¿Y después?

Que a esta vida la has vivido
piensa, como lo has querido:
¿Y después?

Imagínate, confiado,
que tu hora última ha llegado:
¿Y después?

Que cien años transcurrieron
y tu plena dicha vieron,
sin pesares, sin enojos,
y al colmo de tus antojos:
¿Y después?

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Represalia

Anoche, en un arrebato,
después de vaciar mi vino,
en las piedras del camino
rompí mi copa, insensato.

Era la embriaguez, por cierto,
la que tal acto inspiró:
Mas lo que la copa habló
me dejó de asombro yerto:

-«De tu misma esencia fuí
y tú de mi esencia fuiste;
lo que tú de mí hiciste
el Destino hará de ti».

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¿Qué hacer?

I
Armado de albedrío y de razones
guerra sin tregua libro a mis pasiones:
¿Qué más hacer?

La aguda espina del remordimiento
de mis actos, aguza mi tormento:
No sé qué hacer.

No cesa mi conciencia de acusarme,
ni cesa tu piedad de perdonarme:
¿Qué debo hacer?

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Mi último amigo

Yo mismo cerré la puerta
que siempre mantuve abierta,
del pecado,
y libre de aparcerías
y de infieles compañías
he quedado.

Y después de mi castigo
sólo me quedó un Amigo
para amar:
A Él puedo sin opresiones
mis más puras ideaciones
revelar.

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Transubstanciación

Mira esta copa transparente: era,
antes de modelada, ruda arcilla,
y revela al trasluz la maravilla
de un alma en sus entrañas prisionera.

De magos y rabinos en la idea,
con los blancos jazmines la comparan,
de donde en mística eclosión brotaran
las sanguinosas rosas de Judea.

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La sombra del astro

Oh, alma, si te vieses en libertad, un día,
de las cadenas de la carne vil,
¡con qué diáfana albura tu esencia irradiaría
entre las rosas blancas del místico pensil!

Sólo así fueras alma, en toda la pureza
de la gracia en su etérea plenitud,
y al firmamento irías de la inmortal belleza,
a ser la nueva Estrella, la estrella Excelsitud.

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La visión de lo eterno

Porque del vino la ilusión te ofusca
te dan pavor la muerte y el olvido,
y el rayo de oro nunca has percibido
del sol eterno que tu alma busca.

Ni ves en tu incurable ceguedad,
que en ese abismo que tu miedo inflama,
con nueva savia la robusta rama
florece ya de la inmortalidad.

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El heraldo del sol

Ayer, antes que el Alba despuntara,
en compañía de la Amiga leal
y de una copa de rosado vino,
me hallé junto a un torrente de cristal.

Frente de mí la copa, concha fina,
Cuya fluida perla un brillo tal
esparcía, que todo el firmamento
quedó envuelto en un nimbo sideral.

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Lo único eterno

Abre para mí tu puerta
pues Tú sólo abrirla puedes,
porque Tú sólo concedes
la gracia de verla abierta.

Tú el sendero me mostraste
de llegar a redimirme:
Y si no puedes abrirme,
¿para qué a Ti me llamaste?

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Final vanidad

En este instante de mi triste vida,
cuando mi corazón aun late y siente,
que todos mis problemas y mis dudas
resueltos han quedado, me parece.

Mas cuando llamo mi razón a cuentas
y en análisis hondo se sumerge,
no tardo en ver que todo ha sido humo,
y que la noche a circundarme vuelve.

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El goce vedado

¡Oh!, nunca lo pensaste, ¿por qué al abrir la puerta
de su rosal la aurora, canta alektrión su alerta?
Es que quiere advertirte que otro día ha pasado,
y en la misma ignorancia el nuevo te ha encontrado.

Y cuando ella te asesta la luna de su espejo
y encandila tus ojos el vívido reflejo,
es que quiere enseñarte que el instante vivido
en error y atonía, fugaz te ha envejecido.

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Eucaristía

Ora a los ojos te escondes
de tu angustiada criatura,
y en su vagar, insegura,
te llama y no le respondes;

ora en luminosas letras
fijas en tu firmamento,
y en voz, ritmo y movimiento
el Universo penetras.

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La suprema angustia

Si entre fe e incredulidad
un soplo apenas se mide
y el mismo espacio divide
al error y a la verdad;

si induciendo de esta suerte
hemos de llegar al fin
a suprimir el confín
entre la vida y la muerte;

si este lapso de un aliento
también me aparta de Ti,
sin dejarme alzar de aquí
mi vuelo por un momento;

¡Oh, Señor!, ¿qué puedo hacer
para ser uno contigo,
si de mi ser me desligo
y no puedo a Ti ascender?

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Otra versión de «Rubaiyat»

Autor desconocido

1. La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí cintila en cada copa.
Coge dos ramas de sándalo: haz con una de ellas un laúd y deja que
la otra te perfume.

2. El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo… En el aire de cristal se
desgrana el canto del último ruiseñor… El aroma del vino es más
suave… ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora
sueñan con riquezas y distinciones!

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