El agua

A media noche desperté.
Toda la casa navegaba.
Era la lluvia con la lluvia
de la postrera madrugada.
Toda la casa era silencio,
y eran silencio las montañas
de aquella noche. No se oía
sino caer el agua.

 » Leer Mas…

La dama sola

Qué tiempo aquel dorado de mi Dama la sola,
cuántas olas oscuras viniéronla a abrazar:
en qué secretas cámaras vi su cuerpo desnudo,
y en su cuerpo la noche que a veces tiene el mar.

Qué playas de este mundo, qué soles cuando siento
que muy sola mi Dama me convida a beber
su vino del pasado, y el vino en mi garganta
me hacen joven de nuevo con otro amanecer.

 » Leer Mas…

Los que resplandecen en la noche

Están aquí en la noche
más jóvenes que nunca, albores de sus venas,
fulgores de sus ojos inviolados:
llamas que arden sin arder, pies y manos
sellados por el óleo:
esplendores que giran sin moverse
con el sol nocturno que corona sus cabezas:
interminables cuerpos
de fuego que se extingue y no se extingue;
transparentes de ser cuerpos
que nos tocan:
bocas gloriosas que desprenden estrellas:
están en todas partes y no están en todas partes,
y están sin espacio,
sin espacio sin espacio sin espacio
de nunca estar estando: ágiles
como todo el relámpago: purísimos
de ser siempre nuestra compañía: tiernos
cuando nos tocan en el sueño,
cuando nos besan y decimos que es la brisa.

 » Leer Mas…

Noche perdurable

Apóyate, noche, sobre nuestros pechos: éntranos
en tu centelleante oscuridad.

Noche de los amantes que yacen sepultados,
noche de la serpiente que nos acecha siempre.
Solemne y alerta
apóyate para cantar en nuestros pechos. Apoya
tu cabeza en los muslos del solitario:
hazlo fulgir, haz que su llama brille un momento,
haz que su fuego se eleve a tu cabello estrellado.

 » Leer Mas…

Primera madrugada

Escucha, susurrante, el tiempo de las estrellas,
la silabeante madrugada que se acerca.
Escúchate el cuerpo que tembloroso aguarda,
la llave desolada del abrazo, el trémulo contacto,
la mano que te cierra los ojos, la tierra que se abre
con ignorados frutos.

 » Leer Mas…

Tierra ausente, no has de volver jamás

Por eso, cuando el vientre sinuoso del alcohol te rodea;
cuando las luces de las calles resbalan por tus ojos
como extrañas bocas planetarias;
cuando -con los puños ardientes-
preguntas por el pasado que escupe tus entrañas,
tú escuchas, bajo el eterno
y solitario corazón de la noche,
el respirar, la angustia, las historias anónimas
de millares de cuerpos ya desvanecidos
bajo embelesos negros, y el incansable
sueño del tiempo que hunde sus cinturas heladas.

 » Leer Mas…

Thomas Wolfe camina por Virginia

A Guillermo Trejo

A través de la noche vas dejando tu ausencia,
sin hojas que desde el bosque anuncien lo que has dejado,
sin puertas que penetren tus pasos oscurecidos.
Oh impalpable, oh músico de viejas y enterradas ciudades,
escucho, uno a uno, tus pasos bajo la noche
-la noche sobre Virginia- cuando llegaste a Richmond
mordiendo tu corazón, abandonado en vida
como una profunda ola en un mar lejano.

 » Leer Mas…

Correspondencia de la momia

Esa carne que ya no se tocará en la vida,
esa lengua que ya no logrará abandonar su corteza,
esa voz que ya no pasará por las rutas del sonido,
esa mano que ha olvidado hasta el ademán de tomar, que ya no logra determinar el espacio
en el que ha de realizar su aprehensión,
ese cerebro en fin cuya capacidad de concebir ya no se determina por sus surcos,
todo eso que constituye mi momia de carne fresca da a dios una idea del vacío en que la compulsión
de haber nacido me ha colocado.

 » Leer Mas…

Descripción de un estado físico

Una sensación de quemadura ácida en los miembros,
músculos retorcidos e incendiados, el sentimiento de ser un vidrio frágil,
un miedo, una retracción ante el movimiento y el ruido.
Un inconsciente desarreglo al andar, en los gestos,
en los movimientos.
Una voluntad tendida en perpetuidad para los más simples gestos,
la renuncia al gesto simple, una fatiga sorprendente y central,
una suerte de fatiga aspirante.

 » Leer Mas…

El yunque de las fuerzas

Ese flujo, esa náusea, esas tiras: aquí comienza el fuego. El fuego de lenguas. El fuego tejido en flecos de lenguas, en el reflejo de la tierra que se abre como un vientre que está por parir, con entrañas de miel y azúcar. Con todo su obsceno tajo ese vientre fláccido bosteza, pero el fuego bosteza por encima con lenguas retorcidas y ardientes que llevan en la punta rendijas parecidas a la sed.

 » Leer Mas…

La tara tóxica

Evoco el mordisco de inexistencia y de imperceptibles cohabitaciones. Venid, psiquiatras, os llamo a la cabecera de este hombre abotagado pero que todavía respira. Reuníos con vuestros equipos de abominables mercaderías en torno de ese cuerpo extendido cuan largo es y acostado sobre vuestros sarcasmos.

 » Leer Mas…

Los enfermos y los médicos

La enfermedad es un estado,
la salud no es sino otro,
más desagraciado,
quiero decir más cobarde y más mezquino.
No hay enfermo que no se haya agigantado, no hay sano que un buen día
no haya caído en la traición, por no haber querido estar enfermo,
como algunos médicos que soporté.

 » Leer Mas…

Noche

Los mostradores del cinc pasan por las cloacas,
la lluvia vuelve a ascender hasta la luna;
en la avenida una ventana
nos revela una mujer desnuda.

En los odres de las sábanas hinchadas
en los que respira la noche entera
el poeta siente que sus cabellos
crecen y se multiplican.

 » Leer Mas…

Poeta negro

Poeta negro, un seno de doncella
te obsesiona
poeta amargo, la vida bulle
y la ciudad arde,
y el cielo se resuelve en lluvia,
y tu pluma araña el corazón de la vida.

Selva, selva, hormiguean ojos
en los pináculos multiplicados;
cabellera de tormenta, los poetas
montan sobre caballos, perros.

 » Leer Mas…

Primera carta conyugal

Cada una de tus cartas aumenta la incomprensión y la estrechez de espíritu de las anteriores; juzgas con tu sexo
y no con tu pensamiento como lo hacen todas las mujeres.
Confundirme yo, con tus razones. ¡Te burlas! Pero lo que me irritaba era verte volver sobre las razones que hacían tabla rasa
sobre mis razonamientos, cuando uno de esos mismos te había llevado a la evidencia.

 » Leer Mas…

Segunda carta conyugal

Necesito a mi lado una mujer sencilla y equilibrada, y cuya alma agitada y oscura no alimentara continuamente mi desesperación. Los últimos tiempos te veía siempre con un sentimiento de temor e incomodidad. Sé muy bien que tus inquietudes por mí son a causa de tu amor, pero es tu alma enferma y malformada como la mía la que exaspera esas inquietudes y te corrompe la sangre.

 » Leer Mas…

Tercera carta conyugal

Desde hace cinco días he dejado de vivir a causa de ti, a causa de tus estúpidas cartas, por tus cartas no de espíritu sino de sexo, por tus cartas llenas de reacciones de sexo y no de razonamientos conscientes. Estoy harto de nervios, harto de razones; en lugar de protegerme, tú me agobias, me agobias por que lo que dices es errado.

 » Leer Mas…

Texto surrealista

El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.Pero algo sucedió de golpe.
Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.

 » Leer Mas…

¡Cuán triste vivir!

¡Cuán triste vivir!
Morir por la patria,
Vivir en cadenas
¡cuán triste vivir!
Morir por la patria,
¡qué bello morir!

Partamos al campo,
que es gloria el partir;
La trompa guerrera
nos llama a la lid:
La patria oprimida
con ayes sin fin
convoca a sus hijos,
sus ecos oíd.

 » Leer Mas…

La guarida del amor

Amor, como se vio desnudo y ciego,
pasando entre las gentes mil sonrojos,
pensó en buscar unos hermosos ojos
donde vivir oculto y con sosiego.

¡Ay Silvia!, y vio los tuyos, vio aquel fuego
que rinde a tu beldad tantos despojos,
y hallando satisfechos sus antojos,
en ellos parte a refugiarse luego.

 » Leer Mas…

Perdí mi corazón

Perdí mi corazón -¿lo habéis hallado,
ninfas del valle en que penando vivo?-
ayer andando solo y pensativo,
suspirando mi amor por este prado.

Él huyó de mi pecho desolado
como el rayo veloz, y tan esquivo
que yo grité: «Detente, ¡oh fugitivo!»
y ya no lo vi más por ningún lado.

 » Leer Mas…

Recuerdos de amor

Suave sería el labio de mi musa
modular solitario sus congojas,
al son del agua y silbo de las hojas
de selva y río en variedad confusa;
tal vez allí la ilusa
copia de mis pesares,
en tan nuevos cantares
sanara que envidioso a mis recreos
el ruiseñor, en circulares giros
bajara y repitiera entre gorjeos
lo que yo le cantara entre suspiros.

 » Leer Mas…