Adrenalina en el sabor IX

Adrenalina en el sabor de mangos, te voy a seducir,
envés de esas ausencias de estarle a los contigos,
abecedario deshabitando el marco de vivir al múltiple.
Quiero encontrar espacios que van a fabricarse:
antiquarium a ritmo de presencias en calles por llegar;
quiero imaginarias tiendas, azules adoquines,
cuartos recopilando encantos a tus pasos;
sitios donde comprar miniaturas, relieves o descuidos
dejados por la huella de tu cuerpo, maravillas de olor
que van permeando sin pensarlo siquiera:
tijeras de marfil, vasos, horquillas, brújulas,
abanicos, cartas, peines, memorias de tu pelo.

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Quemadura de Luz

Hay un sueño mío que se me está yendo
de las manos como gaviotas en el océano.
Hay un adiós que remonta las montañas
de tu mundo desvanecido en neblinas
pintando el paisaje de una soledad inhabitada
de una soledad que se quedó huésped permanente
de mis patios y balcones
de mis fuentes y grutas.

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Recordándote

Presente, vivo ¡Ahora!
Rodar, volar
y…llorar.
Todo junto
al lado
de golpe
bajo azul y verde
volver…¡Volar!
Buscarte, enredarte
quedarme quieta junto a ti
tórtola, golondrina
madeja desmadejada
dispersada en pedazos.
Quereres, amores y amaneceres.

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Villa Cortés

La casa donde crecí en Sonsonate.

Y al volver la vista
el regalo se vislumbra, se toca
en su verticalidad palpitante, intraducible.
¡Ah, la luz entre los pliegues de la sombra!

Torneces dentro de la rigidez
de estas líneas deterioradas
abruptas y filosas
cortando el antiguo placer
de los espacios abiertos
de las ventanas cuadrangulares
perdidas en su propia existencia.

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Aniversario

¡Hoy cumpliré veinte años: amargura sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre
de razonar con lógica y proceder según
los sanchos profesores del sentido común!

¡Me son duros mis años –y apenas si son veinte– ;
ahora se envejece tan prematuramente,
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos,
que repentinamente nos encontramos viejos,
enfrente de las sombras, de espaldas a la aurora,
y solos con la esfinge siempre interrogadora!

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Danse d´Anitra

Va ligera, va pálida, va fina,
cual si una alada esencia poseyere.
Dios mío, esta adorable danzarina,
se va a morir, va amorir… se muere.

Tan aérea, tan leve, tan divina,
se ignora si danzar o volar quiere;
y se torna su cuerpo una ala fina,
cual si el soplo de Dios la sostuviere.

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El alma en los labios

Para mi amada

Cuando de nuestro amor la llama apasionada,
dentro de tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.

Porque mi pensamiento lleno de este cariño,
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
lejos de tus pupilas es triste como un niño,
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.

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La ronda de noche

Rueda como una lágrima en la atmósfera fina,
la voz del campanario antiquísimo: la una…
y su eco pasa, leve como una ave marina,
sobre los techos blancos de escarcha de la luna.

Finge una lanzón la antigua torre de San Alejo,
a cuyo extremo brilla, temblando una estrellita…
húmedos callejones… Casas de tiempo viejo,
con ventanas que el viento, como un ladrón, agita…

Una copla canalla tiembla en el aire puro…
guiña un farol, su guiño se refleja en el muro
y hace mayor el duelo de los sucios portales…

El paso de la ronda se pierde en la calleja
y el rumor de las ramas, en la penumbra, deja
épicas remembranzas de días coloniales.

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Lo tardío

Madre: la vida enferma y triste que me has dado,
no vale los dolores que te ha costado;
no vale tu sufrir intenso madre mía,
este brote de llanto y de melancolía.
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?

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Ofrenda a la muerte

Muda nodriza, llave de nuestros cautiverios,
Oh, tú que a nuestro lado vas con paso de sombra,
¡Emperatriz maldita de los negros imperios,
¿cuál es la talismánica palabra que te nombra?

Puerta sellada, muro donde expiran sin eco
De la humillada tribu las interrogaciones,
Así como no turba la tos del pecho hueco
La perenne armonía de las constelaciones…
Yo cantaré en mis Odas tu rostro de mentira,
Tu cuerpo melodioso como un brazo de lira,
Tus plantas que han hollado Erebos y Letheos.

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Ojos africanos

Ayer miré unos ojos africanos
en una linda empleada de una tienda.
era ojos de noche y de leyenda
eran ojos de trágicos arcanos..
.
Eran ojos tan negros, tan gitanos,
vagabundos y enfermos, ojos serios
que encierran cierto encanto de misterios
y cierta caridad con los hermanos—

Ayer miré unos ojos de leyenda
en una linda empleada de una tienda
ojos de huríes, débiles, huraños.

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Poema de la carne

¡Carne del asesino, maldita podredumbre
que pende de las horcas en fúnebres racimos
y muestra a las pupilas de ávida muchedumbre
la malévola herencia que todos recibimos!…

Oh carne de los mártires (Gloria in excelsis Deo)
que de nuestro Rey Cristo son divinas cosechas;
Oh, labios siempre abiertos al consuelo de un Creo
¡divina vestidura traspasada de flechas!…

-Oh, carne de las vírgenes que la inocencia armiña,
nieve, azucena, estrella, lirio polar campiña
donde no puso amor la llama de su planta!

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Se va con algo mío

Se va con algo mío la tarde que se aleja…
mi dolor de vivir es un dolor de amar,
y al son de la garúa, en la antigua calleja,
me invade un infinito deseo de llorar.

Que son cosas de niño me dices… ¡Quién me diera,
tener una perenne inconciencia infantil,
ser del reino del día y de la primavera,
del ruiseñor que canta y del alba de abril!

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Vesper marino

Rugió el lascivo mar a la manera
de un sátiro de barbas temblorosas,
al poner tu presencia en la ribera
tu gracia peculiar sobre las cosas.

Joyas raras y sedas olorosas
prestigiaban tu dulce primavera
y al deshojarse tus palabras era
cual si estuvieran deshojando rosas.

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Alguien pasa

Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.

Y yo guardo silencio.

Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un río de lágrimas.

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Carta de Roma

Te escribo, amor, desde la primavera.

Crucé la mar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, Roma
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
danzando.

La cascada de piedra que desciende
por Trinitá dei Monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.

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De paso

No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas
apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.

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El escudo

Cuánto te quise, amor, cuánto te quiero,
más allá de la vida y de la muerte.
Y aunque ya nunca más he de tenerte,
eres de cuanto es mío lo primero.

Más que el sol del estío, verdadero,
tu recuerdo mitiga, por mi suerte,
la sombra que me ciñe, y se convierte
en la luz que ilumina mi sendero.

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El milagro

Pienso en ti.

La tarde,
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.

Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas,

Ahora,
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.

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Instante

Ven mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.

Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.

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Muerte del olvido

Se me murió el olvido
de repente.

Inesperada-
mente,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose
en el viento.

En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.

Y allí donde estuviera se instaló
de nuevo,
el doloroso amor,
el implacable,
interminable-
mente.

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Pasa el viento

De aquel amor que nunca fuera mío
y sin embargo se tomó mi vida,
me queda esta nostalgia repetida
sin fin, cuando sollozo y cuando río.

A veces desde el fondo del estío,
llega la misma música entre oída
en el tiempo gozoso, la encendida
música que cayera en el vacío.

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Perfume

Vuelvo a tenerte, amor,
como si nunca
te me hubieras ido.

Tus manos me recorren
el rostro suavemente,
y te oigo la voz en un
susurro
que me roza el oído.

Vuelvo a tenerte
y pienso en el perfume
que de nuevo me hiere
aunque el jazmín no exista.

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Reminiscencia

Un breve instante se cruzaron
tu mirada y la mía.

Y supe de repente
-no sé si tú también-
que en un tiempo
sin años ni relojes,
otro tiempo,
tus ojos y mis ojos
se habían encontrado,
y esto de ahora
no era más que un eco,
la ola que regresa,
atravesando mares,
hasta la antigua orilla.

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Soneto del amor evocado

Toca mi corazón tu mano pura,
lejano amor cercano todavía,
y se me vuelve más azul el día
en la clara verdad de la hermosura.

Memoria de tu beso, la dulzura
recobra su perdida melodía.
y torna al cielo de la frente mía
el ángel inicial de la ventura.

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Soneto marinero

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.

Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.

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Todavía

Amor de amor aquel que nos uniera
una vez en el tiempo ya distante.
Amor en que tú fuiste amado, amante
y yo amante y amada también fuera.

Otro amor sin igual no conociera
nunca el haz de la tierra.

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A la geología

A mi profesor el distinguido ingeniero

ROGELIO DE INCHAURRANDIETA

ODA

Ábreme, Tierra, las profundas hojas
que muestran de tu vida los afanes,
y, nuevamente, las antorchas rojas
enciende de tus hórridos volcanes;
que, a su luz, quiero recorrer tu historia,
cantar tus hechos, ensalzar tu gloria.

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A la imprenta

Perdona ¡oh sombra augusta de Quintana!
si es osada mi pluma,
el tema a proseguir que con lozana
inspiración trataste y gloria suma;
humilde es el deseo que la mueve:
pues loaste la Imprenta en sus albores,
al comienzo del siglo diez y nueve,
el de cantar su noble gallardía,
su viril ardimiento;
hoy que, merced a alambres conductores,
vuela más rauda que la luz del día;
hoy que, doquiera late,
llevada por veloz locomotora,
como en férreo caballo de combate.

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A la locomotora

ODA

Watt, Stéphenson, Crámpton, yo os conjuro;
en premio a vuestro infatigable anhelo,
dejad un punto el inmortal seguro,
pisad de nuevo la región del suelo;
y, al contemplar con ávida mirada,
de metálicas venas
su faz rugosa, por doquier surcada,
gozaréis mayor dicha que en el cielo.

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Al Polo Ártico

ODA

¡Dó estás! ¡Por qué te ocultas
con pertinacia tanta,
y en sudarios de hielo te sepultas,
que dique ponen a la humana planta!
¡Acaso, al descubierto, en ti se apoya
el sabio mecanismo,
labrado por la mano de Dios mismo,
al que imprimió perpetuo movimiento
un leve soplo de su puro aliento!

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El rayo

I

Como caballo salvaje,
saltando de nube en nube,
corre inquieto, baja y sube
sin frenos y sin rendaje;
tenido fue por mensaje
de celestiales enojos,
pues, lanzando dardos rojos,
el alto muro derrumba,
y abre inesperada tumba
a polvorientos despojos.

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En clase

Dando vueltas al globo de los mundos,
asombrado un alumno así exclamaba
«en torno a tan pequeños continentes:
¡cuánta agua !»
mientras yo, por las penas abrumado,
murmuraba inconsciente estas palabras
«en torno a escasas dichas de la tierra:
¡cuánta lágrima !»

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La forma poética

SONETO

Quien desea encontrar substancia pura
nunca la busca en el revuelto cieno,
ni en el hierro en fusión, de escorias lleno,
sino bajo una armónica figura.

En cristales de mágica tersura,
que claro muestran de la forma el freno,
cual hija predilecta de su seno,
nos la brinda la próvida Natura.

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La poesía y la ciencia

Muda la lira en la indolente mano;
desceñida la túnica; en el aire
la flotante abundosa cabellera,
que ya no logra sujetar el mustio
laurel de Dafne, sube la Poesía
a paso lento el Léucade riscoso;
buscando va la muerte que halló un tiempo
de Mitylene la poetisa augusta:
breve instante reposa; atrás contempla
y ve razas y pueblos sucederse;
por doquiera se mira reflejada,
siempre su luz iluminando el cuadro;
jovial sonrisa en las alegres fiestas,
lágrima dulce en las luctuosas horas;
mira lo porvenir, lo ve sombrío,
y prosigue el sendero; al ardua cumbre
llega por fin; las aguas acaricia
con su mirada virginal, y lanza
a los vientos su canto postrimero:

«Sacerdotisa de la cipria Diosa:
eolia Musa, de celeste numen;
cantora de Eros; en amor maestra;
mísera Safo.

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La unidad de las fuerzas

SONETO

A mi amigo el escultor Querol

Veo brotar de tu fecunda mano,
a que tantas creaciones son debidas,
la Unidad de las fuerzas conocidas,
que la vetusta alquimia buscó en vano.

Como para tu genio todo es llano,
das cima a las ideas concebidas,
y el mundo verá en mármol convertidas,
grandes conquistas del saber humano.

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Las plantas insectívoras

ODA

Aun cuando es gigantesca la Natura,
a paso de gigante no camina;
desde la sombra oscura
al sol, que los espacios ilumina;
desde la ingente mole de granito,
al aire, que en su falda juguetea;
desde el cristal de roca al aerolito;
del caos a la idea;
desde la esponja al ruiseñor alado;
¡cuántas imperceptibles transiciones,
cuántos y cuán variados eslabones
la cadena sin fin de lo creado!

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Un secreto de las flores

Es cosa averiguada,
por dos naturalistas comprobada,
que influyen los colores
en el aroma de las gayas flores.
Con germana paciencia,
que no hasta dar con la evidencia,
sometieron a ensayo
cuantas tributan el Abril y el Mayo,
quedando, según reza la Memoria,
a favor de las blancas la victoria;
y no así como así, ventaja y mucha
es la alcanzada en la florida lucha.

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