Un anciano encerrado entre 4 paredes ha corporizado a un joven apuesto, le ha colocado de pié, en la acera contigua.
Ha dado cuerda al reloj de su alma y ya está el joven en consecuencia, echado a andar por el barrio nuevo.
25 pasos y ya ha preñado a una joven de mirada celeste en la esquina subsiguiente.
Están doblando a madre las campanas
y el corazón está sonando a llanto.
Un niño, en los senderos del espanto,
huye a unas faldas limpias y lejanas.
El pasado nos abre las ventanas
y penetran sus sombras con el canto.
Huyendo de mí siempre,
a mí me sigo.
Juan Boscán
Tal vez naciste para ser motivo
de estos versos y no sustancia mía,
fuego de mis palabras, no madera
de aquellos bosques donde tantas veces,
hijos del alba, nos perdimos.
Ese tren que cruza Castilla
de madrugada, ese tren largo y perezoso
que se detiene acá y allá, en lugares previstos pero desconocidos,
que se mueve en la noche
como si se incendiara un bosque entero y amplio,
no puede ser el del olvido.
Fue en la calle de Liverpool, en Londres,
en las prensas de un tal Burghard. Aquel día
la tinta estaba aún fresca, recién creado
el libro, el arma.
Cómo llamarle, cómo referirse
a tanta sangre pobre en junto, qué decir del olor
a herramienta humillada y campo entre sus páginas.
De tierra adentro tu ancho corazón,
tu estar serena. ¿Pero has visto el mar?
Te contaré que soy el mar y puedes
creerme. Allá en mi patria, cuando había
un niño solo junto al mar, viniste.
Como la ola de la playa, alegre
entrabas por mi corazón, lo mismo
que la ola en la playa.
Estamos en el bosque,
amor mío,
en la espesura de los años
vividos duramente
bajo la tiranía de las frondas,
en situación de seres vegetales.
Entre tú y yo el silencio
se mueve apenas,
su involuntaria brisa comunica los troncos
y, sin palabras, las raíces
inician la aventura
de la espera anhelante: pasa
por nuestro sueño un leñador amigo
desbrozando la noche,
abriendo para siempre el camino del alba.
Mes de marzo de 1986
Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura de mariposas: Mi madre
vino al cielo a visitarme.
Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de la Luz horas y horas.
Soy feliz. Me han sacado del mundo.
No pirdas mano, el tiempo;
en balde es que me digas
las penas que yo tengo
la copa me las quita,
y, pase lo que pase,
tendré que ser ansina,
porqui al ponerme chuco
todito se mi olvida,
me viene guango el mundo
y a naiden pido frías…
Te lo agradezco mano…
bien sé qui harto m’estimas
y que te duele muncho
que mi haiga gúcíto ansina;
pero… es en balde, cuate…
¡Son cosas de la vida!
«Las mulas que son rejegas
no se dejan ensillar…
y si no pos que lo diga
el compadre Trenidá,
que pa dejarlas mansitas
¡ palabra que se las trai!
Primero les soba el lomo;
les echa aluego el bozal;
dimpués les planta el suadero,
sin apretar el pretal;
por fin les pone la silla,
y ya les puede montar…
¡Que pa las mulas cerreras
el compadre se las trai…
Y lo mesmo qui a las mulas
–manque sia mal comparar–
se las trai luego de rienda
el compadre Trenidá,
¡ mesmamente ansina, cuate,
a esa endina me he de trair!
¡EL número de la suerte…!
¡El mil setecientos cinco.. .!
¡ Quén quita y que se la saque,
merque siquera un cachito…!
¡ Fíjese en que suma trece
y es un número chulísimo…!
No sia’sté ansina, mi jefe,
yo sé bien lo que le digo… ¡
lo qu’es hoy le toca el premio
al mil setecientos cinco..
Cuando le dijeron qu’él ya’staba muerto sintió una congoja;
le dio como una ansia, y en nadita ‘stuvo,
que la probe al suelo cayera redonda.
Dimpués se compuso; corrió p’al petate onde ‘staba Concha
-su chilpayaúta di apenas seis messes-, l’agarró en sus brazos, la besó en la boca
y salió corriendo mesmamente como si estuviera loca.
Cuando se vino del rancho,
todos créiban que si armaba;
naiden pensó qu’eso juera
la ruina de la chamaca.
Se vino porque la cosa
andaba dialtiro gacha;
eran munchos de familia
y, pa sostener la casa,
con lo que ganaba Lucas
ni modo que si ajustara.
Si ustedes me lo permiten
escribiré en español,
porque hoy no me da la gana
de hacer versos en «folk-lore».
Y si no me lo permiten,
concédanme su perdón
y sin más contemplaciones
doblen la hoja y..
Tú nomás eres quen no m’ingañas,
vieja y humilde guitarra mia;
tú nomás eres quen mi hago juerte
en mis desdichas…
Tú nomás eres quen mi acompaña
cuando el ricuerdo me mortifica;
tú nomás eres quen no le juye
a esta tristeza que me marchita…
Entre tus cuerdas, guardar supites
la triste hestoria di aquellos dias,
en que por culpa di una querencia
se jue pa sempre toda mi dicha…
Entre tu caja guardas sospiros,
y, mesmamente, en esas cuitas
con que ti adornas, si han redamado
mis lagrimitas.
¡ Caray, quén lo iba a dicir!
¡ Probecita de Remedios!
Tan chula la muchachita…
Se mi hace que la’stoy viendo
cuando pasaba ‘el domingo
con sus trapitos más nuevos,
pa óir la misa de doce
allá en l’iglesia del pueblo.
Parada sobre la piedra
que aún no puede asir mi planta
soporto la tempestad de tus ojos
he de caer
o miraré para siempre
la profundidad
de tus aguas
Escalen rodillas
los montes
uñas abrazan
los trocos
se espantan
te ven
Me hacen señas
Desde la cumbre
de los picos
te miro
Tu frente
a mi frente
Expando alas de cabellos
y a pechos sueltos
arranco
de la tierra
No es por hacerles desaigre…
Es que ya no soy del vicio…
Astedes mi lo perdonen,
pero es qui hace más de cinco
años que no tomo copas,
onqui ande con los amigos…
¿Que si no me cuadran?…¡Harto!
Pa’ qué he di hacerme el santito;
si he sido rete borracho…
¡Como pocos lo haigan sido!
Mamacita chula
Mamacita… mama.
¿qué tienen los perros
qu’están ladra y ladra…?
¿Por qué ullan tan feo…?
¿Por qué no se callan…?
Mama, mamacita…
no sé qué me pasa,
pero tengo miedo…
¡muncho miedo, mama.
No sé quén me dijo
que cuando los perros ullan tan refeo,
pasa una disgracia… ¿A ti no ti asustan…?
Mi planta sofoca los bordes
aplasta el granito se hunde
asomo pies helados
en turbias aguas
no he de ahogarme
¿Que vaya yo a verla?… ¡Ni manque esté loco¡
¡Antes qu´ir a verla, primero me matan!
Pa mi, como muerta;
a mí no m´importa qu´esté güena o mala;
yo no tenga culpa de lo que le pasa.
Y… mira, mi cuate, por lo que más queras,
no güelvas a hablarme d´esa desgraciada;
ni quero oir su nombre,
ni quero, ya d´ella saber ni palabra.
Las faunas recogen sus manadas
esconden sus melenas
en la tela
ay
no me agarres con los guantes
de la muerte
déjame subirme los vestidos
y calentar un poco
mi sexo
tras tu fuego
Que mis pedazos
alimenten tus bocanadas
no es reciente
mas que venga yo
a tu giro
plena
y en enorme salto
te penetre
Torno el gesto
y por los puntos
estrellados
saludo a tus ojos
que se asombran de
los astros
yo que tengo uno
atrapado
al incendio de mis dedos
te otorgo el resplandor
que morderá tus células
hembra helada
de la tierra
He visto
en mi salto
a un hombre
que caía
sube Altazor
los paracaídas
son muletas
de la muerte
en los tobillos
atesoramos
enormes reservas
de energía
gatíllalas en seguida
y sígueme
no hemos de tener
frío
en el origen
de los cielos
y las palabras no demandan
más combustión
que la ventana abierta
a las ráfagas
del miedo
Siñor Juez, qui no culpen a naiden
¡soy una ratera!
y qui no vaya a pagar algún otro
las culpas ajenas…
yo juí la qui anochi ¡robo esa muñeca!
No Señor, yo en jamas había robado,
yo siempre juí honrada y siempre juí güena
y manque haiga dijado de serlo
me siento tranquila y estoy satisfecha.
Tus párpados cargados
desprenden
el aliento de la ira
Mi cabeza se lamenta
pierde el equilibrio
La mano en alce
agarrotada de dedos
inmersa
suelta su espuma escarlata
Sea dijo la voz
sea dijeron a coro las sombras
y nadie vio sus ojos
no dijo el amo
arderán infiernos
sea dijeron las sombras
y mostraron sus bocas abiertas
no dijo el hombre
pero ellas tan negras dijeron
otra vez sea
espantado el cielo
encendió sus luces
miró a la tierra
dijo ella
estoy sin sombras
estoy seca
no temas
apaga la luz
abriré las piernas.
Si mi abandonas porque soy probe,
vete en güena hora…
Yo no te quero tener a juerzas;
tal vez te jalles más mejor sola.
A ti te cuadra la guena vida,
del mesmo modo qui a munchas otras,
y yo no quero que por mi culpa
t’estés haciendo tanta mal’obra.