Yo conozco esa voz: a su sonido
Todo mi ser se estremeció temblando;
Hela subir cual bélico alarido
A los cielos mi muerte demandando.
Conozco ya esa voz: un tiempo ufana
La señal dio de paz y de alegría.
Yo conozco esa voz: a su sonido
Todo mi ser se estremeció temblando;
Hela subir cual bélico alarido
A los cielos mi muerte demandando.
Conozco ya esa voz: un tiempo ufana
La señal dio de paz y de alegría.
A litigar el derecho
Que en alguna cosa tiene,
Si dinero no previene
Para untar algo en la mano
Al decir al escribano
Que agite sus pretensiones:
Digole nones.
A la casada que gasta
Más que gana su marido,
Que es prudente y conocido
Por hombre de buena pasta;
Por inás que éste de su casta
La sucesián no apetezca,
Y estar con ella aborrezca
En sus dares y tomares:
DIgole pares.
Al admirado pasajero incita.
El campo todo en fin interesante
Pintado de colores las más vivas,
Sus ültimos verdores ostentando
Olfato y ojos a la vez hechiza.
!Pero qué yen mis ojos! !Cuál estruendo-
?Iis oldos hirió? iOh maravilla!
Cual suele el humo, que el volcán vomita
Al cielo alzarse en anchos borbotones,
Y oscurecer revuelto las mansiones
Que el águila caudal rasgando habita;
Mas si despues Eolo el soplo agita
De los vientos, rompiendo sus prisiones
Deja del éter limpias las regiones,
Y deshecho se pierde y precipita.
Todo es ventura ya, todo alegría
Desde que en nuestro mundo americano
Gritara el primer héroe mexicano
«No más esclavitud ¡o patria mía!»
Derrocóse la ibera tiranía
De LIBERTAD al grito soberano,
Y cayó la cadena que el indiano
Sesenta lustros arrastrado había.
Heroida de Ovidio.
Más blandas a las fieras he encontrado
Que a ti, Teseo, y fuera el honor mb
A cualquiera mejor que a ti fiado.
Estos renglones, bárbaro, te envio
De la playa de donde adverso viento
Se llevó sin ml iay tristel tu navIo;
Y en donde, por mi mal, mi sueflo lento
Y tus tracciones, cuando yo dormIa,
Ocasionaron ml fatal tormento.
Asi exclamaba atónita, y suplIa
Lo que a la voz faltaba con el lianto,
Y otra vez y otras mil mi pecho herIa.
Y por si no me oyeras cuando tanto
Distabas ya de ml, porque me vieras
Los brazos agitaba en mi quebranto.
A una j5ersona de confianza.
De aqul de este lugar donde me aleja
Enemiga fortuna,
Te mando la salud, que a ml me deja;
No porque de importuna
Enfermedad el flaco cuerpo sienta
Daflado en parte alguna;
Mas porque la tristeza macilenta,
Que tiene aquI su asiento,
Más que horas tiene el dla me atormenta.
Con la mente, a lo menos, reclinada
Mirame en un peñasco duro y frIo:
MIrame suelto el pelo y empapada
En el Ilanto gue vierto, que ya es tanto
Que la ropa con él siento pesada.
Cual mies que el viento agita, en medio al ilanto,
Tiembla mi cuerpo, y aun la letra afea
Mi tembloroso pulso en tal quebranto.
Cuando me persino.
Me voy sin tardanza
A ver al padrino
Que tanta esperauza
Me dió de un destino;
A su casa me entro
Y dl de mala gana
Dice desde adentro:
cHombre, nada encuentro
Vuelva V.
De mis amores y sus efec/os.
Crece mi amor y crece mi contento
Cuando me obligan, Silvia, tus favores;
Y si me ofenden, Silvia, tus rigores
Crece mi amor, y crece mi tormento.
De gratitud el dulce sentimiento
Aumenta, en tus carifios, mis ardores,
Y el afán de obligarte con amores
Da, en tus desdenes, a mi amor aumento.
Las cuatro y media son: partamos luego
Y alegres recorramos la campiña,
Que al paseo y al ütil ejercicio
Ya la apacible tarde nos convida.
Dijo asI Nicolás, y a complacerlo
Se dispuso la dócil comitiva,
Animada del jibilo inocente
Que lejos d la corte se respira.
Cuando la patria en mísero quebranto
Su esclavitud lloraba sin sosiego,
Acudiéron, ardiendo en patrio fuego
Mil y mil héroes a enjugar su llanto.
De libertad el árbol sacrosanto
Plantáron firmes y le dieron luego
El más costoso, pero fértil riego
Con la sangre vertida de héroe tanto.
Ya la noche serena
Su carro silencioso
Del cielo a la mitad alzado había,
Y de pesar ajena,
Adormecida en plácido reposo,
Naturaleza por do quier yacía;
Solo yo no dormía,
Solo yo, que de penas guerreado
En soledad velaba,
Y triste repasaba
Los males que a mi patria han devorado
Desde que hundida en servidumbre y penas
Arrastra del ibero las cadenas
Mientras que sumergido,
Mil ayes despidiendo,
Estaba en mi dolor, la noche oscura
Su curso no sentido
Lentamente seguía, y no pudiendo
Resistir al pesar que el alma apura,
Ríndeme el amargura,
Y quedo aletargado y sin aliento.
Ya de su libertad el claro día
El venturoso Anáhuac en su suelo
Miró rayar, y ya con libre anhelo
Publica por doquiera su alegría:
Roto vió ya de fiera tiranía
El ominoso yugo, y su desvelo
Es difundir el júbilo y consuelo
Que merecido su constancia había.
De libertad ese árbol sacrosanto,
Cuyo ramage umbrígero se tiende
Por todo el ancho Anahuac, y defiende
El patrio suelo con su verde manto,
Ha crecido, del orbe con espanto,
Merced al riego que en su planta extiende
La sangre de un Hidalgo de un Allende,
De un Abasolo, y mil que aquí no canto.
Yacieras ¡ay! en dura servidumbre
Esclavo miserable de un tirano,
¡O venturoso pueblo mexicano,
Que ya de libertad pisas la cumbre!
¿Y a quién debes, tronchar la pesadumbre
De las cadenas que arrastró tu mano?
¿A quién? De tanto Marte americano
A la inmortal y heróica muchedumbre.
El Despotismo, monstruo furibundo,
Sentado torpemente en este suelo,
Tocaba con la frente el hondo cielo,
Y hollaba con el pié nuestro ancho mundo.
El héroe de dolores, sin segundo,
Mirólo y ¡LIBERTAD! gritó en su anhelo;
Tembló el coloso con mortal recelo
Y derrocado al fin cayó al profundo.
Hay en el lecho, pero no hallo nada.
El susto ahuyeritó al sueflo: me levanto
Horrorizada, y del desierto lecho
Salto precipitada con espanto.
Hieren mis manos el turbado pecho,
Y arrancado, en desorden como estaba,
Mi cabello también quedó desecho.
Viste en serena noche las estrellas
Cuán varias y brillantes aparecen,
Y cuán muy más hermosas resplandecen
Con el reverberar de sus centellas;
Pero que, al asomar las luces bellas
De la fulgente aurora, se oscurecen
Y vencidas al fin desaparecen,
Su esplendor apagado, todas ellas?
Oh despiadado sueño! En tal torpeza
Por qué me sumergiste? Y si dormIa,
Porqué no fué mi sueo de una pieza?
TA también, viento bárbaro, é. porf ía
Por mi mat te encontraste muy a mano,
Y harto oficioso en la desdicha mIa.
La abejita enañada y descnganada.
Una tierna abejilla vagarosa
De Amira en torno susurrando gira,
Lievada del aroma que respira
La boca bella de mi Amira hermosa:
En su elevado seno ye una rosa
Que por adorno allI pusiera Amira,
Y al instante del aire se retira
Y entre sus hojas engafiada posa.
Mi parlera musa,
Mi alegre Talla,
DIctame a las veces
Estas friolerillas.
Q ue la tierna doncellita,
Contando apenas diez aüos,
Ayude ya en los engaflos
A su hermana Mariquita:
Que ya quiera ser bonita,
Y el adornarse no ignore,
Siempre estudiando al espejo
Del abanico el manejo,
Y aun al cortejo acalore
Sin acabar la cartilla:
i Friolerilla!
Mas no se y e en todo éI un marinero,
Ni navecilla alguna se rastrea.
Pero que sc me den, suponer quiero,
Compai’ieros y nave cqué sirviera?
Puedo volver a un padre tan severo?
Aunque en mar sosegado y nao ligera
Con favorable viento navegara,
Desterrada lay de ml!
Me dice grosero:
No tengo dinero;
Vuelva V. maflana.
Cuando alguna obra
Mandar suelo hacer,
Como se me cobra
Voyla a recoger.
Si tiempo ya sobra,
La pieza demando;
Diligencia vana,
Pues van contestando:
Ya se está acabando;
Vuelva V.
Ni siquiera principiante:
Si porque halla quien lo aguante
Entre bobos insensatos,
Tambjn entre los sensatos
Piensa hallar aprobaciones:
DIgole nones.
A Ia jóven que es juiciosa
Porque es pobre solamente
Y no ha habido quien la tiente,
Aunque tiene algo de hermosa;
Was que en la ocasión, gustosa
Retoza, baila y pasea,
Y oye al que Ia lisonjea
Sin reparar en azares:
Digole pares.
No sé nada
¿Con una tinta que venden
exquisita en el Portal,
dizque se curan de su mal,
los que de cisnes se ofenden,
y que ser cuervos pretende
con presunción extremada?
No sé nada.
¿Dizque es el gasto crecido,
que hacen hombres y mujeres
en perfumes y alfileres;
y de la coqueta, ha habido
mil quejas, porque ha subido
el precio de la pomada?
Suele en callada noche hacia el oriente
De el horizonte alzarse parda nube,
Que se condena más cuanto más sube,
Inclinando su giro al occidente:
Luego insensiblemente
Su enorme masa por el ancha esfera
Va derramando negra y pavorosa,
Y crece y se difunde de manera,
Que sombras esparciendo tenebrosa
El éter hinche, y presagiando enojos
Esconde el alto cielo de los ojos,
Hasta que arroja del preñado seno
Un rayo y otro con horrible trueno.
Ora un dicho feliz picando el gusto
La plática sazona y regocija.
El grato cefirillo blandamente
Desplegaba jugando sus alitas,
Y ]as fibres campestres mil olores
Perfumando el ambiente difundlan.
Febo también, al fin de su carrera,
Por no turhar acaso nuestras dichaas,
Entre doradas y vistosas nubes
Sus ardorosos rayos escondIa.
Pero no viendo nada,
Sino motivos de tristeza mucha,
Tórnome a la posada.
Con la tristeza de esta suerte en lucha
Continua, en vano vivo,
Pues soy vencido siempre, y si n6, esucha.
Cansado de cautivo,
Arrostrando del frIo la aspereza,
A salir me apercibo:
cAfuera, dije, el miedo y Ia pereza
Y Ileno de osadIa
Tomo el sombrero y salgo con presteza.
Pero que atienda a un zorcico
Más que a jugar su abanico,
Qué capaz!
Que aplauda con boca y manos
Juan los versos italianos,
Vaya en paz.
Pero que porque él se extienda
En su elogio, los entienda,
Qué capaz!
Que priven al juez de oficio
Sin perjuicio de la muita,
Porque en sumario resulta
Pilatos en su ejercicio,
Y de la ley con perjuicio
Haber hecho en un par de años
Más injusticias y daños
Que un hortelano hace podas:
AhI me las den todas.
Que tenga la otra casada
A su prudente marido
En tal extremo aburrido,
Que ya no se meta en nada:
Que entre y salga una chusmada
De trato no muy honesto
Con quien ella se entretenga,
Y al pobre marido tenga,
Aunque bien armado, expuesto
A ilevar su banderilla:
iFriolerilla!
Que un rico cuando hay función
Asista a misa y sermon,
Vaya en paz.
Mas que, sin que convite haya,
For devociOn s6lo vaya,
iQu capaz!
Que tosa en el templo Juana
Cuando le viene la gana,
Vaya en paz.
Señor en sus obras magnifica,
Hasta que de una cabra los balidos
Nuevos placeres a gozar la inclinan.
Cerca de la cascada, en un repecho
O ue en tosca, pero hermosa simetrIa
Forman rudos penascos, un aprisco
De baladoras cabras se divisa.
Si no te acomodas,
Lector, a mis veras,
Llámalas tonteras:
Ahi me las den todas
Que priven al juez de oficio
Sin perjuicio de la muita,
Porque en sumario resulta
Pilatos en su ejercicio,
Y de la ley con perjuicio
Haber hecho en un par de años
Más injusticias y daños
Que un hortelano hace podas:
AhI me las den todas.
Silvia en el prado
Cuando Silvia al prado
sale a divertir,
el campo se alegra
al verla salir.
Jilguerillo hermoso,
bello Colorín,
dulce Filomena,
desde un alhelí
le cantan la salva
con pico sutil,
juzgándola Aurora
al verla salir.
I.
A Si/via.
Al pintr de sus ninfas los primores
Suelen firgir mil cosas los amantes,
Tomando ora del sol luces brillantes,
Ora robando el átnbar a las fibres:
Ya usurpan de la nieve los albores,
Ya el brillo de las perlas y diamantes,
Colorando a las bellas los semblantes
De la purp(irea rosa los colores.
Tigres esta isla barbara sustenta.
Se dice que del mar horribles focas
Salen tambidn; 6 acaso armas ajenas
Traspasarán mi pecho entre estas rocas.
iHaga el cielo a. lo menos que en cadenas
No me pongan mis asperos destinos,
Hilando cual esclava en duras penasi
Siendo nieta de Apolo, hija de Minos,
Y lo que es más, ya tuya en esponsales
iAh, no lo permitáis, dioses divinos!
AsI mi musa suele
En ocasiones
Jugar, por divertirse,
Pares y nones.
A Ia doncella de trece
Que ya de novelas gusta,
Y el padre Parra la asusta
Si la madre se Jo ofrece;
Y que, si el chulo aparece,
Cortando aill la lectura,
A cantarle se apresura
Apasionados cantares:
DIgole pares.
La Resolución.
Yo fuf jóven y amé. IVanos anhelos!
Pues buscando placeres y duizura,
Hallé tan solo do esperé ventura
Sustos, temores, ansias y desvelos.
Quise a Silvia, probe mil desconsuelos;
Amé a Lesbia, llenéme de amargura;
Adore a Clori, vi mi desventura;
Idolatré a.
Va a amanecer: gozosa la campana
saluda al resplandor que el alba envía;
se alza del lecho la doncella pía
a rezar su oración de la mañana.
Cansada de gozar, la cortesana
sale riendo de la alegre orgía;
maldice el amador la luz del día,
dejando de su amada la ventana.
Sentado de este río junto al cauce,
vengo a pensar a solas en mi suerte.
Por acercarme al reino de la muerte,
vengo a buscar la sombra de este sauce.
Mi ser ha trastornado la amargura;
me está quemando el sol, y tengo frío;
voy, refresco mis miembros en el río,
y me siento abrasar en calentura.
Antes de partir
plazas y parques fueron una historia que no se pudo
nombrar
que sin decir las frases
bajo un pórtico le nacieron noches
tantos años para recordarnos
tantos nombres para ser suicidas
es entonces
que despertamos
con el presentimiento de saberse alguien
con la ansiedad de salir
para reencontrarse con esta distancia
y perderse.
Cuando nos hayamos contemplado
la melancolía será flor en los puños
mirada que pierde
origen de primera mano
para explicar este dolor.
Nos hemos dejado
facilidad de ojos al cielo
sin entender que la verdadera inocencia
sería terminar aquí la vida.
En algún lugar estas
lejos de la lluvia posada por las calles
lejos de todo lo que llamábamos
cuando era primera vez y la nombramos partida
y nos quedamos en espera
ojos de tantos años
ciudad a fuerza que nadie quiso olvidar
para intentar hacer de nosotros otras estatuas
que miran desde Triana
y lloran.
En aras de galeón y escafandra
en negros muertos por el gusto
vimos mares que se hundían
azoros del ataque que en la mujer se vierten la caricia
bocas indescifrables para decir a esta tierra por un nombre
que contara infiernos verdes noches de reliquias
muslos jugositos para dejar aquí nuestra semilla.
Hurga la noche
urge lo encendido
lo que del eclipse nos quedó entre las manos
sobre la ciudad el suspiro que grita alba
ojo de mi cráter que la lengua vaciló en mis palabras
grite un instante para ser
creció un puerto en mi carne sin tu nombre
temperamento arena de las horas
pedazo de estas calles
fundación de agua entender al mundo.
Fui sólo sombra
habitada por el desdén, por los caprichos
de la luz vagante.
Fructificó en mi ser la desventura
y puntualmente repartí sus dones;
a veces la alegría dejaba en el aire su estela.
Árbol solitario, pan
de la multitud, fui
lo que pude.
Amanece
tras un instante
y otro
ritmando sueños,
silbándole al sol
la memoria
de una leyenda.
Alza
su propio eco
hacia el más alto pino
de la noche lenta.
Bajo
el aliento palpitante
de la muerte
renace siempre
amaneciendo.