedo cabello derramado en el lecho
Tus hombros salpicados por la sombra
La lengua de la luz en tus caderas blancas

Al fino talle prendo garras dulces
Mis brazos de hacen alas y te envuelven
Hundo sobre la alfombra cascos de minotauro
Embisto
Rasgo
Aúllo
Me despeño

Soy agua derramada sobre ti
Soy la más tibia lengua
El río más tierno
Agua.

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Después te dormirás

Después te dormirás
Bajo tus ojos se dormirá el sueño

La piel no duerme nunca
Me mantiene despierto
Por eso no quiero ver tus labios
en silencio
dormidos

Quisiera despertarte
Traspasar la delgada película del sueño
Habla
Que todo viva
No quiero más este apagado grito.

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El regreso

Las tres de la mañana

El invierno planea
entre girones densos de la noche
y los pies trashumantes de la niebla

Las ráfagas que vienen de sus alas
zumban entre las ramas:
congelan el rocío en las ventanas

Afuera todo es frío

Pero yo vengo de tu cuerpo
Y estoy alegre
reposado
tibio.

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Elegía frente al río

…el triste corazón de los humanos.
Percy B. Shelley

Las once de la noche
y el trópico descansa de un combate feroz contra sí mismo

Vuelan nocturnas mariposas torpes
Hiende la luz el agua
Canta un sapo en la sombra que parte en dos la noche:
denso muro de grillos

Y estoy aquí
sin tus libros a mano
Oigo pasar el río
que un kilómetro abajo se junta con el mar

Fluye despacio la memoria:
te conocí bajo el árbol de imágenes
con el que reconstruiste el universo

Pardeaban los sesenta
Se hacía más confusa la confusión de los dieciséis años

Adivino la palabra por tu voz
de algún modo
Pero sucede que no será posible decírtelo
ni oírte
ni mostrarte jamás mi primer libro

A veces
la vida muestra todo su obsceno resplandor
Entonces
el tiempo es una gota congelada
un golpe suave que nos calla un segundo
y fija con extraño poder la circunstancia

Sucedió hace dos noches
Iba a leer en público
y alguien dijo tu muerte de repente

Ahí empezó todo esto

Sembrada está en el fondo del oído esa semilla amarga

A orillas de mi voz pienso en Manrique:
oigo el río de Tuxpam que un kilómetro abajo se junta con el mar

El trópico descansa

Entra Raúl Garduño al pensamiento

Adviene la palabra
Muerde el tiempo:
las once de la noche
para siempre.

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Fin de fiesta

Esto empezó con besos
Ahora es un rosario infinito de dolores
y sordos y llagados lamentos

Alacranes en doble dirección
fluyen
cuando los labios quieren acercarse
de nuevo.

*

Miro a la bestia sonreír
resbalosamente

De su hocico fluyen palabras negras:
se transforman al contacto del aire
en gotas de una rarísima baba purulenta
que caen
y corroen la madera del piso.

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Inundación

El río trajo troncos y lúbricos helechos:
la creciente mantuvo mi memoria anegada.
La inundación es gris. La niebla húmeda nada
entre ruinas y patos y lúgubres desechos.

Mundos rotos, barcazas, heridas en el pecho
del río, y un olor como a selva concentrada;
un hedor incipiente y una aguda parvada
de gritos en la cumbre del paisaje maltrecho.

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Pasan los días

Pasan los días
El vidrio de la luz se desvanece
No hay espejo capaz de verle el polvo
No hay ojo que lo pesque entrando en la otra orilla
filtrándose en la sombra

Pasan los días
Se entume el dedo el lápiz el verbo la memoria
Piedra redonda dura el pensamiento
Esfera de vacío la palabra

Pasan los días

¿Qué hice ayer?

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Pero yaces ahí

Pero yaces ahí un poco más allá de mi piel y no te veo:
me tocan
con ligero aletear
tus movimientos

Sé de tus labios blandos
Sé del pensar solemne de tu respiración
y de la tibia caricia solar bajo tus dedos

Estoy aquí
y no sé dónde comienza el frío
No sé si viene de los tejados negros
Si nace de la luz bajo la puerta
o de la claridad que la ventana no detiene

No sé si existe en realidad la música
o son ciertas las voces que recorren la calle

Pero todo está ahí:
la niebla gris vagando por San Diego por la Isla y la
Almolonga
por el Arco del Carmen oscuramente antigua

Pero tú estás aquí tan cerca de estos labios de pronto
enmudecidos

Y te amo
Amo el escándalo oscuro de tu cabello
La desolación pensativa de tu frente
Viajo despacio por tu rostro
Vago por tus labios
Voy por la plenitud fértil de tu cuello
Amo tu carne que alimenta mis brazos
tus muslos por donde mi deseo navega
la forma hundida de tu piel bajo el vagabundear abandonado
de mis dedos

(Qué más deseo entonces Por qué no
estoy tranquilo
Qué torpe eternidad estoy buscando)

Regreso Estoy de nuevo errando por tu rostro
En cada retirada de las sombras
En los milímetros que el sol recorre borrando la penumbra

Afuera
la niebla se deshace en los brazos del día
Bajo el balcón crece la sombra indígena que vende
Surgen voces más claras
Ruidos
Rumor del vecindario que
despierta

Te vas entonces con la niebla
Desapareces por la hilera de cerros que bajan a Palenque
Hacia los grandes ríos
Hacia la lejanía entrañable de las imágenes.

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Si tuviera un amigo

Si tuviera un amigo
o un hermano mayor con la mirada dulce
o un padre con la mano sobre mi hombro
o una madre tocándome la frente
le diría que es tarde que ha llovido
y que estuve abrazando a una mujer (su llanto ardía)
y nos dolía la noche porque estábamos juntos
pero yo me había ido

(Mi caudaloso amor: este páramo seco
este cauce polvoso de un río que murió soñando sauces
estuvo aquí total completo
Pero un día cambió
Se tornó un arroyuelo cálido que recorría la casa
Me seguía silencioso o maullando como un pequeño gato triste
Escuchábamos jazz
Leíamos poemas entrañables mientras ella volvía

Yo la esperé junto a una fuente turbia
Hasta el hastío más hondo
Hasta el zumbar de moscas en el espejo de agua
Hasta escupir la fiebre

Primero fue el tizón del horizonte
El cráneo a punto de estallar del que lo duda todo
Después la noche y su cerrado enjambre de insectos
derribándome

Mis ojos fueron nido de su veneno negro
Fui su prisión su casa fui su invadido continente

El río de otro tiempo reptaba en mi interior como canción amarga

¿A qué dolerse ahora?

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Te contemplo desnuda

Te contemplo desnuda
Soy
un cuchillo redondo
que te apunta.

Se iluminan los cuadros Los más lejanos soles resplandecen:
tus muslos lentos se abren.

No existe un solo pensamiento
Sólo la claridad que nos habita
La decidida vocación del pedernal
que a embates repetidos
quemó la historia
con su llama.

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Tú me conoces ya como la palma de la mano

Tú me conoces ya como la palma de tu mano
Soy esta acumulación lenta de imágenes
este puño de tierra húmeda en que palpita un breve corazón
de oro limpio

Tú me conoces
Soy un poco de sombra herida por un alambre
tenso

Soy mis sentidos como un pozo en que la luz desciende
La luz es un panal que gotea sol
un sol que gotea luz
un árbol derramando su follaje cuajado de sentidos como un ave
sus plumas
Digo «tú me conoces»
y algo más grande que mi cuerpo me envuelve en una manta tibia

Digo «tú me conoces»
y una pluma brillante de pavo real desliza su silencio sobre mi piel
desnuda.

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Uno ama Es amado…

Uno ama Es amado Saca rosas rojísimas de la piedra
más negra
Vive -en resumen- Ríe Cultiva su jardín en las tinieblas
Uno no necesita más que tiempo quemándose a su paso como
una hoguera suave
Marchando pues al ritmo de la sangre
sobre las tardes tibias y empedradas

Pero un día conoce la temperatura del Deseo:
Una la ama toda la tarde bajo la tempestad
Un día sus labios queman con dulcísimo sol el hombro de uno
Una noche la sueña: cruza con ella ríos inesperados

Uno ya no es el mismo
mira su rostro en el espejo redondo de su vino
en el espejo donde uno se disuelve

Se hace pequeño el mundo

Ya no le alcanza el aire
el día
la luna de antes

Uno despierta un día sobre el lecho de siempre y se encuentra
más solo
Uno se pone triste de repente
Uno se ve las manos en la luz: algo les falta
Uno siente sus brazos vacíos su hombro sin peso

Uno quiere de pronto tener alas

Uno no está con uno en ningún lado

Uno
ya
es
Otro.

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Yo te beso

Yo te beso
Frente a la destrucción y el aire sucio
te beso
En el estruendo de los automóviles
-la migraña del día-
te beso
En el festín de los ladrones
En el pozo de los iracundos
Ante el cuchillo de los asesinos
Ante la baba fóbica de los intolerantes
Frente a la sangre agusanada de los corruptos
Frente a la mansedumbre
Frente a la podredumbre
Frente a la muchedumbre
Yo te beso de frente
Y el día empieza a caminar
con la frente muy alta.

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Aléjate de mí

Aléjate de mí. Mas sé que, para siempre,
he de estar en tu sombra. Ya nunca, solitaria,
irguiéndome en los mismos umbrales de mi vida
recóndita, podré gobernar los impulsos

de mi alma, ni alzar la mano como antaño,
al sol, serenamente, sin que perciba en ella
lo que intenté hasta ahora apartar: el contacto
de tu mano en la mía.

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Almas de flores

Nos quedamos contigo, rezagadas,
las últimas de aquella muchedumbre,
como voz de quien canta
y sus propias canciones le enamoran.
Somos perfume y alma
de la flor y el capullo.
Tus pensamientos nos llevamos, cuando
nuestro aliento respiras,
hacia los amarantos de esplendores,
que en las colinas arden,
hacia tiernas campanas de los lirios
y grises heliotropos;
hacia llanos cubiertos de amapolas, que guardan
tal aliento de sueño y tal sonrojo,
que, al cruzarlas, los ángeles
habrán de parecerte más blancos todavía;
hacia el sesgo del río, de ajo silvestre orlado,
donde te solazaste un día entero,
hasta que tu sonrisa trocábase en devota
y el rezo florecía;
hacia la rosa oculta en el boscaje,
que vertía sus gotas de rocío en tu sueño;
y hacia aquellos asfódelos floridos
donde tu paso hundiste.

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De mi cabello nunca di un rizo a un hombre

De mi cabello nunca di un rizo a ningún hombre,
amado mío, salvo el que te ofrezco ahora
y, pensativamente, en toda su largura
sombría, voy ciñendo en torno de mis dedos.

Tómalo. Ya mis días de juventud pasaron;
ya al paso alborozado no tiembla mi cabello,
ni prendo en él la rosa o los brotes del mirto,
como las chicas suelen: ya sólo puede, en pálidas

mejillas, sombrear las huellas de mi llanto,
y se avezó a soltarse cuando a la frente inclina
con su arte el dolor.

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¡Mis cartas!

¡Mis cartas! Papel muerto… mudo y blanco…
Y no obstante palpitan esta noche
en mis trémulas manos cuando aflojo
la cinta y caen sobre mis rodillas.

Ésta decía: Dame tu amistad…
Ésta fijaba un día en primavera
para tocar mi mano… casi nada,
¡pero cuánto lloré!

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No me acuses, te ruego

No me acuses, te ruego, por la excesiva calma
o tristeza del rostro, cuando estoy a tu vera,
que hacia opuestos lugares miramos, y dorarnos
no puede un mismo sol la frente y el cabello.

Sin angustia ni duda me miras siempre, como
a una abeja encerrada en urna de cristales,
pues en templo de amor me tiene el sufrimiento
y tender yo mis alas y volar por el aire

sería un imposible fracaso, si probarlo
quisiera.

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Oh, amor mío, amor mío

Oh, amor mío, amor mío, cuando pienso
que existías ya entonces, hace un año,
cuando yo estaba sola aquí en la nieve
y no vi tus pisadas ni escuché
tu voz en el silencio… Mi cadena,
eslabón a eslabón, iba midiendo
como si no pudiese verme libre
por tu posible mano… ¡Hasta beber
la prodigiosa copa de la vida!

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